La decisión de reconocer oficialmente a Jerusalén como capital de Israel y de anunciar que Estados Unidos trasladará su embajada a esta ciudad es, sin duda, la jugada más arriesgada del Presidente Donald Trump en lo que lleva de mandato.

Es cierto que con esto cumple una de sus promesas de campaña más polémicas, lo que refuerza su posición dentro de los grupos de influencia judíos y evangélicos estadounidenses que respaldaron su candidatura con palabras y dinero. Sin embargo, es un hecho indesmentible que habrá consecuencias para la posición de EEUU en el contexto internacional y para la siempre frágil estabilidad de Medio Oriente.

Tal vez si Trump hubiese hablado de Jerusalén Oeste —asumiendo que el gobierno palestino considera que la capital de su futuro Estado debe ser Jerusalén Este—, habría mitigado en algo el impacto de su anuncio. Pero ya es tarde.

En primer lugar, Trump ha comprometido de manera categórica la imagen de EEUU como impulsor y mediador del proceso de paz israelí-palestino, ya que su decisión en torno a Jerusalén es vista como abiertamente pro Israel; y por lo tanto, su credibilidad se ha visto seriamente afectada.

Asimismo, pone al Presidente palestino Mahmoud Abbas entre la espada y la pared, ya que él no puede aceptar la decisión de Washington de manera pasiva y tendrá que adoptar una posición mucho más dura ante Israel para defender su reivindicación de un Estado palestino.

También obliga a los diferentes actores de Medio Oriente a tomar complejas posiciones frente al tema. Es el caso de Egipto y Jordania —los únicos países árabes con los que Israel tiene tratados de paz firmados—, que a pesar de ser estrechos aliados de EEUU en la región no se han mostrado a favor de la polémica medida.

Por su parte, Irán ve el anuncio como una abierta provocación, en momentos en que la relación entre Washington y Teherán se ha deteriorado producto de los cuestionamientos de Trump al acuerdo nuclear alcanzado en 2015 por los iraníes con China, Francia, Reino Unido, Rusia, Alemania y el propio EEUU.

A su vez, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y otros países musulmanes sunitas cercanos a Washington han cerrado filas con el gobierno palestino. Y Turquía, que es un aliado estratégico de primer orden para EEUU y la OTAN, fue de los primeros en cuestionar la decisión de Trump, lo que generó un áspero intercambio verbal entre el Presidente turco y el gobierno israelí.

Al reconocer a Jerusalén como capital de Israel, Trump demuestra un absoluto desconocimiento de la complejidad política, económica, histórica y religiosa de Medio Oriente, así como de sus repercusiones a nivel global. Y refuerza la impresión de que su política exterior carece de una estructura coherente y que muchas de las decisiones adoptadas desde que llegó a la Casa Blanca, si bien han tenido un alto impacto mediático, resultan ser sólo acciones aisladas que no aportan a la resolución de conflictos. Ejemplos de eso fueron el bombardeo focalizado en Siria, a modo de advertencia al gobierno de Bashar al Assad tras un ataque con armas químicas contra población civil; o el lanzamiento de su mayor bomba no nuclear (la GBU-43) en Afganistán contra supuestos miembros del Estado Islámico (EI) en ese país.

En los últimos años, Arabia Saudita había acercado posiciones con Israel, producto de la mutua preocupación por el programa nuclear iraní. Al mismo tiempo, Turquía, el gobierno saudita e Irán habían cobrado un alto protagonismo en el marco del combate al EI, así como en la búsqueda de una solución a la guerra civil siria que comenzó en 2011. Ahora, tras el anuncio sobre el estatus de Jerusalén, todos esos frentes —de una u otra manera— podrían verse comprometidos.

Y en momentos en que el Kremlin acaba de anunciar que el Presidente Vladimir Putin repostulará a un cuarto mandato en 2018, la crisis desatada por Trump representa una clara oportunidad para que Rusia aumente su influencia en la región.

En su deseo de gobernar a la mayor potencia del mundo teniendo en mente su eslogan de “America First”, Trump desconoce décadas de esfuerzo diplomático mundial e ignora el papel histórico que ha jugado EEUU dentro del sistema político internacional. Eso generará complejas consecuencias con las que él probablemente no tendrá que lidiar, pero sí sus sucesores en la Casa Blanca.

 

Alberto Rojas, director del observatorio de Asuntos internacionales de la Universidad Finis Terrae

@arojas_inter

 

 

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