Hace una década, Revolución Democrática (RD) iniciaba su campaña para constituirse como partido político, con un video en el que se veía a un joven Giorgio Jackson entrando a una oficina muy elegante, de espaldas a algún empresario importante, y comenzaba a decir lo siguiente:

“Permiso… eh… disculpe la interrupción. Quise venir personalmente a pedirle un favor. Como ya le han comentado, en Revolución Democrática queremos formarnos como partido político (…). El problema es que… esto tiene un costo económico importante. Y para eso hemos estado pidiéndole a personas como usted… si es que nos pueden dar una ayudita con el tema del financiamiento. Usted sabe cómo funciona esto”.

Lo interesante del video (que puede verse completo en este link) es que detrás del escritorio no aparece un businessman, sino una humilde señora tejiendo, quien le dice: “Sí mijito, yo le creo… por lo tanto, me pongo con tres luquitas”. Brillante. Una pieza, desde el punto de vista del relato político, persuasiva y conmovedora. Da lo mismo que después no se cumpliera; el papel aguanta todo.

Ese fue el talante con el comenzó a escribir su historia RD, el partido eje del Frente Amplio. Los jóvenes idealistas vendrían a deconstruir la política, restablecer la moral del Estado, y a devolverle la democracia a los ciudadanos de a pie. Se acabarían los casos de corrupción y colusiones. Todo brillaría y el barrio cívico volvería a ser próspero. “Será hermoso”, decían.

Por algo, de alguna forma, era tan importante para RD, “matar al padre”, es decir, al Socialismo Democrático (paradójicamente, los mismos que hoy van al salvataje de los hijos pródigos). A grandes rasgos -y al menos hasta el estallido social- RD no armó su propuesta ideológica en contraposición a la derecha, sino principalmente a la ex Concertación, y el archirepetido mote de los “30 años”. Los revolucionarios democráticos no le perdonaban a la centroizquierda tres cosas: (1) haber seguido gobernando con ideas neoliberales; (2) no haber tirado a la basura la Constitución del dictador en los ’90; y (3) tener un prontuario de recordados escándalos de corrupción.

¿Y cómo andamos por casa?

De los puntos anteriores, han intentado navegar en dos de ellos, y han fracasado rotundamente en el tercero.

Sí, es verdad que RD, y el Frente Amplio en general, han seguido en la lógica del cambio constitucional, y han hecho hincapié en la necesidad de terminar con las políticas “neoliberales”, que le dieron estabilidad y progreso al país durante los últimos 30 años. Un solo ejemplo: el fracasado intento por pulverizar el TPP-11. ¿Qué importa el crecimiento y las inversiones? Es cosa de recordar la tristemente célebre frase del actual embajador en Brasil, Sebastián Depolo: “Vamos a meterle inestabilidad al país porque vamos a hacer transformaciones importantes”.

Pero lo más grave se nota en materia de probidad: en apenas 15 meses, el Frente Amplio, y particularmente RD, han protagonizado escándalos de corrupción tanto o más grandes que los que la antigua Concertación demoró años en concretar. Y lo que es más grave, aún no sabemos cuán grande es la telaraña de corruptela: ya vamos en más de 13 mil millones de pesos asignados de forma irregular, en 11 regiones del país, aprovechando hoyos negros en la administración, en los que la Contraloría o el Consejo de Auditorías de la Segpres -debilitado bajo la administración Jackson- no estaba controlando.

Por ello, no deja de ser trágico que RD, el partido que prometía acabar con la “vieja política” hoy se haya convertido en el arquetipo de la “mala nueva política”. Y es peor para el mismo Giorgio Jackson que protagonizaba el video: hoy se ha convertido en el peor dolor de cabeza para el Gobierno, y ha capitalizado todo el peso de la crisis de traspasos a fundaciones. De hecho, según la última encuesta Cadem, el “principal asociado a la crisis” es el ministro Jackson (56%), superando con creces al Presidente Boric (33%), a la diputada Catalina Pérez (15%) o al ministro Montes (10%).

Es decir, Jackson se ha llevado la crisis de los convenios a su casa. La pregunta es cuánto van a aguantar este tira y afloja del ministro en el gabinete. Y cuánto daño terminará haciéndole a la marca “RD” y su propia marca. Porque, tal como dijera Warren Buffet, un empresario que bien podría haber estado en la refinada oficina del video, “construir una reputación toma 20 años; arruinarla toma 5 minutos”.

Abogado, sociólogo y master en Gestión Política George Washington University

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