Leones y leonas se comen a nuestros candidatos presidenciales en los nuevos realities de los canales de televisión, donde el único objetivo parece ser destripar a quienes aspiran al trono presidencial. Como resultado, los trending topics del día no los acaparan Piñera, Ossandón, Kast, Guillier, Sánchez o Goic, sino las (los) nuevas “doctoras Polo” que se han encarnado en algunos periodistas, los que parecen haber olvidado que se deben a las audiencias y no a sí mismos.
“Noto cierta crispación en algunos periodistas entrevistando a candidatos presidenciales, ¿no?”, escribió hace unos días en su cuenta de Twitter el cientista político de la UDP Claudio Fuentes. Algo que no sólo perciben los expertos, sino la audiencia general que observa los nuevos circos romanos que han estrenado algunos canales de televisión.
Los leones son los periodistas y sus pautas para lanzarse sobre sus víctimas (candidatos y candidatas por igual) tienen una mezcla perfecta de investigación, escándalo y morbo, para intentar el mayor rating posible.
Algunos de los trending topics de esta semana los lograron #monicaRincón e #ivánNuñez, y no precisamente por hacer bien su pega. La primera, por el estilo de gala de festival y por su ceño de niña amurrada que estrenó en Tolerancia Cero al entrevistar a Sebastián Piñera, y el segundo por ningunear a José Manuel Ossandón por ser técnico agrícola. Descalificación que sacó ronchas y que incluso motivó una declaración del Colegio de Técnicos Profesionales por discriminación.
Como testigo de estas nuevas plazas públicas donde no queda títere con cabeza, no he podido dejar de reflexionar sobre la profesión (la mía) de periodista. ¿En qué minuto se nos olvidó que no estamos para derrocar Gobiernos, ni para criticar y pisotear a otros “por flojos”, “machistas” o “conservadores”? El estilo matonesco que hemos presenciado en algunos programas recientes deja ver un ánimo de forzar respuestas y reacciones de los entrevistados a los respectivos intereses, ideologías y prejuicios personales de los comunicadores.
En muchos momentos, mientras observo las miradas asesinas de algunas de las actuales figuras televisivas, me siento como en “Caso Cerrado”, con la doctora Polo al frente y sus discursos moralistas. El problema es que aquí no hay ficción, sino que personas reales con un programa de gobierno que postulan a la Presidencia de un país.
La tarea de ver, oír, contar y ESCUCHAR (con mayúscula) tiene que ver con pensar en los intereses de la audiencia, de los lectores, de los televidentes y ofrecerles lo que les importa de verdad. Eso no pasa por hacer preguntas que duran 10 minutos, por emitir opiniones personales, ni por intentar demostrarse más erudito que sus pares en el plató. Y mucho menos por faltarle el respeto al entrevistado tildándolo de mentiroso o ladrón.
Por supuesto que un periodista siempre busca sacar un titular. Eso es hacer bien la pega. Pero sin olvidar que él no es policía, juez, fiscal o inquisidor, sino periodista. Alguien que a veces hace preguntas incómodas, por supuesto, pero que respeta a sus entrevistados y que busca respuestas para que la gente tome decisiones sobre lo que ocurre y ocurrirá en su vida diaria.
Es cierto que el periodismo de investigación lleva siempre asociado el escándalo, pero éste puede ser perfectamente ético si busca generar conciencia social ante un tema de interés público. Pero el sensacionalismo, qué es la nota que ha destacado en las últimas versiones de programas como Aquí está Chile o Tolerancia Cero es otra cosa: supone abusar del ruido mediático que se busca cuando se intenta pisotear al entrevistado.
Hay muchos comunicadores que son grandes profesionales, pero en este último tiempo algunos periodistas y otros que ejercen el rol de entrevistadores han desarrollado unos egos que delatan más un mirarse el ombligo, que pensar en las audiencias que los escuchan.
Ana María Gálmez, periodista
FOTO: MARIO DAVILA/AGENCIAUNO