A medida que avanza el calendario y nos acercamos al 4 de septiembre, más dudas se generan respecto a lo que pasará post plebiscito de salida del proceso constituyente. Hoy, el recuerdo del 78,28% de apoyo ciudadano a la opción Apruebo se ve cada vez más lejano de repetirse. La incertidumbre económica en la que nos encontramos como país, la inseguridad en la que vive la ciudadanía y el desempeño de determinados convencionales, han contribuido a un sostenido aumento de la opción Rechazo, hecho del que dan cuenta las principales encuestadoras de cara a este nuevo proceso electoral.
Lo único claro, es que, consumado el hito del 4 de septiembre, la política chilena continuará estando centrada en el debate constitucional. Lejos de poner término, la discusión llegó para quedarse, ya sea para reformar lo existente o para mejorar lo aprobado. Dicho esto, la situación es tan compleja, que no deberíamos descartar ninguna alternativa: incluso dar pie a un nuevo proceso constitucional. Nos adentraremos a un ciclo donde la política transitará del debate por darle sentido a lo que entendemos por dignidad a otro por establecer los límites y alcances de esta nueva política constitucional.
Recientemente, el ministro de la Secretaría General de la Presidencia, Giorgio Jackson reconoció que un eventual triunfo del Rechazo generaría complicaciones al gobierno para cumplir con su programa de gobierno. Resulta evidente que la administración de Boric buscará contribuir al triunfo del Apruebo, lo cual seguirá atando el destino del plebiscito con el éxito del gobierno. Esta situación tendrá su clímax para el día de la elección, pero las implicancias y desafíos posteriores se ven cada vez más próximos. Es a partir de esto que resulta interesante reflexionar sobre lo que pasará post votación y los eventuales efectos que podría tener en el sistema político nacional.
A la hora de abordar los desafíos políticos post 4 de septiembre, lo primero será observar en qué condición quedará el gobierno de Apruebo Dignidad post votación. Un triunfo del Rechazo, le dispara en la línea de flotación, lo que desestabilizaría su agenda y las prioridades (posibilidades) en materia legislativa. Un triunfo estrecho del Apruebo también podría verse como una derrota, pero -como muchas veces pasa en política-, se culpará a otro de ese resultado: a la Convención y a su elenco.
En cualquier otra circunstancia, como en el fútbol, a veces basta ganar medio a cero para pasar de fase y acercarse a la copa, pero en el escenario de la política constitucional, no es el caso. Dada la naturaleza de esta cuestión, el objetivo último es que el texto represente a vastos sectores de la población. En ese sentido, un triunfo estrecho significaría que esa polarización en la que vivimos en los últimos años se institucionalice en la nueva constitución, manteniendo abierta esa herida que para ciertos sectores se generó en noviembre de 2019 con el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución. El único escenario de éxito para este gobierno sería un triunfo sólido del apruebo -sobre 55%-, situación que a partir de los resultados de las encuestas hoy parecería casi imposible.
Con todo, la irrupción de una política centrada en lo constitucional podría generar aún más polarización para los próximos años. Si hay algo que nos mostró la última elección, fue que en este tipo de escenarios los proyectos políticos abiertos al diálogo y a la moderación son arrastrados por posturas más extremas. Si hay un nudo al cual nos enfrentaremos a lo largo de este periodo presidencial y los años venideros es que para encontrar una salida a esta política constitucional es clave la construcción de acuerdos políticos amplios y macizos sobre aquellas materias que nos dividen como sociedad. La articulación de un nuevo régimen político, el incremento o no del número de derechos sociales, la plurinacionalidad, etc., son temas que solo encontrarán respuesta a partir de posturas más amplias de las que hoy fueron plasmadas en el borrador del texto emanado de la Convención.
Tanto el gobierno como la oposición deberán aceptar que la única forma de encontrar una respuesta será a través del diálogo y la negociación política. Sin duda la fuerza de los hechos y los resultados en las encuestas de apoyo a la gestión gubernamental contribuirán a persuadir al gobierno que el desprecio a la negociación política -la mal llamada cocina- puede ser útil a la hora de ser oposición, pero una vez instalados en el oficialismo, se debe dejar de lado a la beatería.
*Hugo Jofré Rodríguez es Administrador Público, U. Chile. Magíster en Políticas Públicas, FEN U. Chile. Director Ejecutivo de Pensar en Público.