El litio parece despertar en la gente tal ilusión de inmensos beneficios a la vuelta de la esquina que ocurre lo mismo que con “La lechera” en la fábula de Esopo. Hace 2.600 años el escritor griego inmortalizó con su fábula ese comportamiento humano. Cuenta que una lechera yendo al mercado con su balde de leche, se dejó llevar por las fantasías de lo que iba a poder comprar con ella. Primero huevos con los cuales criar cien pollitos. Con sus ganancias compraría un cerdito y luego terneritos que le alegrarían toda su vida. Entonces se puso a saltar de contenta, con lo que tropezó derramando toda la leche. Así como la lechera nos hemos comportado los chilenos (y especialmente algunos gobiernos) con el litio los últimos 15 a 20 años. Bolivia y México también. Hemos fantaseado con hacer tantas cosas con él (fabricar directamente baterías, inventar nuevos usos, investigaciones avanzadas, etc.) que se nos ha quedado el litio derramado en los salares. Estuvimos cerca de hacer lo mismo con el cobre desde 1990, como reacción opuesta a lo intentado por Pinochet. Pero lo evitamos.
Esa interpretación de la lechera tuvo consecuencias más graves aún en Chile por una circunstancia particular: que cuando se descubrió que podíamos ordeñar la vaca (producir litio), había un gobierno militar que procuraba imponerle una nueva Constitución Política al país en 1980. Entonces con su visión bélica y autoritaria, Pinochet resolvió amarrar esa visión dándole al litio el carácter de “un producto estratégico” cuyo control se debe reservar exclusivamente al Estado. La paradoja es que esta interpretación dictatorial de extrema derecha fue asumida por los sectores políticos de izquierda, incluyendo el Partido Socialista, Comunista y el Frente Amplio, hasta el Presidente Boric. Y así seguimos conservando un ámbito económico importante condicionado por la Constitución de Pinochet de 1980.
Esa interpretación del litio con la mirada errónea de la lechera de Esopo, da origen entonces a otra trampa complementaria. Como la lechera (hoy una mayoría de chilenas y chilenos que no han reflexionado aún sobre el tema) cree que va a poder hacer tantas cosas en el futuro con la leche (litio), necesita entonces poner para cuidarlo a un bravo perro guardián (el Estado). Sus dientes y ladridos son las exigentes condiciones legales y constitucionales a la producción de litio para que permita lograr así todos los extraordinarios beneficios imaginados de él. Pero sin reparar que eso mismo está impidiendo que se inicie mayor producción.
Este otro comportamiento humano ancestral, se resume en el refrán español del siglo 11 de “El perro del hortelano”, el que no come ni deja comer, inmortalizado en la comedia de Lope de Vega. Esto es lo que está haciendo el Estado todavía apoyado en la exclusividad reservada por la Constitución de Pinochet: el Estado ha impedido que se formen nuevas empresas para expandir la producción nacional de este mineral. Además, se ha protegido demasiado un duopolio nacional por 37 años. Y se justifica eso con la pretensión moral superior de estar así “beneficiando a todos los chilenos”, mientras las empresas que podrían producirlo sólo buscarían el lucro, dicen los moralistas.
Relaciono estos modos de pensar de personas con respecto al litio con fábulas y refranes ancestrales no por ridiculizar y ni siquiera menospreciar esas formas de pensar. Por el contrario. Es para mostrar que están muy enraizadas en nuestra historia global como humanos. No es siquiera exclusiva de chilenos. Debemos entonces tomarlas tan en serio como los economistas e ingenieros nos tomamos las referencias técnicas, las cifras y estudios. Si no, vamos a seguir enfrentados y atrapados en un inmovilismo dañino. Pero tampoco debemos resignarnos a que se mantengan formas de pensar atávicas, inconscientes o erróneas. Por eso intento abrir espacios de reflexión más amplios.
Ya que estamos en esto, concluyo con otro relato que puede abrirnos algo más la mente. Hay una vieja leyenda que se atribuye tanto a indígenas centroamericanos como a un gurú indio. Narra que para cazar a unos hermosos monitos de la selva, los lugareños usaban un coco que ahuecaban haciendo un orificio arriba y amarraban a un tronco con una deliciosa nuez adentro. Los monitos entonces, metían la mano en el coco hueco sin darse cuenta que, al intentar sacarla empuñada con la nuez dentro, ella no cabía por el orificio del coco. Así eran atrapados los monitos. No advertían que habrían podido escapar con sólo soltar la nuez y abrir el puño.
Igual somos hoy muchos los humanos atrapados en nuestras ideas, sin darnos cuenta que la culpa de estar inmovilizados no es sólo del lugareño habiloso que instaló la trampa. Lograr liberarnos y alcanzar muchos otros objetivos depende principalmente de nosotros mismo. De cambiar nuestra forma de pensar y actuar, abriendo el puño. Soltando la nuez. Especialmente soltando cosas del pasado y expectativas de futuros que imaginamos. Estimo que eso sintetiza bastante bien lo que ocurre a los chilenos con la minería del litio. Y tal vez con varias otras materias también. Estamos atrapados por ideas o interpretaciones ilusorias y falsas, de las que no estamos conscientes.
Parece tiempo de despertar, parpadear bien, y verificar que estamos colectivamente viendo algunos espejismos ancestrales, caracterizados hace cientos y hasta miles de años atrás. Abramos los ojos, salgamos de las trampas en que estamos, y movámonos antes de que sea demasiado tarde.