La semana (no tan santa) del Gobierno, ha tenido mucho de calvario. Estuvieron completamente descontrolados con la ley que bautizaron como gatillo fácil.  Salió un señor de la ONU a sermonear, la ministra pescó a su ministro de Justicia y se mandó cambiar, los parlamentarios y ministros, están ahora a la derecha de republicanos y pa qué les digo la publicidad electoral. 

S.E., cada vez más ornamental, llamó a una cristiana templanza y le dio RT a una carta de expertos atacaos por la nueva ley. Ustedes son muy jóvenes para saberlo, pero así mismo era cuando querían que aprobáramos el engendrito de la Convención Constitucional. 

No lograron ocultar el sentir profundo de este Gobierno pro-Barrabases. Nada nuevo, lo inquietante son otras voces.

2019, frente a imágenes de ataques a carabineros un amigo, que votó por Piñera, con postgrados pa tirar a la chuña y bajo cualquier clasificación ñuñoíno-identitaria, privilegiado, me suelta: “El problema es la violencia presencial de carabineros».

¿La khé? Yo había pasado tres décadas sobre esta tierra pensando que la presencia de carabineros sólo molestaba a los delincuentes. Pero aparentemente cuando uno se está manifestando, la sola presencia policial constituye una vulneración tan profunda, que hay que sacar de cuajo un semáforo.

Como piojos en jardín infantil se multiplicaron estas historias. Desde comunas que no padecieron los efectos de la revolución, la conversación en los salones versaba sobre dos grandes temas: el descontento del pueblo y de cómo es lógico y justificable quemar todo cuando uno está indignado. Siempre me pareció ofensivo y bastante clasista. No voy a salir aquí a cantar loas a mi pueblo impoluto. Sabemos que, si tiembla muy fuerte, no faltan los que estiman pertinente llevarse su plasmita. Y que hay un efecto masa que invita a sumarse a ciertas cosas. Pero de ahí a que todos estemos a 30 pesos de ser delincuentes, no 

Lo segundo, es la tirria a los uniformados y la disposición a creer de ellos, lo que sea. 

¿Centros de tortura? Por qué no. ¿Una política sistemática de violación de los DD.HH.? Pppff, obvio.  

Excepto que no lo hay. No la hubo.

Hoy, son los mismos que queriendo hacer un punto liberal, ponen los ojos en blanco con el estado policial, la pérdida de nuestras (¿nuestras?) libertades y ¡auxilio! ¡Que viene Bukele!

Quizá en otro momento pudieran parecer adecuadas estas consideraciones, pero hoy, son el reflejo de una derrota cultural enorme. Hay un dogma de izquierda que se ha perpetuado porque las definiciones están torcidas. Mucho nos reímos del sumo sacerdote del progresismo relatando en vivo las imágenes de un Santiago en llamas como “una manifestación pacífica con incidentes aislados que terminó en un gran acto cultural”. Algunos lo creyeron. 

Insistir en que de ahora en adelante los carabineros van a andar disparando a todo evento, sin protocolos y en total impunidad, es irreal y parte de la misma cosmovisión.

No se trata de gobernar para las encuestas, se trata de la genuina comprensión de la realidad, de reaccionar de manera atingente y construir un relato, por cierto moral, que revierta la anomia que nos tiene hasta el cogote. Respecto de la ley Naín-Retamal, incluso más allá de lo formal, de lo imperfecto, había que entender el simbolismo de adherir a uno u otro modelo de sociedad. O dicho de otra forma, ya bájense de ese pony, suenan descriteriados, no intelectuales. (agáchate Semana Santa)

Esta pitonisa va a reflexionar (mucho) con un semillón del Maule y luego voy a pegarme una rezaíta por nuestros carabineros y sus familias. Y porque todo Chile encuentre sus huevitos y un lugar en su conciencia donde empezar a ver las cosas un poco distinto y no sigamos prefiriendo (ni indultando) Barrabases.

K-Sandra

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