“Con mis compañeros del 6 B recolectamos tapitas de botellas y las pintamos blancas para que parecieran perlas y reciclamos las cortinas del comedor y palitos de helado para hacer este vestido que está inspirado en el mar”
¿Vieron la Gala del festival? ¡Ay!, perdón, ya no se llama “gala”, muy frívolo eso, la Noche cero.
Yo vi feísmo y mucho de lo que mis amigos gringos llaman virtue signaling. Y así como que ayudaron al medioambiente y generaron un impacto y se van a acabar los incendios súper espontáneos por el cambio climático… yo esperaría sentadita my little trees.
Al final del día todo esto de la batasha cultural (siempre en argentino, no sé, me gusta más) tiene un sentido. Porque al igual que la pertinaz gota logró horadar la piedra, la insistencia en pequeños y no tan pequeños discursos, historias, en hacer énfasis en una estética, en un humor determinados, en aquello que valoramos, en aquello que nos parece aceptable y lo que no, todo eso constituye la realidad cultural en la que vivimos. Por eso cuando se cede en las formas, se está cediendo en mucho más. Todo lo que vemos es un continuo, desde lo más pequeño hasta la consolidación de un espectáculo vulgar, falso y fome.
Algunos amigos un poco mayores y bueno, desde luego la generación de mis padres y tíos, no logran comprender ciertas decisiones de la generación que hoy dirige los medios y están en muchos cargos públicos. Si en algo puedo esclarecer las dudas, por lo que los conozco, diría que pertenecen a un credo que es global y que los une en su desprecio por la patria, las tradiciones y por cualquiera que no quiera recibir en su corazón la Nueva Verdad. Una Verdad revelada que los hace especiales, superiores y que está hecha de apariencias más que verdades.
Y aquí, por favor, no seré yo quien se ponga a lanzar piedras; comprendo que parte de envejecer es que a uno le cueste entender a las nuevas generaciones, eso desde siempre. También alguien podrá argüir que losh artishtash deben incomodar y empujar los límites de una sociedad. Dale.
Pero aquí chantémonos un poquito; primero, me parece que estos últimos años nos han demostrado que cambiar y mejorar no son sinónimos. Todo bien con que una sociedad mejore, prospere, pero el cambio guiado por una superioridad moral bien frivolona conduce a la división y la decadencia. Segundo, una cosa es el cambio gradual y natural de una sociedad y otra cosa es la imposición. Eso es lo que vemos hoy en el Festival, en la noshe cero, una pauta, un canon estético, una narrativa para el 38%. Y si me apuran, para harto menos. Tercero, hay una valoración de lo que se dice y como se dice por sobre lo que se hace. En esa misma línea, cuando S.E. decide retomar sus vacaciones y mostrarnos sus intelectuales actividades mientras una parte de Chile aun arde sin responsables, hay ahí también una decisión, una moral y una estética. ¿Deberíamos darle un premio al esfuerzo por levantarse temprano unas semanas y abrazar al que se le cruzara? ¿Hubo verdad en eso?
¿Nos gusta Chile así? A mí, no. Incluso antes, ¿es Chile así? Nunca lo he creído.
Cuando ganó el Rechazo, ese día, la batalla cultural fue para nosotros. En la tele no se enteraron, en La Moneda tampoco y en algunos municipios, menos. No ayudó a que la consolidáramos la premura de la (not) oposición. Pero, aun así, no la pueden borrar, está ahí, sigue ahí. De modo que hoy, los reyes de la inclusión solo logran incluirse y celebrarse entre sí, sin darse cuenta de que el clima cambió y el discursillo cansa, aburre. Hoy solo nos pueden ofrecer algo con la triple F: Feo, Falso y Fome.