Se me viene a la memoria la imagen de los primeros días de la Convención. Un lamento de pobreza franciscana. “Es que no tinimos que comer”, reclamaban los convencionales sentados en las escalinatas del ex Congreso, comiéndose un huevo duro. La foto principal de los diarios con el cocaví generaba ternura. Muchos convencionales esperaban un trato VIP, como el de Elisa Loncon, que alojaba en buenos apart hotels y se paseaba por la capital en una van.

Esas imágenes de austeridad republicana contrastan con aquellas del lanzamiento del borrador de nueva Constitución en las Ruinas de Huanchaca, en Antofagasta. Ahora que ya se gastaron casi todo el presupuesto asignado para una tarea que no hicieron (o más bien, hicieron la que ellos quisieron), se dan el gusto de “raspar la olla” con un viaje de estudios a la región nortina, cuyo programa incluía todo tipo de panoramas. Tampoco faltó la buena mesa y el vituperio. El derroche fue total e innecesario.

Pero la intención de los convencionales por arruinar el presupuesto fiscal asignado se extiende también al resto del país. Habiendo sido encomendados para hacer una Constitución que fuera la “Casa de Todos”, terminó siendo la casa de algunos. En lugar de unir a los chilenos, el borrador genera profunda división. Muchas de sus propuestas, especialmente aquellas relativas a las nuevas instituciones y derechos sociales, demandarán exigentes recursos fiscales. El riesgo de arruinar al país por hacer irresponsablemente una Constitución ruinosa es alto. Arruinará la convivencia entre los chilenos y su calidad de vida. 

No deja de ser irónico que la férrea y tozuda voluntad de los convencionales por romper con la tradición, idiosincrasia e historia constitucional de Chile, haya sido lanzada oficialmente desde las Ruinas de Huanchaca. “Una Constitución ruinosa” hizo su debut nada menos que en unas ruinas que fueron declaradas Monumento Histórico por el ex Presidente Augusto Pinochet, en enero de 1974. Parece chiste de buen gusto. No me digan que esto no es simbólico. ¿Habrá sido un llamado al más allá para que alguien salve a la Patria del próximo desastre? 

Pero las coincidencias no terminan aquí. En Huanchaca descasan las ruinas de una antigua fundición de metales. Por qué se escogió ese lugar para lanzar el borrador es algo que se desconoce. Pero es imposible no apostar al mensaje subliminal que nos deja: ¿la nueva Constitución fundirá al país? ¿Los 200 años de Estado independiente se derretirán producto del delirio de algunos cuantos personajes que quieren redundar al país? El inepto de Baradit quiere borrar el 18 de septiembre de la historia y, en su lugar, colocar al 18 de octubre de 2019.

Una convencional nos recuerda que Huanchaca en lenguaje aimara significa “puente de las penas”. Si queremos evitar que la alegría de unos pocos se traduzca en la pena de una gran mayoría de chilenos, tenemos la obligación de rechazar el borrador de la Constitución ruinosa. Ya sabemos lo que significa vivir en un país arruinado.

*Todas las columnas de Spectator.

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