“Sin duda que hay mucho que aprender de ella y de la tradición socialista en general. Nos
sentimos herederos del mismo tronco histórico y nuestra voluntad es construir puentes
intergeneracionales que puedan hacer de la política un ejercicio de escucha mucho más
transversal”.

Me encantan este tipo de declaraciones. Primero reconozcamos que si hay algo que el FA
tiene es personalidad. Y autoestima. Al Cesar que lo dejen bailar… ¿o no era así?

¿Vieron la foto? Es bonita, emocionante, como de paseo de curso con la profesora jefe… que pone puros 7 en participación. Y al mismo tiempo es demasiado ondera. Como que
uno no sabría si pedir algo de mixología de autor o cerveza artesanal.

Dejando el bullying fácil de lado (perdón, me dejé llevar), es interesante lo del FA por varios motivos. Por una parte, siempre me ha parecido medio pateticón esto de declararse uno mismo heredero de algo o alguien. Un poco como esas parejas que se andan marcando en público (metáfora futbolística, no naturalista); uno tiende a dudar de aquello que resulta forzado, unilateral y exhibicionista.

Por otra parte, no deja de sorprender la velocidad con la que corren a las polleras de su mater. No importa cuantas veces renieguen de ella, la critiquen, la denosten, ahí está, una y mil veces lista y amorosa para recibir a sus retoños. Desde luego no es un amor incondicional, seamos claros, hay por cierto que muchísimas condiciones y expectativas. Intereses, dirían los mugrientos malpensados de siempre (confirmo, eso decimos).

Pero de todo lo que este asunto de las listas, las alianzas, los arrepentimientos de último minuto y las fotos para la posteridad ha dejado, a mí lo que más me ha gustado es que la
verdad vea la luz. Porque no es lo mismo ofrecer cuchuflí, maní, barquillo, que palmera y pan de huevo. No señor. Y el FA siempre fue el hijo perdido de la concertación con el PC.
Pijecitos que vibraban con Los Prisioneros y odian a la elite de la cual forman parte.

En ese sentido toda esta diatriba respecto de la Concertación, los 30 años y la moderación en el gobierno siempre me ha parecido maniquea. Nunca ha sido la Concertación, siempre fue la Nueva Mayoría y son tan distintos como un cuchuflí y un barquillo. Traten de darle uno por otro a un niño de 5 años y vean cómo se desata el horror. Porque no son lo mismo. Y la expresidente Bachelet en nada se parece al expresidente Lagos. Más allá de lo obvio, ella fue la única de los expresidentes que estuvo por el Apruebo y digamos de una vez que el
declive de Chile empezó en su segundo gobierno, ya con las trenzas ideológicas sueltas y
sin la tutela de la Concertación. De este modo no es baladí ni porque uno sea jodida (que lo
es, pero no es por eso) que se insista en esta distinción: este gobierno es bacheletista, no laguista. Es también octubrista, apruebista e indultista (sí la inventé, y no, no se me han olvidado los indultos).

Esta pitonisa, físicamente en Santiago, pero espiritualmente en la playa, piensa que el
socialista democrático de a pie tiene que decidir. Incluso independiente de lo que pase con las famosas listas y porque en este océano de ofertazos y opciones es fácil perderse: la vibra
de papi del Flow, de pan de huevo de Don R, o la tía que viene con todo el resto del canasto
con pelos de colores, toda la estética octubrista y el ego ad hoc que les conocemos. Lo que sea que elijan, piénsenlo bien, especialmente cuando escuchen los cantos de sirenas o en mi más prosaica y bien chilena fantasía, tengan claro que no es lo mismo el cuchuflí, que el maní, o el barquillo, que la palmera o el pan de huevo.

K-Sandra

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