Chéjov decía algo así como que si uno pone un rifle colgado en la pared en el primer acto, en algún momento hay que saber dispararlo. Bueno, a nosotros nos pusieron un profesor destruyendo torniquetes en el primer acto por allá por 2019. Por entonces era un mártir de la causa octubrista que se dio a la tarea de destruir torniquetes opresores, neoliberales, cis y heteropatriarcales. ¡Hasta diputados de la República quisieron ir a visitarlo! Incluido un tal Boric, no sé si les suena. Capaz no lo reconocen. Yo antes me preguntaba cómo esperaba DC (comics, no el extinto partido político) que creyéramos que Clark Kent, se ponía lentes, se peinaba pa’ atrás y listo, nadie cachaba que era Superman. Ya no me lo pregunto.
En fin, volvamos con el profe, que el domingo, mientras usted o yo estábamos en la clásica depresión de la tarde dominical, el perla estaba rayando la recién pintada iglesia de San Francisco.
“Mata pacos, no animales. Hazte vegano” fue la frase que quiso inmortalizar. Por cierto, que amoroso su veganismo, cuanta belleza. Yo parece que no voy a soltar mi bistequito. Ahí está don Antón, disparado su rifle.
Hace una vida, por allá por 2020, este poeta declaraba :“¿Por qué lo hice? Porque sentía rabia, por las injusticias sociales, porque ser profesor no es fácil. No tengo cubiertos mis derechos sociales básicos, como la salud y por todo lo que ha sucedido con los profesores; la deuda histórica, que seguramente cuando jubile voy a ganar el sueldo mínimo. Fueron todas esas injusticias que en ese momento me obnubilaron y le pegué al Metro, al torniquete, actué irracionalmente, pero era algo que venía arrastrando hace tiempo”.
Ahí me acordé de mi tata que decía que tener buena memoria es una maldición. Lo es, lo sé porque la heredé también. Y es cierto, especialmente estos últimos años tener buena memoria (y buen gusto) en este continente se parece mucho a la locura porque no es fácil conciliar el discurso octubrista con la realidad presente. Ese es un problema, sin duda, pero tenemos varios más, que es cierto, no empezaron en ese terrible octubre del 2019, pero alcanzaron su clímax. Hay un hilo conductor que es estético y ante todo moral que nos envuelve y nos ahorca de a poquito, pero muy consistentemente hace al menos una década, probablemente más.
Dejaron de importarnos las formas, los modales, lo correcto, lo bueno, lo justo y lo bello. Dejamos que nos convencieran del “Qué tanto”, “qué tiene”, o cualquier forma similar. El problema es que el feísmo que dejamos que se instalara entre nosotros, abre la puerta a todas las formas de decadencia y corrupción que vemos. Las formas importan, cómo vivimos importa, lo que consideramos aceptable, importa.
Por eso cuando alguien todavía dice que condena o condenaba la violencia, PERO…debemos saber que ese adversativo es el que abre la puerta a lo que esa persona realmente piensa. Y muchos sí creyeron y creen que las injusticias sociales justifican que uno destruya y afee lo que nos pertenece a todos. En la misma línea una protesta pacífica que esconde y apaña a los violentos, es cómplice y no pacífica. ¿O soy la única que recuerda esto? Entre el primer y el cuarto acto, ¿en qué estuvieron lo que están tan calladitos ahora, a saber, el ministerio público, las universidades, la televisión y la prensa, la centro izquierda, la centro derecha?
Esta pitonisa piensa que Chile es regüeno pa meterle leyes con nombre a todo, pero incluso antes, mucho antes de eso es hora de que los ciudadanos redefinan lo que es aceptable y lo que no. Es claro que hay cosas feas, que nos quedan mal y nos hacen ver demasiado 2019. La temporada cambió, es hora de renovar el closet moral.