Nuevamente el mundo está en shock por la barbarie de las imágenes vistas en estos últimos días. Lo cierto es que así es y siempre ha sido así la guerra. Lo peor del ser humano aparece al punto que pareciera perderse la humanidad. La pregunta entonces es ¿qué es la humanidad? Claramente se ve que ésta implica sin duda, un ser libre que controla sus pasiones e intenta orientarse hacia el bien. Es evidente que la guerra libera las pasiones y le permite justificar lo que sabe que está mal, “lo injustificable”. El gran sueño de la paz mundial nunca podrá lograrse, ya que el ser humano es de naturaleza caída y siempre puede optar por el mal.
Hoy el mundo mira en shock y con gran morbo lo que está sucediendo en Tierra Santa. El interés por un conflicto de larga data aparece por todas partes. Todos buscan entender. Lo mismo pasó con el conflicto de Ucrania y Rusia, que hoy ya fue normalizado y casi olvidado. Con esto de Israel, el mundo ya no los mirará, pero el conflicto sigue, como tantos otros.
Es curioso que pareciera ser que el mundo y el hombre han cambiado tanto, sin embargo, no ha cambiado nada. El drama humano es el mismo, debe enfrentar la muerte que es inexorable y luchar contra los vicios que lo llevan a no lograr la felicidad. Lo curioso es que cuando Heródoto o Tucídides, griegos padres de la historia, hablan de la guerra del Peloponeso, pareciera ser que hablan del hoy. Es aplicable a lo que sucede hoy.
Heródoto se concentra en los héroes de la guerra y desde las historias individuales narra lo acontecido. Tucídides quiere ir más allá, quiere explicar el porqué de todas las guerras. Ciertamente lo logra y esa generalización explicó entonces y explica hoy los conflictos en Ucrania y en Medio Oriente. Como cantaba Homero en su canto primero de la Ilíada “Canta, oh diosa, la cólera del Pélida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves …”. Fue “la Ira de Aquiles” entonces y es “la Ira de Aquiles” hoy. El recrudecimiento del conflicto árabe israelí tras el ataque de Hamas a Israel, nos lleva a lo planteado desde la antigua Grecia.
El conflicto es complejo, ambos lados tienen argumentos. Ciertamente ambos pueblos estuvieron ahí, uno debió irse. Para entender el tema hay que remontarse hasta Abraham, sin eso no se entiende nada. Desde la expulsión de los judíos tras la derrota de Masada, éstos se instalaron en la llamada “diáspora” y fueron perseguidos en forma constante en la historia, hubo muchos progroms, siempre relacionado con la “ambición” y el deseo de quitarles lo propio. Si a los judíos no les hubiese ido bien económicamente, nadie los habría perseguido. Estas persecuciones culminaron en una masacre a escala industrial, el holocausto, lo que terminó por favorecer la formación del Estado de Israel. Como planteaba Hannah Arendt quien participó en forma activa de los movimientos sionistas, era necesaria una binacionalidad, con una confederación judía, árabe y otras minorías como alternativa a la partición de Palestina. Pero no fue así y en las constantes guerras Israel se hizo de casi todo el territorio. El mundo palestino quedó despojado y dividido. Ciertamente no podemos decir que había Palestina antes de Israel, ya el territorio era un protectorado británico después de la desintegración del Imperio Turco. Pero los palestinos ocupaban territorios de los que fueron trasladados y sin duda han sido un pueblo muy sufrido también.
El ataque de Hamas es siempre condenable. Los grupos terroristas no deben nunca ser y sus acciones desvirtúan cualquier causa justa. Pero lo que hoy vemos tiene que ver con que el complejo gobierno de Benjamin Netanyahu no ha ayudado a mejorar las relaciones, sino todo lo contrario. Este ataque “sorpresa” permite ejercer el derecho a defensa y atacar con violencia la zona de Gaza, algo que algunos buscaban. En esto, como en todo, hay intereses políticos, nacionales e internacionales. Pagan siempre justos por pecadores y sin duda, el drama lo viven los civiles que deben enfrentarse al gran problema humano, la muerte en un contexto de guerra en el que las pasiones y la irracionalidad se hacen presente. Es el mal el que triunfa y políticamente es hasta justificado. El desdibujar el bien y el mal. La barbarie cometida, el mal desatado, en ambos lados nos confirman que es necesario intentar aplacar siempre las pasiones, y mesurar, calibrar lo bueno y lo malo. Lo que corresponde y lo que nunca debe ser hecho, ya que sin eso, las guerras son inevitables y siempre terribles.
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