En política, un escándalo remplaza a otro escándalo. Mientras el Partido Comunista siga resistiéndose a facilitar la renuncia del embajador Eduardo Contreras y siga justificando su incontinencia verbal, la presión sobre la UDI en el caso Pentagate disminuirá. Porque la opinión pública tiene atención limitada para los escándalos, la defensa que hace el PC de la inaceptable actitud de su poco diplomático embajador es un inmejorable favor que hace el partido más a la izquierda del espectro chileno a su principal rival ideológico.
Al resistirse a presentar voluntariamente su renuncia, el embajador Contreras le aumentó los costos al Gobierno. Para Bachelet, hubiera sido más cómodo que Contreras voluntariamente dejara su cargo. Pero Como Contreras se negó a renunciar, el impasse diplomático se convirtió en un problema político. El PC, en el que milita Contreras, vio la oportunidad de sacar dividendos políticos. Sabiéndose favorito de Bachelet, salió en defensa de Contreras, tensionando la relación con el PDC, partido que se había declarado ofendido por el tenor de las declaraciones de Contreras. Si bien los dichos que más repercusión periodística tuvieron fueron las referencias a una derecha empresarial que supuestamente estaría detrás de los recientes ataques terroristas, los comentarios que hizo el embajador sobre el supuesto apoyo del PDC al golpe militar de 1973 fueron más complicadas para el Gobierno.
En abstracto, ninguno de los dos comentarios del embajador debiera producir mucha polémica. La supuesta participación de la derecha empresarial en atentados terroristas es una acusación tan irresponsable como inverosímil. El apoyo de la DC al golpe es históricamente indesmentible. Pero el embajador no tenía por qué dárselas de investigador de atentados o de historiador. Al opinar sobre un tema que divide a la Nueva Mayoría, el embajador le causó un innecesario dolor de cabeza al gobierno de la Presidenta, que le confió un importante cargo diplomático. El PDC comprensiblemente presionó para lograr la salida del embajador.
Como pedirle la renuncia implicaba enemistarse con el PC, pero su permanencia implicaba pelearse con el PDC, Bachelet no tenía cómo evitar pagar costos. Tal vez ahí radica el peor error de Contreras, poner a Bachelet en una posición en la que cualquier decisión que tomara implicaba costos para la Mandataria. En vez de ayudar a la líder de su coalición, Contreras le dio un dolor de cabeza.
Al final, Bachelet optó por cerrar filas con el PC. Eso causó la molestia del PDC y dio insumos a los teóricos de la conspiración que argumentan que Bachelet quiere implantar en Chile una nueva Venezuela. Como el sentido común indicaba que Bachelet debería pedirle la renuncia a Contreras -para sentar el precedente de castigo a los altos funcionarios que hablan antes de pensar- el hecho de que Bachelet haya confirmado a Contreras alimentará futuras indisciplinas de funcionarios públicos que saben que la Presidenta tiene corazón de abuelita. Además, como los embajadores que se indisciplinaron en su primer gobierno se fueron, el hecho que Bachelet le perdone la vida al embajador PC muestra un poco saludable favoritismo hacia el partido de más reciente ingreso a la coalición de gobierno.
Las declaraciones del embajador también ayudan a la oposición. Después de estar por varios días a la defensiva producto del caso Penta, la UDI ha pasado a la ofensiva denunciado las poco criteriosas declaraciones del embajador y criticando la decisión de Bachelet de mantenerlo en su puesto. Como los espacios para noticias políticas son limitadas, y en tanto las declaraciones de Contreras son mediáticamente más fáciles de resaltar que las complejas ramificaciones del caso Penta, todo el tiempo que la prensa ha dedicado a las polémicas declaraciones del embajador son minutos que ya no se habla del caso que tanto incomoda a la derecha. Precisamente por eso, porque el PC sabe bien que este caso distrae a la opinión pública de los temas que ahora más interesan al Gobierno, los comunistas debieron ser los primeros en facilitar la renuncia de Contreras. Pero como el PC prefirió darse un gustito y, en vez de imponer la disciplina y castigar a su irreflexivo embajador, defendió la incontinencia verbal de Contreras, los costos políticos los tendrá ahora que pagar el gobierno de Bachelet.
Porque en política funciona la ley del ojo por ojo y diente por diente, el PDC se cobrará la cuenta de la gratuita agresión que le propinó su compañero de coalición. Ya que las relaciones entre el PC y la DC son inevitablemente tensas —por los hechos históricos que el propio Contreras se encargó de recordar— el gobierno de Bachelet necesitará intermediar para evitar que aumenten las tensiones.
Porque era mucho menos costoso políticamente hacer que Contreras pagara su incontinencia verbal con su renuncia, al perdonarle su novata vida de embajador, Bachelet se suma al tremendo favor que le está haciendo el PC a la UDI para desviar la atención del escándalo por el caso del financiamiento ilegal de campañas.
Patricio Navia, Foro Líbero.
FOTO : MAURICIO MENDEZ/ AGENCIAUNO