Este 2015 ha sido el año del coraje político. Cada vez que un personaje público renuncia por su aparición en casos de corrupción, sus compañeros de partido o coalición aparecen para alabar su gesto. Sucedió con la UDI en el momento en que Iván Moreira reconoció la veracidad de los correos que lo implicaban en Penta; sucedió ahora con Insunza y su transparente intención de hacer públicos los informes de sus asesorías.
Es evidente que existen motivaciones políticas para renunciar a determinados cargos, pero más allá de eso, hay algo que hace mucho ruido respecto de esta forma de actuar. La renuncia no tiene verdaderos efectos políticos para el cuestionado. Una acusación por conflicto de interés podría no ser nada en la historia política y profesional de Insunza. La renuncia a su cargo solo invisibiliza sus posibles acciones reñidas con la ética. Muy probablemente, volverá a la arena pública y esta renuncia no será más que un mal recuerdo.
Un ejemplo parecido es el de Sebastián Dávalos. En determinado momento, cuando el caso Caval explotó, se insistió en que Dávalos debía renunciar. El cargo que poseía parece no haber sido relevante a la hora de obtener el mentado crédito del Banco de Chile, pero aun así renunció. Por algún extraño motivo, todos olvidamos que los beneficios bancarios que obtuvo la sociedad de Natalia Compagnon podrían deberse a que Dávalos es hijo de la Presidenta y no por el cargo que ostentaba. La renuncia, que a todos puso tan contentos y que él realizó casi entre lágrimas, sólo dejaba en la oscuridad sus acciones futuras.
Es aquí que los medios de comunicación han cumplido un rol fundamental. Solo ellos nos recuerdan que todas estas renuncias son para blindar a la Presidenta. Así, más que grandeza, lo que observamos es un acto de cinismo político. Como lo relevante es mantener abierta la posibilidad de acceder al poder, realizan gestos que dan una apariencia de grandeza y arrepentimiento, pero no es así. En su vida privada, continuarán actuando de la misma forma y cuando nuevamente obtengan cargos públicos -porque lo harán- es probable que vuelvan a tener la misma ética vacilante. No nos engañemos, estas renuncias no son muestras de coraje político, son una forma de decirle a la Presidenta que están con ella, pero sobre todo que esperan reciprocidad frente a ese hipócrita sacrificio.
Francisco Belmar, Investigador Fundación para el Progreso.
FOTO: SEBASTIAN BELTRAN/AGENCIAUNO.