Qué espectáculo el que están dando el gobierno de Michelle Bachelet y sus candidatos presidenciales. Y qué impúdicos podemos mostrarnos los seres humanos cuando actuamos bajo el impulso de la rabia y la negación frente a una posible derrota.
Siete ministros de Estado se han desplegado en medios y redes sociales esta semana para criticar el programa de gobierno de Sebastián Piñera. Lo han hecho desde un perspectiva pequeña y mezquina, que deja al descubierto precisamente una de las actitudes que minó tempranamente a la actual administración: el sectarismo (“Sólo nosotros podemos gobernar, sólo los nuestros tienen la palabra, sólo nuestras ideas son las correctas”), que fue acompañado por la lógica de la retroexcavadora (“Si para nosotros nada de lo anterior está bien hecho, ustedes tampoco pueden dar continuidad a lo iniciado en este período”).
Una serie de curiosidades marcaron la embestida.
La primera y más evidente: se trata del gobierno peor evaluado y con los peores resultados desde el retorno a la democracia. Números más, números menos, en la mejor encuesta no más de un tercio de los chilenos aprueba la conducción de la Presidenta Bachelet, cuando falta poco más de cuatro meses para que termine su mandato. Es también el gobierno con el peor registro económico en tres décadas; un desempleo maquillado con empleos públicos o sin contrato, y salarios estancados; la peor gestión en salud pública (razón por la cual regresaron las listas de espera y la deuda hospitalaria alcanza un máximo histórico); un aumento en los índices de delincuencia, etc., etc., etc.
Ese panorama está coronado por una deuda pública de más de 61.500 millones de dólares, a los que el próximo año se sumarán otros 10 mil millones, lo que obligará al nuevo gobierno a pagar, sólo en intereses, más de US$ 12 mil millones al año.
Una segunda curiosidad es la histeria oficialista por acusar a Sebastián Piñera de plagio, por la obvia incorporación a su programa de gobierno de las obras ya iniciadas durante la actual administración y que —lo admita o no el ministro Undurraga en Obras Públicas— no están aún del todo terminadas (la carretera Concepción/Cabrero tiene pendiente ni más ni menos que su recepción final, más la construcción de obras por 42 millones de dólares).
Es inexplicable esa reacción, porque justamente lo que se espera de un programa de gobierno, entre otras cosas, es que sea explícito en materia de infraestructura, porque su descomunal inversión no está para incertidumbres (ya pasamos por la experiencia de los hospitales licitados y desahuciados debido a que el manual ideológico de la Nueva Mayoría no era amigo de las concesiones). Y es también extraño porque son proyectos que, por su envergadura, cruzan al menos dos períodos presidenciales desde los estudios hasta la puesta en marcha final. Bien lo sabe la Presidenta Bachelet, que ayer inauguró una línea de Metro anunciada al final de su primer gobierno y cuya construcción se inició en el mandato de Sebastián Piñera.
Y otra curiosidad que, la verdad, tienta la risa, es que mientras siete ministros dedican su valioso tiempo a tirarle piedras al programa del postulante de Chile Vamos desde Twitter o los podios de prensa, el candidato oficialista favorito se da el lujo de avisarles a los chilenos que no hará público su propio programa de gobierno antes de la elección de noviembre. Porque, explica con pachorra Alejandro Guillier, “como nosotros nos vamos a tener que reagrupar, tenemos que escuchar un poco a los vecinos, a los que son más cercanos a nosotros, para levantar una propuesta que recoja lo que han planteado otros candidatos”.
El gobierno de la Presidenta Bachelet está dando un triste espectáculo —con mucha personalidad, por cierto— cuando se tienen récords de mala gestión y reiteradas crisis de gobernabilidad. Pero resulta indecoroso y degradante para las instituciones que representa cuando se le reprocha a Sebastián Piñera lo más esencial de un candidato presidencial: explicar cuál es su proyecto para un próximo gobierno.
Isabel Plá, Fundación Avanza Chile
@isabelpla
FOTO: PABLO OVALLE ISASMENDI /AGENCIAUNO