El management es una ciencia práctica. Desde los comienzos de la filosofía, en la Grecia clásica, se distinguió entre unos saberes que tenían como único objetivo la adquisición de conocimiento puro, y otros que encaminaban al recto desempeño de la acción humana en la comunidad representada entonces, sobre todo, por la polis. En esa tradición, las ciencias prácticas presentaban un marcado énfasis ético y político. En los inicios de la modernidad, se acentuó su aspecto económico y pretensión de eficacia. Al respecto, Aristóteles sostenía que no se deben pedir demostraciones geométricas al político ni capacidad de persuasión al matemático. Sin embargo, la empresa de nuestros tiempos le exige ambas cualidades a sus directivos, quienes deben enfrentarse tanto con hombres como con cosas, y sintetizar las hondas intuiciones del humanismo con la brillante claridad de los números, haciendo comparecer la convergencia entre técnica y cultura. Una dificultad que no favorece esta síntesis tan necesaria es la división y aislacionismo entre humanidades y técnicas que aqueja a la sociedad moderna. 

La técnica, que es útil para la transformación del mundo, resulta inútil para el cambio de la persona individual e insuficiente para su conocimiento. Puede proporcionar una visión “monoscópica” del ser humano, pero no “estereoscópica”, como las ofrecen las humanidades y es demandada por la sociedad abierta y plural. La acción directiva, en contraste, hace una referencia estrechísima al sujeto que la ejerce y -esto es más importante- no se realiza sobre objetos o cosas, sino sobre otros sujetos quienes, en todo caso, se remitirán a los objetos. Por esta razón, no es posible acceder a la esencia de la dirección como actividad humana más que por la senda de las humanidades, que versan precisamente sobre los temas centrales del hombre. 

Conviene insistir, no obstante, que la esencia del management no conduce a una opción por los aspectos humanísticos de la organización en desmedro de los aspectos técnicos, sino a una síntesis entre las humanidades y la técnica. Esta resulta impracticable desde la técnica. Lograr que la persona sea considerada como persona, pero tratada dentro de un sistema racional establecido, o instaurar un sistema racional sin desplazar o ensombrecer el carácter único de la persona, es la función sintética que le corresponde actualmente a la dirección de empresas. Tarea que, a su vez, reclama superar una visión del hombre principalmente centrada en la materia, para dar cabida y predominancia a otra enfocada en su dimensión espiritual. Recordar, que el desarrollo humano y el crecimiento económico son, básicamente, frutos de la libertad del espíritu humano.

*Álvaro Pezoa Bissières es director Centro Ética Empresarial ESE Business School.

Deja un comentario