Una revolución de videojuego
Pensemos en qué ocurriría si el gobierno viera aprobadas sus principales reformas. Nos daríamos cuenta de que nada importante está en sus manos. El precio para verlas aprobadas es que queden reducidas a su más mínima expresión.
El legado de esta administración será inusualmente acotado. Será el gobierno menos realizador comparado con cualquiera de los anteriores de centroizquierda, tanto en cantidad como en profundidad de las reformas emprendidas y aprobadas.
La administración Boric se singulariza por su retórica y por la amplia distancia entre sus dichos y sus hechos. Su especialidad es la imagen, no la realidad.
En igual tiempo, Patricio Aylwin ya tenía aprobadas su reforma tributaria y la reforma laboral en el primer año. Esto acompañado de un fuerte crecimiento económico, con una violencia política en remisión y sin violencia social. El resultado se explica, en parte, porque al preparar el ejercicio del poder con tiempo, los equipos y las principales iniciativas legales ya estaban prefigurados antes de la instalación oficial.
Esa administración contó con una especie de año cero agregado, por lo cual partió gobernando y no preguntando dónde estaban las cosas.
En cambio, este gobierno se le recordará por los gestos reiterados a su audiencia más convencida y, curiosamente, por los avances institucionales y en políticas públicas en materia de seguridad. Un logro inesperado incluso para quienes llegaron a La Moneda hace casi un año y medio. Lo demás es continuidad.
Improvisar no es gratis. Aquí, primero fueron nombrados los ministros y estos iniciaron la gestión dotándose de un plan de trabajo que no existía. Marcel es el caso más típico, porque los meses iniciales, los mejores, los dedicó a preparar la reforma tributaria, una gran desventaja para su tramitación. Entró atrasado.
Si nos preguntamos cuál es la reacción más típica que provoca la administración Boric en la derecha puede encontrarse varias palabras referidas a un actor en crisis: exasperación, enojo, suficiencia, afán de verlo sometido a sus exigencias, etc. Lo que no verá es la sensación de peligro. La oposición espera poco del gobierno, pero todavía cree menos que algo importante pueda implementar que ponga en riesgo sus principales intereses. Asusta lo que se caiga, no lo que pueda botar.
La derecha vive esta administración como una larga espera para el retorno al poder.
Nosotros, que no es que nos queramos tanto
Las suerte parece echada y. sin embargo, este es un año en el que vivimos en peligro. La polarización, como los ríos, nos amenaza con desbordes.
Lo característico de una relación política reacia al diálogo es que cada uno le dice al otro cómo ha de comportarse y ninguno ofrece un gesto que posibilite un acercamiento efectivo. Nadie se cuestiona cómo está actuando y sigue igual.
Se sabe cuándo el diálogo se estanca porque todos los mensajes públicos se dedican al núcleo de apoyo propio, con prescindencia de que esté formalmente dirigiéndose al adversario. Es un monólogo disfrazado de diálogo.
Como se simula dialogar, no se avanza, el descontento crece y es la radicalización la que gana terreno. Por eso es importante la aparición de auténticos promotores de acuerdos, los que pueden provenir, en la oposición, de RN y, en el gobierno, del comité político. El estancamiento es peligroso, más cuando pocos lo ven.
Que la oposición promueva el desgaste del gobierno por hostigamiento, tal como lo hace Republicanos y la UDI, no es algo que se entienda. El apoyo del oficialismo está reducido a su núcleo duro, desde donde es difícil seguir descendiendo.
De la polarización continua lo que sale perjudicado es la gobernabilidad y, sin asegurar la estabilización del sistema democrático, se puede ganar elecciones, pero no asegurar un mejor gobierno. Quien siembra viento, se hace parte de la cosecha.
Todos están por apoyar al gobierno, pero algunos solo al que viene
Cuando los liderazgos más visionarios de cada sector guardan silencio, el relevo lo toman los tácticos y su especialidad consiste en la polarización. El vacío de conducción nos está llevando a una peligrosa espiral de conflictos.
Las inconsistencias de gobierno y de oposición nos están volviendo a poner en peligro, porque cada cual está cortejando a su núcleo duro y eso lo hace trabajar a favor de una mayor violencia verbal, pero nadie dijo que se fuera a quedar allí.
Muchos se comportan como niños jugando a la pelota en el living de la casa y siguen así porque aún no se rompe ningún jarrón. Pero eso es producto del azar, no de la responsabilidad colectiva. Y en política lo que se rompe no son jarrones.
Tomemos en cuenta lo que no pasa. Cuando se avista una mínima posibilidad de acercamiento, el intercambio de opiniones se focaliza en la materia que se quiere consensuar. Cuando esto no parece posible, el discurso que predomina es el identitario en ambos lados. Boric saluda y golpea, la oposición negocia sin negociar. Desde hace tiempo estas no son salidas de libreto, es el libreto mismo.
De la inconsistencia nada bueno puede salir. El gobierno tiene discurso de izquierda, práctica de centro y lentos movimientos conservadores. Por eso no asusta por lo que pueda hacer, sino por lo que está dejando de hacer.
A la derecha le ha hecho mal sentirse como ganadora anticipada, porque está más interesada en sus disputas internas entre candidatos presidenciales, entre partidos y al interior de los partidos. Su mundo se ha ido achicando.
Le perdió el susto a la izquierda y por eso dejó de tener disciplina. La responsabilidad se tomó vacaciones. Los más gritones levantan aún más la voz, convencidos de estar dirigiendo algo, cuando en realidad es el liderazgo lo que falla.
No creí que llegaría ese día, pero hay que decir que la reaparición de Sebastián Piñera es una buena noticia. La disputa por el poder entre Republicanos y la UDI se estaba volviendo rutinaria. No se llega a la presidencia del país preguntándole al espejo quién es más duro, sino quién responde mejor a las necesidades de la nación. Los que se están negando a alcanzar acuerdos aceptables, o no pueden convencer a los propios de que trabajen para lograrlos, muestran una falla decisiva.
Creo que la elección en RN es más importante de lo que parece. Si RN sintoniza con un candidato y ambos con un programa, son un socio potente para los acuerdos y los acuerdos son buenos para Chile. El espacio vacío es el de los moderados asegurando gobernabilidad desde ambos lados de la cancha. Hará que la centroizquierda despierte, aunque de remolones habrá que hablar otro día.
La mejor estrategia de los Republicanos está naufragando en el Consejo Constitucional. Saben lo que tienen que hacer, pero no lo están haciendo por la incontinencia de sus fundamentalistas. Parece que dialogar no es la especialidad de la casa y si no lo es, no sirven para gobernar.