Diego Seeman: Economía digital: justicia, regulación y libertad
El proyecto del gobierno de regular la economía digital deja muchas interrogantes. La principal de ellas es cómo lograr un sistema de tributación justo, pero que no atente contra la libertad y el desarrollo que ofrecen este tipo de empresas tecnológicas al país, ni tampoco constituya una competencia desleal a los negocios tradicionales.
Frente al proyecto de modernización tributaria que el gobierno presentará en septiembre, que incluye una regulación impositiva para la economía digital, cabe preguntarse en qué medida las empresas traspasarán los nuevos costos a sus usuarios y si un gobierno, en teoría pro-libertad económica, debería, en pos de emparejar la cancha, subir los impuestos a este tipo de empresas o, en cambio, bajárselos a las tradicionales. Un análisis más profundo, por otro lado, tendría que llevar a preguntarnos qué forma y nivel de regulación se debe tener en esta economía del siglo XXI que ha cambiado el paradigma con que las personas compran, se entretienen, se transportan o trabajan.
Dirk Pilat señala que se pretende normar una sociedad y una industria mucho más avanzada tecnológicamente con una regulación obsoleta.
Dirk Pilat, director adjunto de Ciencia, Tecnología e Innovación de la OCDE, ha acuñado un nuevo término, el de la “Industria 4.0 con regulación 1.0″. Señala que se pretende normar una sociedad y una industria mucho más avanzada tecnológicamente con una regulación obsoleta. ¿Podrán algún día ponerse a la par? Pilat indica que será sólo a través de políticas supranacionales “que sepan comprender los nuevos modelos de negocio nacidos de la era digital”.
Un sistema tributario debe ser por definición justo y simple, no dar lugar a enredos ni a competencias desleales. Los negocios “tradicionales” enfrentan actualmente desventajas derivadas de la regulación existente frente a los digitales. Por eso se hace necesario regular y reglamentar este tipo de negocios, siempre considerando las distintas variables de cada mercado.
Por esto mismo, una de las aristas que hay que considerar en el Chile de hoy es la inutilidad de un tipo de regulación que está destinado sólo a regular mercados que poseen barreras de acceso altas, con el fin de proteger a los proveedores que ya están dentro de éste. Estos obstáculos deben ser eliminados de la regulación tradicional pues los avances tecnológicos han provocado su colapso evidente. Es, por ejemplo, lo que sucede en el caso de Uber y las licencias de los taxis. El alto monto de la patente que pagan los taxistas al incorporarse al mercado está diseñado fundamentalmente para evitar que otros se incorporen tan fácilmente a éste. No obstante, la tecnología va por delante y la barrera se hace cada vez más difusa, mientras la reglamentación respectiva más inútil.
La regulación debe tener siempre en cuenta los beneficios sociales que genera la actividad.
Otro aspecto a considerar es que la regulación debe tener siempre en cuenta los beneficios sociales que genera la actividad. En ese sentido, una regulación mínima a servicios que le añaden valor a la sociedad como el caso de Uber o Amazon sería óptima, mientras que a otras aplicaciones que solo dan una plataforma nueva a servicios que ya existen, como es el caso de Despegar, la tasa impositiva debiese ser mayor y las reglas más estrictas, con el fin de equipararlos con las empresas tradicionales de esa industria.
Hoy por hoy, empresas como Netflix, Spotify o Uber no han llegado a ser grandes siguiendo la receta tradicional de las empresas de su sector. En cambio, han generado un nuevo modelo de desarrollo en sus áreas basado muchas veces en la libertad y en el servicio personalizado que ofrecen a sus clientes. Es, precisamente, la creatividad dejada en libertad la que provoca que paulatinamente vayan quedando fuera del mercado empresas que venden un CD con solamente 15 pistas de audio y sobrevivan aquellas que te ofrecen toda una biblioteca musical con millones de canciones, sea donde sea que tú estés. Mientras tanto, otra industria evoluciona: de alquilar películas individuales a entregarte un catálogo online diverso en la palma de tu mano, tu televisor o computadora.
La economía digital ha roto las reglas existentes en la forma de hacer negocios, ganándose la preferencia de los consumidores y generando nuevos polos de desarrollo. Es por esto que la clave está en avanzar en la regulación adecuada. A fin de cuentas, es el Estado y sus regulaciones quienes deben adaptarse a las nuevas realidades de cómo las personas consumen y no las empresas digitales a sus disposiciones arcaicas. Mal que mal, ellas ya dieron el paso adelante en lo que se refiere a conquistar clientela. Ahora le toca al Estado modernizarse o quedarse atrás. Como casi siempre.
FOTO: SEBASTIAN BELTRÁN GAETE/AGENCIAUNO
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Investigador ANEPE. Académico Escuela de Gobierno U. Central. PhD U. Carlos IV, Praga, República Checa
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