En Chile los vocales de mesa son sorteados, cada candidatura tiene la opción de poner un apoderado en la mesa (por las 10 horas que debe estar abierta), el padrón es público y el voto se debe cantar a viva voz. En consecuencia, durante las elecciones es posible seguir las preferencias voto a voto, y contrastar el cómputo del Servel con los que lleva cada comando. En caso que un apoderado tenga dudas respecto a un votante, puede solicitar la presencia de un grafólogo, para verificar su identidad. Es decir, se trata de un proceso completamente abierto y transparente, con lo que da certeza de su fidedignidad. 

Es en ese contexto que, con la irresponsabilidad que lo caracteriza, el señor Gonzalo de la Carrera, diputado de la República, ha tratado de sembrar un clima de desconfianza hacia el proceso, el que no favorece en nada al buen clima democrático y la confianza institucional. Esta última, tan dañada desde la vereda del frente a través de teorías conspirativas absurdas, como la que postulaba que el Gobierno de turno restringió el transporte público para la segunda vuelta electoral. Estas estrategias contribuyen a extremar posturas, generando que disputas electorales se transformen en disputas entre buenos y malos y exacerbando los ánimos. Pero también produciendo una atmósfera de desconfianza institucional.

Es un hecho que el Servel no tiene depurado el padrón y que en él existen difuntos habilitados para votar. Pero esto se trata de un error irrelevante y que en nada afecta la elección, ya que se soluciona contrastando a cada votante con su carnet de identidad. Para eso hay vocales aleatorios y la posibilidad de apoderados en cada mesa. Son estos mismos los garantes del proceso. 

Por otro lado, para quienes hemos realizado activamente campañas por el Rechazo, flaco favor nos genera el señor De la Carrera con los votantes indecisos al asociar la campaña del Rechazo con grupos de ultraderecha, con fuertes lógicas de teorías conspirativas y alejados del sentido de realidad. 

¿Por qué Gonzalo de la Carrera hace este daño? Existen dos posibilidades: la primera es que busque figuración personal, estando dispuesto a infringir un doble daño a Chile: (i) fomentando la desconfianza institucional y (ii) dañando la postura que él dice defender, y que, por lo mismo, debiese creer que mejor le hace al país. La segunda opción es que realmente lo crea, tal como un grupo de chilenos que son una minoría, probablemente un subconjunto de la votación de José Antonio Kast en primera vuelta. Es decir, en ningún caso más de un cuarto de la población. Apuntar a estos grupos no aporta en nada a la campaña del Rechazo, pues todos son su votación más dura. La segunda posibilidad, creerlo realmente, señalaría lo distorsionada que está la percepción del Diputado de la realidad.

Es cierto que se puede “jugar al empate”: el Gobierno y alcaldes oficialistas le han hecho un tremendo daño a la democracia y la institucionalidad ignorando completamente a la Contraloría, generando la sensación de que es un ente irrelevante. El Presidente Boric señaló: “Yo no estoy de acuerdo con el criterio de Contraloría por la acusación en contra de Giorgio Jackson”. El Presidente no tiene nada que opinar respecto al criterio de quien debe fiscalizar a su Gobierno, tratando de relativizar las instituciones democráticas, las que tiene el deber de acatar. Evidentemente, es dañino para la democracia y la institucionalidad el generar la percepción de que la entidad fiscalizadora es una institución de poca relevancia e impacto, cuyos criterios son opinables y discutibles por los fiscalizados. Las palabras de la alcaldesa de La Pintana, Claudia Pizarro (“que pare el hueveo” -la Contraloría-), son de una gravedad institucional absoluta. Pero jugar al empate es mediocre. Por tanto, más que preocuparse de equiparar las cosas, lo importante es focalizarse en hacerlas bien. Posturas como las de Gonzalo De la Carrera no debiesen ser toleradas en el arcoíris del Rechazo. 

*Andrés Larraín es ingeniero civil.

Deja un comentario