Tras los acontecimientos de la semana pasada hemos confirmado que el gobierno definitivamente no es lo que debe ser. El viernes 11 de agosto el ministro de Desarrollo Social renunciaba a su cargo supuestamente por “el bien del país”. La verdad es que lo hacía porque todo hacía parecer que los votos para la acusación constitucional estaban disponibles, con lo que podía quedar inhabilitado por cinco años, lo que lo dejaba fuera de la única fuente de ingresos por él conocida, el Estado.
Tras esta salida y por presiones de la opinión pública el gobierno ejecutó el ansiado cambio de gabinete que no resultó ser más que algunos movimientos en las “sillitas musicales”. Salió el ministro Ávila, quien había sido defendido más allá de lo posible por personeros del gobierno, para no dejarlo caer por la acusación constitucional. La verdad es que era absolutamente indefendible y la defensa corporativa gubernamental quedó en evidencia como algo inmoral y escandaloso. Pero este error no es nada al constatar que en su lugar se puso a Nicolás Cataldo, antes cuestionado para asumir en Interior por sus dichos. Hoy parece ser que éstos ya no importan, ya que de educación se trata. Los dichos impresentables del ahora ministro de Educación contra carabineros, contra las mujeres y otras, ya no importan… total toma un ministerio “menor”. Lo cierto es que no es un ministerio menor, es la esencia de todo potencial progreso país y preocupa que esta cartera quede en manos de un comunista, que no sólo se lo conoce por malas frases, sino por abiertamente defender públicamente el defalco de la clínica Sierra Bella. Simplemente impresentable, lo que demuestra que el gobierno definitivamente no es lo que se espera y menos lo que se necesita.
En otros ministerios los cambios fueron menores y se reemplazó personajes de poca monta, por otros igual, lo que deja en evidencia la falta de capacidad de recambio del gobierno, la falta de muñeca y la total falta de apoyo de quienes son considerados como elementos de valor en el mercado laboral. En Cultura, no estuvo, ni ha estado ausente de polémica. A este gobierno, a esos que en pocas horas obligaron hacer caer al ministro de Cultura de Piñera por sus viejos dichos, hoy hacen vista gorda y abiertamente rasgan vestiduras por el hecho que la opinión pública levante y ponga sobre la mesa las declaraciones y acciones pasadas de las nuevas autoridades. Para ellos, sin duda había que escrutar el comportamiento ajeno, pero no el propio. El deber ser es para otros, no para ellos. Simplemente no son lo que se debe.
Lo que sí es cierto es que el cambio de gabinete mostró la pérdida del poder de Revolución Democrática, la que en la práctica perdió todo poder. Esto hizo que personeros vinculados a este partido, dieran un paso al costado hoy. No lo hicieron frente a los escándalos que los vinculaban con monumentales robos, lo hacen ahora cuando ya no tienen poder. Les escandaliza no poder controlar, no les escandaliza el robar. Todo esto demuestra que distan mucho de ser lo que debieran ser. Son simplemente algo alejado del bien para país y por tanto el origen tal vez de gran parte de los problemas país.
Winston Churchill decía que “el primer acto de corrupción es aceptar un cargo para el que no se está preparado” y en el caso del gobierno actual simplemente no dan el ancho, por lo que desde el comienzo el origen es espurio. No se puede progresar como país siendo guiados por mediocres. Y simplemente eso es lo que nos pasa como país. Simplemente no son lo deseable, lo esperable, ni lo emulable. Son precisamente lo que se debiera evitar, lo que habría que erradicar y nunca emular. Sin piso moral y sin piso experiencial. Pareciera ser que el gobierno está en las cuerdas, lo que deja en evidencia que el nuevo gabinete no fue el terremoto político necesario para afrontar los errores y pecados, sino la vía para perpetuarlos. Simplemente no son los adecuados, ni los que lograrán nada para mejorar a Chile.