El lunes 30 de noviembre me tocó participar en un debate sobre liderazgo y educación, organizado por el DUOC UC, al que asistieron más de 400 de sus alumnos que destacan en actividades sociales, de voluntariado o deportivas. El panel lo componíamos también jóvenes de distintas edades: los diputados Jaime Bellolio y Giorgio Jackson, y la presidenta de la FECH, Valentina Saavedra. En mi caso asistí como coordinador de Republicanos. El panel fue moderado por el periodista Matías del Río.

Este tipo de encuentros resultan particularmente valiosos y merecen un especial reconocimiento. Así como ésta, muchas otras fundaciones, colegios, universidades, centros de alumnos y diversas instituciones organizan seminarios, debates, congresos o programas de formación, para tratar distintos asuntos de interés nacional en un verdadero programa de “educación cívica”, que surge de manera espontánea gracias al impulso del interés ciudadano y la iniciativa social sin necesidad de complejos planes ministeriales o millonarias (además de breves e ineficientes) campañas comunicacionales del gobierno.

Al final del debate un estudiante del público me hizo el comentario de que si bien éramos jóvenes, le llamaba la atención que pensáramos tan distinto y discutiéramos como si fuéramos parte de la “vieja política”. Me quedé pensando en su afirmación y le respondí que la diversidad de opiniones en política era algo valioso. La democracia acepta y exige la diversidad de posturas, así como la resolución de las diferencias de manera civilizada y pacífica. En este caso, si pensábamos distinto respecto a cosas importantes de la persona o la sociedad, es precisamente porque veíamos a Chile de manera distinta y que soñamos diferentes futuros para el país.

Sin ir más lejos, los estudiantes que participaron del debate pudieron ver dos formas opuestas de enfrentar un mismo problema, tal como el financiamiento estudiantil. Por un lado, los jóvenes de izquierda insistieron en financiar a todos los estudiantes, ricos y pobres, con los recursos estatales en ciertos lugares. Por otro lado, los de centroderecha sostuvimos que los recursos de todos los chilenos debían destinarse a los estudiantes más vulnerables estudien donde estudien y cumpliendo requisitos iguales para todos. Sencillamente porque estamos convencidos de que Chile tiene todavía muchos problemas sociales y debemos destinar los recursos, siempre escasos, precisamente a apoyar a los que tienen menos, los que no disfrutan de una salud como corresponde, los que tienen postergados sus anhelos de vivienda digna, los que no están pasando bien sus últimos años de vida.

La diversidad de opiniones es algo fundamental para una democracia moderna. En algunos casos habrá consenso y en otros no, pero un acuerdo fundamental, al que podríamos denominar “consenso cívico”, es el respeto por el que piensa distinto, la valoración de la posición ajena y la capacidad de sentarse a discutir con argumentos y sin descalificaciones. Algo así vimos el lunes, donde se enfrentaron posturas muy diferentes, pero expuestas en un ambiente de amistad cívica, de respeto y tolerancia, donde al frente se ven adversarios pero no enemigos.

Ojalá todos los debates o foros universitarios tuvieran el grado de participación y deliberación que tuvo el encuentro del pasado lunes. Nos seguiremos enfrentando a Giorgio Jackson y a Valentina Saavedra, así como contaremos con el espíritu de equipo y capacidad de personas como Jaime Bellolio. Lo haremos con respeto y espíritu cívico. Lo mismo para la discusión pública nacional tan acostumbrada a la descalificación, el ataque personal o la falta de argumentos, que con tanta razón distancian entre otras cosas a la ciudadanía de la política. Lo que necesitamos es más política, más ideas, honestidad y valentía en defenderlas y promoverlas, pero el “ambiente” en que la discusión se dé termina siendo muy relevante para la democracia misma.

 

Julio Isamit, coordinador general Republicanos.

 

FOTO: PABLO OVALLE ISASMENDI/AGENCIAUNO

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