No ha sido fácil para el gobierno de Gabriel Boric elaborar la cuenta pública que rendirá el Presidente en unas horas más. Si para cualquier gobierno esta es una instancia que brinda una ocasión para resaltar logros y hacer promesas, para el actual cuya prioridad y ventaja está en el decir más que en el hacer, se trataba de una oportunidad de oro.
No hay que olvidar que en la cuenta pasada, a menos de tres meses de iniciado su mandato, Boric anunció el plan “Gas a precio justo”. Lo que supimos la semana pasada al respecto, que da cuenta de la pueril gestión de su gobierno, así como de su confusión entre lo importante y lo efectista, le puso una primera mancha a la cuenta pública de este año.
La falta de logros en las dos cuestiones que más importan hoy a la ciudadanía: orden público e inflación, llevó a los ágiles de La Moneda a una desesperada búsqueda de anuncios populares. El problema estructural que enfrentan para ello es que su obstinación en mantener sus proyectos y reformas sin renuncia ni transacción alguna, no conversaba con la realidad política determinada por la nueva correlación de fuerzas en el país, dada la necesidad de contar con algunos votos opositores. Marcel había fracasado en su propuesta tributaria; la radical reforma de pensiones que refundaba el sistema incluyendo reparto, no era tragable por la oposición; la agenda de seguridad avanzaba a tropezones por la negativa a aceptar un fortalecimiento de las facultades de las policías para enfrentar la delincuencia. La cuenta amenazaba, así, con reflejar una triste realidad.
La decisión entonces fue recurrir a lo que este gobierno sí sabe hacer: la impostura. Los anuncios surgirían de “una nueva forma de diálogo”, donde sólo se conversa con los que están previamente de acuerdo. Se logró así un acuerdo para subir el salario mínimo gradualmente a 500 mil pesos mensuales, “acuerdo” con que las Pymes (tradicionales interlocutores) no estaban de acuerdo. Pero se presentó como tal y hace dos días se votó en el Congreso obteniendo la mayoría necesaria. La ministra del Trabajo Jeannette Jara se llevaba los aplausos. La misma ministra intenta llegar a un acuerdo con la oposición por la reforma de pensiones, pero se le atravesó un problema: su subsecretario Christian Larraín, quien sí sabe del tema, declaró públicamente que para llegar a acuerdos era necesario retirar del proyecto algunas cuestiones, mencionando la más obvia; las cuentas nocionales, rechazadas por la mayoría ciudadana que quería cuentas de verdad (con dinero) y no nocionales (sin dinero y con sólo un registro contable que no sirve para comprar).
Según ha trascendido, la ministra no le habló más a su subsecretario y el viernes pasado sorpresivamente se anunció que el Presidente Boric había aceptado la renuncia del subsecretario. Sin embargo, la valentía de éste que le pidió reiteradamente a Jeannette Jara las razones de su petición de renuncia, frustró el plan de la ministra comunista. Ella le dice que tiene una denuncia de acoso sexual contra él. A la tercera insistencia de Larraín por precisar el cargo, ella responde que “… no te vamos a decir quién es, pero es por uso de lenguaje de connotación sexual, o algo así, inadecuado en público”.
Después, se desliza desde el oficialismo que la denuncia proviene de la asociación de funcionarios, cuestión que ellos mismos desmienten ante el diario La Tercera.
Así las cosas, la única explicación a este vergonzoso incidente sería que la ministra o su entorno fabricaron una denuncia falsa contra Larraín para sacarlo del camino, o acogieron una sin fundamentos ni posibilidad del acusado de defenderse. Mostrando una vez más su ignorancia en materias laborales, Jara señaló que abriría un sumario a Larraín, en circunstancias que ya no es funcionario por lo que no procede.
De ser esto lo que sucedió, la ministra comunista se pasó tres pueblos en su actuación con Larraín, pues esta forma de operar tiene un solo calificativo preciso: “estalinista”. Imposible anunciar un acuerdo en pensiones durante la cuenta pública después de esto y no sólo eso: imposible para la oposición llegar a un acuerdo con la ministra en cualquier materia sin aclarar este caso como lo anunció ya la bancada de la UDI.
Para más confusión, Marcel declara que Larraín hizo un gran trabajo en la reforma de pensiones. La escuálida cuenta pública recibe eso sí un nuevo ingrediente: se hace trascender que incluiría anuncios en materia tributaria. Hasta donde sabemos, estos anuncios no son acuerdos, ni con parlamentarios de oposición ni con líderes empresariales. Menuda cuenta pública y la nueva forma de diálogo del gobierno.