Por fin llegó el día esperado y la Corte de la Haya dio su fallo: muy contundente y contra los intereses de Chile. Es cierto que este es solo un primer paso de un proceso que ahora se inicia, ya que el fallo se circunscribe a rechazar la objeción chilena y a declararse competente ante la demanda boliviana. En forma clara (14 votos contra 2) y sin letra chica.

Empezó ya el desfile de las opiniones y vaticinios. Muchos, hasta ayer, declaraban que la Corte falla siempre ajustada a Derecho. O bien, que este es un pequeño traspié para Chile y que no tiene trastornos mayores para el proceso.

Falso en ambas instancias. Es sabido que la Corte de La Haya, por su raigambre jurídica anglo-sajona, falla siempre, o casi siempre, en equidad y no en derecho. De allí deriva el entusiasmo de los que se sienten afectados en acudir a ella, fabricando pacientemente los casos, porque saben que siempre sacarán algo en limpio.

Así ocurrió en el reciente caso Chile-Perú, donde todas las declaraciones de las autoridades chilenas de la época y de los expertos (percibiendo jugosos honorarios) eran triunfalistas. Perdimos un trozo de mar y, hasta el día de hoy, el tema no se ha cerrado porque emergió un “sub-tema” que es el triángulo terrestre, justo en la frontera, que aún es objeto de litigio. Amén de esperar que Perú cumpla con las obligaciones emanadas del fallo de ese momento.

Aun antes, pocos meses antes del fallo Chile-Perú, se pudo ser testigo del fallo Colombia-Nicaragua, cuyo resultado no se apegó al derecho, sino más bien a una curiosa interpretación “equitativa” para delimitar las aguas marítimas. A consecuencia de esto, Colombia desconoció el fallo y se retiró del Pacto de Bogotá, sin consecuencias adversas que se conozcan, ni en ese momento ni ahora.

Ese quizás era el momento de darse cuenta de cómo venía la mano. Pero la diplomacia del momento (muchos actores siguen siendo los mismos) miró para el lado y siguió insistiendo en que se esperaba un fallo en derecho. Con los resultados que se conocen y las declaraciones que podemos encontrar en las hemerotecas. Ahora, la historia se repite.

¿Cuál es el problema? Porque ya es segunda vez que tropezamos con la misma piedra.

Una falla en la sintonía fina de entender cuál es el trasfondo y los elementos que dan impulso a la demanda Boliviana. (Mismo caso con Perú).

Evo Morales construyó hábilmente su caso. Entendió que a principios del siglo XXI hay otros elementos (nuevos y otros subyacentes) que impulsan casos de este tipo. La demanda boliviana no es nueva: es histórica. Lo que hizo Morales fue transformarla de una manera que sintonizara mejor con las sensibilidades de una Corte como La Haya y de una comunidad internacional cada vez más dada a solidarizar con los más débiles y los desposeídos (el caso de los refugiados sirios en Europa hoy es un excelente ejemplo de esto).

Así, trabajó pacientemente y contratando a los mejores expertos disponibles para llevar su demanda a buen puerto. Cierto es que con el presente fallo comienza una carrera que tomará entre tres y cinco años. Él tiene tiempo, máxime si consideramos que lo de hoy le da impulso a su anhelo de un cambio constitucional que le permita continuar siendo reelecto.

Es decir, un populista de la diplomacia vecinal, de estos que, por lo general, consiguen lo que quieren. Para lograr su meta, Morales buscó aliados. Incluso en Chile. Conocida es la posición y declaraciones del candidato presidencial Marco Enríquez-Ominami a favor de Bolivia, así como las de otros parlamentarios y personeros de la izquierda chilena. Tuvo también el apoyo cerrado de países del ALBA y, “last but not least”, el apoyo explícito, en pro del diálogo y la búsqueda de una solución definitiva, del Papa Francisco.

Sobre este último me quiero detener algo más: no es cierto que las giras del Papa Francisco sean eminentemente pastorales. Ellas siempre llevan, en forma implícita o explícita, un mensaje político. Lo fue así en su viaje a Bolivia y lo está siendo así en su presente viaje a Cuba y los EEUU. No es, por lo demás, el único Papa que sucumbe a la tentación de “lo político”, ya que, por ejemplo, Juan Pablo II fue un importante actor para lograr la caída del Telón de Acero en Europa. El añadido es que la diplomacia vaticana es sigilosa y dispone de toda clase de aliados y tentáculos. Y nunca se puede estar seguro de qué hilos se están moviendo y quiénes son los interlocutores de privilegio. Punto importante para Evo es el contar con este aliado, quizás el más valioso de todos, ya que es difícil negar, en el escenario mundial actual, la fuerza moral que acompaña el accionar del Sumo Pontífice. En este ámbito, la diplomacia chilena no previó, no planificó y no analizó. Basta leer las declaraciones de sus más altos personeros al respecto.

Lo que parece inteligente, en esta etapa, es cambiar de táctica. Entender que La Haya no falla de acuerdo a derecho, sino bajo su concepto de equidad. Creer que es un tribunal imparcial también es falso, puesto que ya el concepto de equidad abre la puerta a lo subjetivo. El eventual fallo definitivo será un quebradero de cabeza, ya que nos obligará a negociar dentro de plazos prudentes y con un final cierto. Cualquiera que éste sea. Más presión para Chile, ya que el tiempo en la Corte no hará más que beneficiar a Bolivia, que tiene mucho que ganar y nada que perder, y cuya causa, populista y emocional, sintoniza muy bien con la opinión pública global, cada vez más proclive a opinar y buscar soluciones a los diversos conflictos que se suscitan a diario. Basta revisar las noticias para darse cuenta de ello, para concluir que el populismo y el victimismo dan muchos réditos, en especial a quienes opinan desde la distancia. Una especie muy moderna, e internacional, de reality show.

Quizás sea también necesario abrir el debate interno a nuevos actores. Los que hay han fallado en su accionar, en sus declaraciones y en sus predicciones. Existen en el medio local opiniones discordantes que, ahora más que nunca, es necesario escuchar. No puede ser que un tema de esta naturaleza e importancia esté en manos de un coto cerrado que no ha dado los resultados que se han “declarado como los deseables”.

Cuando Chile sufrió la derrota en el caso peruano, no existió un proceso de análisis y autocritica; ¿por qué se falló?, ¿qué se hizo mal? Nada. Y ahora se repite el mismo escenario con, virtualmente, los mismos actores.

Por último, anotemos que todos los gobiernos se han visto tentados a “solucionar el problema con Bolivia”. Todos han fallado, abriendo el apetito altiplánico de manera exponencial. Hoy mismo, en La Paz, Evo Morales ha proclamado “volver al Océano Pacifico con soberanía”. No basta pensar que si en algunas conversaciones fallidas no se dejó el rastro de “documentos oficiales”, éstas no existieron. Siempre se podrán probar, ya sea por minutas informales, por bitácoras personales o por recortes de prensa. De estas “ocasiones” deriva el reclamo boliviano basado en “derechos expectaticios”. Escollos que serán muy complicados de resolver para la defensa chilena, en especial si se insiste en abordar este tema bajo un prisma errado.

 

Enrique Subercaseaux, ex diplomático y gestor cultural.

 

 

FOTO:CRISTOBAL ESCOBAR/AGENCIAUNO

Deja un comentario