A estas horas la cantidad de muertos supera el centenar en las acciones militares en el enclave de Narbono-Karabaj que ha emprendido la República de Azerbaiyán. Como se sabe, el origen mediato de este problema se suscita en las diferencias de las comunidades armenia y azerbaiyana, que encuentran su cristalización en la guerra separatista de este enclave armenio ente 1988 y 1994 y que provocó 30.000 muertos. El incordio era culpa del internacionalismo comunista, pues Josef Stalin reubicó en 1921 a armenios en el seno de la comunidad azerbaiyana con tal de equilibrar las lealtades en la antigua Unión Soviética. Dos pueblos con viejas rencillas y una historia muy compleja a lo largo de los siglos que enfrentan religiones, étnica y culturas.

En el caso de Armenia, primer reino cristiano (301 D. C.) como ha recordado la embajadora de ese país en una reciente columna en El Líbero, tuvo otro periodo de esplendor en el llamado Reino Armenio de Cilicia, ligado a la fe cristiana y su ancestro indoeuropeo (1078-1375). Armenios fueron muchos defensores de las Cruzadas en Tierra Santa, pero posteriormente el Reino Armenio fue sojuzgado por el Imperio Otomano y sometido a dura disciplina. Los armenios prosperaron dentro del Imperio como elite económica y social, pero de segunda clase según el orden jurídico islámico. Los otomanos le refregaron las simpatías pro rusas en la I Guerra Mundial.

Cuando se disolvió el Imperio Ruso, gran protector de los cristianos del Cáucaso (georgianos y armenios), los turcos quisieron aprovechar e invadir la región. La expedición militar, mal conducida, fue un desastre, pero los armenios dentro de la Sublime Puerta fueron considerados el chivo expiatorio de la derrota y bajo órdenes del ejecutivo fueron liquidados en forma masiva, dando origen al primer genocidio moderno. El constructor de la Turquía moderna, Mustafá Kemal, héroe y luego presidente de la república turca, fue partícipe activo de esta sangrienta masacre entre 1915 y 1916, y que reproducía otras matanzas de 1894 y 1896. Tan potente fue su ejemplo, que Hitler al aprobar la “Solución Final” contra los judíos, habría preguntado ¿quién se acuerda de los armenios? Bajo el régimen soviético, esa zona fue sometida a los designios ingenieriles del sovietismo para controlar con funcionarios comunistas a estos pueblos.

Por lógica consecuencia, las relaciones entre Turquía y Armenia pasan por el desconocimiento del genocidio, que produjo una enorme diáspora armenia cifrada en 11.000.000 en el exterior (Francia, Estados Unidos, Brasil, Argentina, Rusia). Mucho mayor que extensión y población de la República Armenia, apenas cifrada en cerca en 3.000.000 de habitantes.

La segunda parte de esta historia nace con la disolución de la URSS, cuando no se autorizó la inclusión de Nagorbo-Karabaj en Armenia. Su suelo es el del antiguo Reino de Armenia, con la cifra no despreciable de 200.000 armenios, pero dentro de la república soviética de Azerbaiyán, chiita y cercana a Turquía, y en menor medida a Irán. Azerbaiyán es el segundo país musulmán con más presencia de chiitas, y eso explica que la zona disputada no quisiera seguir bajo dependencia de Azerbaiyán sino de Armenia, aunque la república separatista no logró reconocimiento externo.

Desde ese momento se han vivido tensiones en 2016 y este año, que tienen como epicentro la intención de violar el estatus quo establecido por el Grupo de Minsk en 1992 (Francia, Reino Unido y Rusia), garante del cese al fuego. En estos años, Azerbaiyán ha tenido una bonanza petrolera, ha adquirido armas y equipos militares, y ha solidificado su alianza con Turquía que ha entrado en el conflicto apoyando la recuperación del enclave. Aviones, tanques y armas pesadas jalonan la agresión azerbaiyana. Armenia, como salvaguarda, cuenta con una imponente base militar rusa, lo que la excluye de agresiones directas, pero en estos tiempos se suple con mercenarios y grupos informales reemplazan a los ejércitos oficiales.

El ataque cuenta con apoyo de Erdogan, que busca revivir el influjo turco de antaño. Azerbaiyán cuenta con la simpatía iraní por su militancia chiita. Al frente está Putin, que tiene relaciones buenas con ambos países pero que no podría abandonar a los cristianos del Cáucaso. Algo que le permite seguir manteniendo la influencia en el Asia Central ex soviética donde pululan turcos, iraníes y árabes saudíes a través de la expansión del wahabismo. En suma, la campaña exitosa depende de qué hagan los rusos y los turcos en el equilibrio de esta zona: por de pronto la República del Naborgo-Karabaj podría desaparecer en un mar de sangre, de nuevo, o conseguirse un cese al fuego que apague la alarma de la comunidad internacional. Alternativas como la destrucción del gaseoducto azerí, las plantas nucleares o la invasión a Armenia parecen bastante lejanas como posibilidades que puedan tolerar los rusos.

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