Si se cumplen las expectativas de mercado, en el trienio 2014-2016 la economía chilena crecerá en torno a un magro 2% promedio. Esta cifra no puede dejar a nadie satisfecho porque el crecimiento es la base para alcanzar el desarrollo y es fundamental para continuar avanzando en la reducción de la pobreza, la creación de empleos y en mejores salarios para todos.

A principios de este año, veíamos que era factible crecer en torno a 3%, sin embargo la economía terminará creciendo nuevamente más cerca de 2%. En una columna que escribí en este mismo medio a mediados de abril, planteaba que era necesario cuidar las señales, porque el crecimiento no estaba garantizado, y señalaba también que había riesgos bajistas que no se podían desatender. ¿Qué ha pasado desde entonces? Los riesgos se materializaron: por un lado, la confianza de los agentes no solo no se recuperó, sino que por el contrario, siguió cayendo y, por otro, el escenario internacional nos mostró la peor cara del mundo emergente, con un ajuste de la economía china más brusco de lo anticipado, con Brasil en recesión y perdiendo su grado de inversión, y todo esto en un contexto en que la Reserva Federal se encamina a iniciar el proceso de alzas de tasas de interés con toda la incertidumbre que ello significa para el resto del mundo.

Pero esto ya es historia y ahora cabe preguntarse qué esperar para el crecimiento de la economía el próximo año, cuáles serán los determinantes de este crecimiento y cuál será el rol de las políticas económicas –fiscal y monetaria- para promoverlo. Con la información disponible, la economía se encamina a crecer nuevamente entre 2% y 2,5%, pero los riesgos de observar una cifra aún más baja no son despreciables. En efecto, los motores del crecimiento son escasos, el escenario internacional se vislumbra altamente desafiante y, en el escenario más probable, la política monetaria y fiscal retirarán parte del estímulo entregado este año.

Desde el punto de vista de los motores del crecimiento, cabe esperar que el próximo año los sectores transables distintos de la minería jueguen un rol más importante del que han desempeñado hasta ahora, apoyados por un tipo de cambio más depreciado que contribuirá a su competitividad internacional. En efecto, en un escenario en que la minería continuará su proceso de ajuste, las esperanzas están puestas en sectores como la agricultura, el sector silvícola, la pesca y la manufactura.

Por el lado del gasto, el consumo privado no tendrá un desempeño muy distinto al de este año. En un contexto en que el desempleo podría aumentar, la inflación se mantiene en la parte alta del rango de tolerancia de la meta de inflación, la confianza de los consumidores continúa en niveles pesimistas y el crecimiento económico sigue bajo, las familias serán cautelosas en sus decisiones de gasto, especialmente en bienes durables. Para la inversión, después de dos años de caídas proyectamos un crecimiento muy acotado, principalmente como consecuencia del arrastre de inversión pública de este año, algunos nuevos proyectos públicos y unos pocos proyectos privados. Por su parte, la inversión minera volverá a caer, aunque con menor intensidad que en los últimos dos años.

Es evidente que resulta fundamental tener alguna recuperación de la confianza de consumidores y empresarios el próximo año para observar mejores cifras para el consumo y la inversión privada. En este sentido, es clave el tipo de señales que se da al sector privado, ya que sin una recuperación de la confianza de los agentes económicos, el crecimiento se pone cuesta arriba.

Desde el punto de vista de las políticas económicas, en 2016 tanto la política fiscal como la monetaria retirarán estímulo, contribuyendo menos que en 2015 al crecimiento económico. Por el lado fiscal, el aporte del gasto público al crecimiento será menos de la mitad del de este año, como consecuencia de parámetros de largo plazo (PIB y precio del cobre) que se corrigieron a la baja y del necesario inicio del proceso de convergencia al balance estructural.

Por su parte, la política monetaria no está ayudando y probablemente no lo hará tampoco el próximo año. Que el Banco Central no haya movido la tasa de política monetaria entre la reunión de noviembre de 2014 y la de septiembre de este año no quiere decir que las condiciones financieras para empresas y personas se hayan mantenido intactas. Muy por el contrario, estas se han deteriorado según se desprende del relevante aumento de las tasas de interés de mercado, aumento explicado netamente por factores locales, especialmente las sorpresas alcistas de la inflación y el endurecimiento del discurso de la autoridad monetaria. Si a esto sumamos el incremento de 70 puntos base que ha experimentado el riesgo país en los últimos cuatro meses, el resultado es un evidente deterioro de las condiciones de financiamiento para empresas y personas, sin un movimiento de la tasa de política monetaria.

Es decir, las condiciones monetarias se han hecho menos favorables en momentos en que la economía se encuentra en una marcada fase de desaceleración que se extiende por dos años y que podría prolongarse. Es cierto que la principal razón de esta desaceleración económica no es el nivel de las tasas, pero no es menos cierto que en esta coyuntura sería de gran utilidad contar con condiciones financieras más favorables. Por su parte, de concretarse la amenaza de alzas de tasas de interés en los próximos meses, se estará inyectando un freno adicional al crecimiento del gasto privado y al crecimiento.

Por lo anterior, es necesario que la política monetaria sea conducida con prudencia, tomando en consideración la forma en que los mercados reaccionan a las señales de la autoridad monetaria y los impactos indeseados que puede llegar a tener una política demasiado agresiva en un contexto de marcado debilitamiento del crecimiento local, riesgos externos relevantes y presiones alcistas sobre las tasas de interés de mercado.

 

Hermann González, economista principal BBVA Research Chile.

 

 

FOTO: PABLO ROJAS MADARIAGA/AGENCIAUNO

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