A partir del 5 de septiembre, ¿habrían condiciones como para esperar que empiece una convergencia de posiciones entre partidarios del Apruebo y el Rechazo como para generar una nueva Constitución que una más al país? Es decir, un texto que, en un plazo razonable (6 a 9 meses), al plebiscitarse reciba más del 75% de Apruebo, como fue el caso de la última de Francia (83% en 1958) o España (con 88% en 1978). ¿Por qué no proponernos algo semejante?

Hoy no parece que estén a la vista esas condiciones. Pero, ¿no podríamos empezar a generarlas? ¿Cómo? ¿De qué depende? Creo que sí puede soñarse con construirlas. Pero hay que plantearse la pregunta, buscar respuestas, escoger un camino y empezar a recorrerlo ahora. No debiéramos esperar los resultados del 4 para iniciar esa tarea; hay que comenzar hoy.  

Las posibilidades de diálogo entre las partes opuestas después del 5 dependerán no sólo de quién gane sino de cómo gane. No sólo de la diferencia de votos, sino de cómo haya sido la campaña. De que cada bando tenga un respeto mínimo por el contrario. De que el ganador tenga respeto por el perdedor. Que este último considere que quien ha ganado obtuvo su triunfo legítimamente y no con abusos, mentiras o trampas. De esas cosas dependerá que tengamos una Constitución que nos empiece a unir. Por este motivo se hace tan preocupante la intervención tan activa del Presidente y el Gobierno en favor de una posición para el 4/9.

El Maestro budista Thich Nhat Hanh, nominado por Luther King para el Nobel de la Paz por su participación en la búsqueda del fin de la guerra en Vietnam y que prosiguió trabajando después juntando a palestinos y judíos a dialogar, distingue cuatro condiciones para el encuentro entre bandos opuestos (El arte de comunicarse, Harper, 2013).

Uno, digamos siempre la verdad. No basta no decir mentiras. No repitamos algo que sospechemos puede ser falso. Corrijamos en cuanto sepamos que hemos afirmado algo erróneo. Recordemos que lo que creemos verdadero podría estar equivocado; es sólo lo que nosotros percibimos y entendemos. Mentir es peligroso y dañino, porque el contrario o terceros pueden descubrirlo. Y eso destruirá instantáneamente la credibilidad y la confianza en quien mintió u ocultó algo. Esa destrucción de la confianza terminará las posibilidades de relacionarse y entenderse con el otro.

Dos, no exageremos. Refrenémonos de participar en el circo romano que buscan crear algunos periodistas y muchos participantes en las redes sociales de magnificar polémicas y conflictos. No caigamos en el juego de “sacar palabras”: “que él dijo X, ¿qué le responde Ud?”. A menudo eso alimenta confrontaciones, enojos y rivalidades; no abre caminos para resolver los problemas del país y alcanzar acuerdos. 

Tres, seamos consistentes. No tengamos un doble discurso, diciendo algo distinto a unos que a otros. Normalmente lo hacemos por miedo, o para obtener alguna ventaja. No caigamos en eso que daña las relaciones y nos debilita tanto.

Cuatro, refrenémonos de hablar usando términos o expresiones que violentan al opuesto, lo descalifica personalmente, le acusa, humilla o condena. Evitemos el exceso de adjetivos y juicios, especialmente los de carácter personal. Como acusar a otro de mentir cuando opina distinto.

¿Parece iluso todo lo señalado? ¿Hay que ser monje budista para eso? No creo. Somos capaces de distinguir chilenos activos en la vida pública reciente que se acercan bastante a cumplir esas condiciones. Y otros que están muy lejos. 

Quiénes  sean jefes de campaña del Apruebo y del Rechazo pueden ser muy importantes en el carácter de ellas y para posibilidades de converger después del 4/9. Por ejemplo, si fueran Squella y Warnken los voceros principales del Apruebo y Rechazo se haría mucho más posible tener una campaña limpia, con menos heridos en el camino.

Para lograr una pacificación de Chile, reducir la polarización, retomar un camino de más justicia y progreso necesitamos primero que nada creer que es lo prioritario. Y recordar qué necesitamos hacer nosotros para lograrlo. No lo que debería hacer el otro, sino nosotros. El camino para converger empieza ahora.

*Ernesto Tironi es economista.

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