La Real Academia Española de la Lengua señala que la demagogia es la “degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder”. De esta forma, surgen algunas voces pertenecientes al mundo político local que, sin análisis sustanciales sobre la actividad regional y nacional, levantan la bandera ineficaz del establecimiento de Chiloé como región.

Por un lado, el argumento de la diferenciación étnica es falaz en un Estado unitario (2005, CPR). Bajo esa argumentación no habría por qué oponerse a que la Isla de Pascua también sea región, y por otro lado, señalar que se obtendrán mayores atribuciones para la toma de decisiones y más recursos que implicarían impulsar el crecimiento y el desarrollo de una nueva región es otra consigna que no se condice ante la evidencia de las regiones que se han creado últimamente, las que en términos concretos terminan con más burocracia y siendo cajas pagadoras de favores políticos.

Vea usted la discusión acerca de la reforma constitucional que establece elección popular de la nueva figura de Gobernador Regional, un parche acomodaticio para los partidos políticos y muestra de fragmentación en la forma de gobernar. Siendo francos, no entrega ni competencias sustanciales diferenciadoras del Intendente, ni transferencias o reasignación de recursos claros y específicos, es decir, es una reforma mal planteada desde su origen —impulsada con rapidez en período pre electoral— y que mantendrá o incrementará la tensión entre el gobierno central y los gobiernos locales.

Crear más regiones no es sinónimo de avanzar en descentralización. De hecho, a veces puede terminar siendo todo lo contrario. Recordemos, por lo demás, que según el Censo 2017 hay tres regiones que concentran el 62,42 % de la población de Chile, y aun así algunos demagogos pretenden el establecimiento de regiones tipo provincia con menor poder de decisión frente estas tres. Sin duda, se hace necesario mirar con prudencia este tipo de políticas, ya que desde la creación de las nuevas regiones de Arica, Parinacota y Los Ríos, “a 10 años (…) aún no hay indicios claros que permitan evidenciar si el aumento de los recursos se ha plasmado en una mejora en las condiciones de vida de los habitantes” (2017, Vial).

Si queremos avanzar hacia una verdadera y efectiva descentralización del país, pensar en estas propuestas con aires de demagogia no es el camino, puesto que crear más regiones no hace otra cosa que aumentar el poder del centralismo de la Región Metropolitana. Por otro lado, con mayor atomización se lograrán regiones de menor población y menor capacidad productiva, por tanto, urge estudiar criterios de distribución de recursos más equitativos al interior de las regiones, mecanismos de descentralización fiscal y administrativa, o por qué no, como señaló Alejandro Foxley, “crear macro regiones, con mayor masa crítica y capital humano”. El Ministerio de Obras Públicas ha trabajado para desarrollar su plan estratégico incorporando esta idea, dividiendo el país bajo características comunes en Macrozona Norte, Macrozona Centro, Macrozona Sur, Macrozona Austral (2017, MOP).

Sólo con responsabilidad, estudios serios, voluntad técnica y decisión política podremos ver avances para nuestras provincias y regiones en pos de la descentralización real que esperamos.

 

Andrés Barrientos Cárdenas, director ejecutivo Fundación Ciudadano Austral

 

 

FOTO: CRISTIAN DUARTE/AGENCIAUNO

 

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