Señor Director,
En medio del debate por cambios al decreto de estado de excepción constitucional, durante la semana pasada se registraron numerosos hechos de enorme violencia en la zona sur.
Prácticamente de nada sirven los estados de excepción —ni siquiera el de sitio, menos aún si son acotados-, si las fuerzas policiales o militares del Estado solo pueden usar sus armas letales en legítima defensa o cuando esté en riesgo la vida de personas, con lo que sus efectivos quedan sin capacidades ofensivas, disuasivas o represivas y limitados a observar como los terroristas se aprestan a cometer o están cometiendo tales hechos.
La Araucanía seguirá en llamas y los derechos humanos, la vida, la propiedad y la libertad de sus habitantes violentamente atropellados, mientras no se reconozca que las organizaciones guerrilleras y terroristas que operan impunemente en la Macrozona Sur (dadas las absurdas restricciones impuestas por las reglas de uso de la fuerza decretadas por el Gobierno) y que han declarado explícitamente sus objetivos de control territorial, político y militar de la zona, están en guerra contra el Estado de Chile. Se trata de una guerra irregular, pero una guerra al fin, que debe ser enfrentada como tal.
Los estados de excepción, en la forma en que los han venido aplicando los gobernantes, deberían ser denominados estados de decepción, puesto que al dejar a los militares «amarrados de manos” les impiden cumplir con éxito la tarea de recuperar el orden público en los territorios en los que han sido desplegados y solo sirven para desprestigiarlos.
Adolfo Paúl Latorre, abogado, magíster en ciencia política