Querida Andrea:
Muchas gracias por compartir conmigo la extensa jornada que tuvimos este domingo 04 de septiembre, en que la gente decidía si aprobar o no la propuesta elaborada por la comisión constituyente luego de un año de trabajo…
Llegaste a la mesa de votación con toda tu juventud, tus anteojos fucsia al mejor estilo Camila Vallejo, con todos tus sueños e ilusiones, totalmente empoderada de tu rol de apoderado. Me contaste que habías egresado de ingeniería civil industrial y que estabas haciendo un posgrado en temas de inteligencia artificial en una de las más prestigiosas universidades del país.
Militante del Partido Socialista, te declaraste admiradora incondicional de Michelle Bachelet. Yo, tratando de buscar puntos de encuentro, retrocedí al pasado para comentarte de aquellos tiempos en que alguna vez también admiré a esa lejana líder juvenil. Yo no compartía sus ideas, pero allá por el año 2003, arriba de una tanqueta MOWAG mientras arreciaban los temporales, Michelle me hablaba de lograr esa tan ansiada reconciliación cívico-militar que aún no llega.
Reflexionamos tú y yo sobre la dificultad de Chile para sanar sus heridas, todavía abiertas después de 50 años de historia (o tal vez, doscientos años desde la independencia, o quinientos años desde la conquista española…). Qué difíciles se nos hacen la reconciliación y el perdón, que en otros pueblos al parecer se da un poco mejor, como analizábamos en el caso de la reunificación alemana.
Hablamos del sistema público y de la necesidad de exigir niveles mínimos de conocimiento cívicos, para optar a puestos en el gobierno o en el congreso. A pesar de lo “elitista” que pudiera parecer la medida, me alegró saber que concordabas con la idea.
También hablamos de dictadura y de democracia, de los modelos chino y soviético, y de la dificultad de gobernar pueblos con mil millones de habitantes. Reflexionamos sobre las limitaciones de la democracia y sobre las “facilidades” que entregaba un sistema dictatorial, con altos costos, eso sí, en las libertades personales, que ambos valoramos. Más espesa se puso la cosa cuando nos acercamos a países más cercanos, como Cuba o Venezuela, en que nos faltó tiempo para encontrar convergencias…
Para salir del atolladero, te propuse el criterio de ver en qué países existían muros perimetrales de protección, de ver si sus habitantes querían o podían saltar esas barreras, y de observar hacia qué lado saltarían… Me parece que te gustó el modelo. Ambos concordamos en la necesidad de tener conductas democráticas y de rechazar la violencia.
Asimismo, concordamos en la conveniencia de que las mismas instituciones les pusieran límites éticos y valóricos a sus miembros, e hicieran exigibles entre ellos un desempeño y un compromiso adecuados a sus cargos. Te hice presente que tú, como militante activo de un partido político, debías asumir la responsabilidad de velar porque tus compañeros de ruta tuvieran honestidad intelectual y fueran consecuentes con sus palabras y compromisos. Te asombró la difícil tarea que te estaba proponiendo, pero me apresuré a aclararte que había que hacerlo dentro de las esferas de influencia en que nos tocaba participar…
Por supuesto que entramos en temas constitucionales… Te expresé mi preocupación por las complejidades que yo veía en un esquema plurinacional. Me rebatiste que en Bélgica y en Suiza coexistían varia naciones. Me encantó tu aporte y concordamos en la necesidad de estudiar ambos casos, para ver si efectivamente podían aplicarse en forma muy cuidadosa a Chile…
Al hablar de la existencia en el país de reductos autónomos, con sus propios grupos armados y sin un tránsito asegurado para todos los chilenos, coincidimos en lo peligroso de la situación. También estuvimos de acuerdo en los flagelos que representaban la violencia, el robo y por sobre todo, el narcotráfico, con los consiguientes niveles de corrupción y criminalidad…
Entre tanta conversación, llegó el momento del conteo de votos y las cosas se pusieron un tanto tensas. Traté de calmarte, comentando que fueran cuales fuesen los resultados, habría que seguir trabajando por el país…
En el recuento, surgió un primer voto con ligeros problemas formales, el que podrías haber objetado. Pero te aviniste a que sólo objetáramos aquellos votos que no marcaran claramente una preferencia. Después fue el turno mío de no objetar…
A medida que avanzaban las votaciones y que la opción “Rechazo” se volvía preferente, en tu cara se empezaron a dibujar la desazón y la pena… En un momento dado, comenzó a subir el “Apruebo” hasta estar en empate, y te volvió el alma al cuerpo… Al final, la situación se consolidó hacia una impensado y concluyente pronunciamiento de la ciudadanía por el “Rechazo”. No cabían en ti la tristeza y la frustración.
Te abracé, te di ánimos y te conté que en un país inteligente no se desperdiciaban talentos como los tuyos, y que siempre serían necesarias personas como tú, con energía, con pasión y con sueños, para seguir construyendo futuro…
Ya de regreso a mi casa, caminaba por las calles embanderadas que celebraban esta trascendental batalla eleccionaria y me seguía acompañando tu rostro triste…
Ánimo, Andrea, vuela a gran altura y sigue desarrollando todo tu potencial para que juntos sigamos aportando nuestras mejores ideas a nuestro Chile querido.
Nosotros, los que hoy ganamos contundentemente esta consulta popular, debemos abrir espacios para ese otro 40% cuya opción no fue elegida esta vez, y que quiera sumarse a un desarrollo democrático, sin violencia y con un respeto irrestricto por uno mismo y por los demás.
M. A. Manterola, apoderado de mesa por el “Rechazo”