Soterradamente, como en sordina, en estos momentos se desarrolla una fuerte disputa por el poder y la hegemonía en la izquierda chilena.
Michelle Bachelet llegó a gobernar luego de obtener el 62 % de los votos en la última elección presidencial y se instaló sin contrapeso en La Moneda, con un grupo de leales que marcaron un rompimiento abrupto con el orden de las familias concertacionistas e incluso con la estructura de partidos de la nueva coalición denominada Nueva Mayoría. El ministro del Interior Rodrigo Peñaillillo era quizás el símbolo del grupo en el cual residía el poder absoluto en la izquierda chilena y que, se decía, ninguneaba a la antigua Concertación, renegaba de la política de los consensos y los acuerdos y pretendía hacer una transformación cultural en Chile no vista en los 25 años previos.
La Democracia Cristiana, disminuida en su representación en el Gobierno, es el grupo interno que más sistemáticamente ha mostrado cierta independencia de juicio a la hora de fijar posiciones respecto a las políticas de gobierno, como fue el caso de la reforma tributaria y la educacional; aunque en definitiva, en el momento de las votaciones en el Congreso abandona sus aires autónomos para sumarse obedientemente a la voluntad del Ejecutivo.
Sin embargo, la resistencia popular a algunas de las grandes reformas de Bachelet pudiera estar cambiando este orden de cosas.
Aunque aún al interior de la coalición, en particular en las estructuras partidarias, es impensable una palabra contra Bachelet, algunas personas muy representativas de lo que fue la vieja Concertación han empezado a hacer oír su voz. Los ex ministros José Joaquín Brunner y Mariana Aylwin en el mundo de la Educación. Óscar Guillermo Garretón en relación a la reforma tributaria y en general en materia económica. Andrés Zaldívar y Gutenberg Martínez, como voces de una Democracia Cristiana que exige sus espacios, han irrumpido con más fuerza que la del propio timonel Ignacio Walker. Edmundo Pérez Yoma, el ex ministro del Interior de Bachelet, ha sido muy crítico con la conducción política y económica. Enrique Correa ha advertido acerca del error de diagnóstico que significó creer que estábamos ante una izquierdización de la sociedad chilena. Sergio Bitar ha dicho claramente que considera insensato impulsar ahora una reforma a la Constitución.
Por último, el ex Presidente Ricardo Lagos ha hecho ver el déficit de política y liderazgo que se advierte en el país, reivindicando la política de los acuerdos como una vía conveniente para Chile.
Todas ellas son incipientes muestras de rebelión en la familia de la centro izquierda, siempre protagonizadas por quienes no tienen posiciones orgánicas en la coalición o en los partidos. Aun así, verdades incómodas para Michelle Bachelet y su gobierno.
Pero como casi todo el poder de Bachelet emana en definitiva de su apoyo popular, las crecientes muestras de descontento con las reformas tributaria y educacional, avaladas por las últimas encuestas, podrían dar paso a un cambio en el poder relativo al interior de la coalición de gobierno. Aun cuando todavía prevalece un verdadero temor a Bachelet, éste compite ahora con el temor a la pérdida de apoyo popular que significa seguir apoyando a como dé lugar las reformas gubernamentales. La poca sensibilidad de la Mandataria y sus ministros Arenas, Eyzaguirre y Peñailillo a las legítimas inquietudes que un sector muy amplio de la ciudadanía, la gran clase media, expresa en relación a la situación económica y a la educación de sus hijos, no es compartida por parlamentarios y políticos de la Nueva Mayoría.
¿Cuál temor prevalecerá? ¿El del costo que pudiera tener enfrentarse a la persona más poderosa de la izquierda chilena en los últimos años, o el de la pérdida de apoyo popular? No los sabemos, pero, en cualquier caso, esto abre un escenario nuevo en la política chilena.
Michelle Bachelet ha perdido poder relativo, pero sigue detentando la mayor porción de éste. Tiene en sus manos la próxima movida, en medio de nuevos rumores de cambio de gabinete.
Luis Larraín, Foro Líbero.
FOTO: PEDRO CERDA/AGENCIAUNO.