La semana pasada, la Presidenta de la República de visita en El Salvador tuvo diversos gestos que llamaron la atención en nuestro país: inauguró una plaza en honor del ex Presidente Salvador Allende, de quien valoró su voluntad de realizar reformas y cuyo legado debe inspirar la lucha contra la desigualdad en Chile y América Latina, y al mismo tiempo describió como “muy feliz” su exilio en la República Democrática Alemana, cuyo modelo declara “traer en su cabeza”.

Llama la atención el momento en que la Presidenta hace estas declaraciones. En un contexto de crisis de la coalición gobernante, y con el ministro del Interior Jorge Burgos (DC) recibiendo en ausencia de Bachelet en el mismo palacio de gobierno a dos posibles precandidatos presidenciales, Ricardo Lagos y José Miguel Insulza. A su vez,  los líderes de su coalición buscan en el diccionario las diversas acepciones de los términos “renuncia” y “realismo” y de romper todo récord de desaprobación presidencial, ella opta por homenajear al ex presidente Allende, quien tuvo dificultades para sus «reformas».

Esto significa un nuevo golpe a la Democracia Cristiana, firme opositora de revolución socialista y del gobierno de Salvador Allende. Si bien la DC, al aguantar hasta los más duros golpes de sus propios aliados, ha mostrado una resiliencia pocas veces vista en política, habrá que ver si las reformas que limitan la libertad de enseñanza, el emprendimiento o introducen el aborto en nuestro país terminan haciendo mella en su voluntad de permanecer a toda costa en una alianza con el Partido Comunista.

Por otro lado, la Presidenta optó por recordar sus “felices” momentos en la RDA la misma semana en que se conmemoran 45 años de la construcción del Muro, también llamado “valla de protección antifascista” por la dictadura germana oriental (13 de agosto de 1961). El Muro de Berlín separó a miles de familias y al mundo entero en dos grandes bloques antagónicos y por eso su derrumbe –gracias al empuje de miles de ciudadanos- celebramos 25 años en noviembre del 2014.

Las declaraciones presidenciales no debieran sorprendernos, por cuanto en este tema la Presidenta ha sido tremendamente coherente.

Se fotografía con Fidel Castro, el dictador cubano que controló con mano de hierro la isla desde 1959; su valoración y admiración por el modelo de la RDA; sus apariciones en público con Margot Honecker, codictadora alemana, dan muestra de una continuidad ideológica. Esta última, luego de la caída del Muro, huyó junto a su marido Erich Honecker a Moscú para evitar ser juzgada por los asesinatos y muertes de personas que intentaron cruzar el Muro, y hoy vive tranquilamente en Chile.

Las declaraciones a favor del modelo de la Alemania comunista son imprudentes, considerando el enrarecido ambiente político, económico y social que experimenta Chile, fruto de un gobierno que ha acentuado la conflictividad social, detenido el crecimiento y ahuyentado la inversión.

Las declaraciones son también injustas para las miles de personas cuyos recuerdos de la RDA no son tan felices ni gratos como los de la Presidenta, como, por ejemplo, para los familiares de todos aquellos que murieron intentando huir de la dictadura de los Honecker o las miles de familias separadas por el Muro y los millones de ciudadanos alemanes que vieron frustrado su desarrollo material y espiritual por una ideología totalitaria.

Por último, las declaraciones de la Presidenta son sencillamente injustificables, no pudiendo ampararse ni siquiera en la solidaridad que el régimen comunista brindó a los exiliados chilenos. El pan, la vivienda, el trabajo o las posibilidades de estudio que muchos recibieron en Berlín no puede ser excusa para cerrar los ojos al muro de la vergüenza, a los asesinatos y a la violación de los Derechos Humanos, frente a lo cual Bachelet ha guardado un elocuente silencio.

Es posible que la Presidenta no haya sabido todas estas cosas, que por su juventud las ignorara inocentemente, que por su fidelidad ideológica prefiriera evitar conflictos. Por eso son tan valiosos los múltiples especiales de prensa que se produjeron para celebrar los 25 años de la caída del Muro o el aniversario 45 de su construcción la semana recién pasada. También se han publicado diversos libros sobre el tema, por ejemplo las memorias noveladas de Roberto Ampuero en “Detrás del Muro”, donde relata sus vivencias en la misma Alemania que le tocó conocer a la Presidenta, o el libro “Muro de Berlín”, de Dionisio Garzón, editado por el Instituto Res Publica, que muestra la historia completa de su construcción y caída. Por último, la película alemana “La vida de los otros” muestra en poco más de dos horas la otra cara de la dictadura comunista.

Con tanto documental, libros o películas, seguir ignorando la realidad de lo que pasó en la admirada Alemania Oriental es sencillamente una renuncia a la historia, o simplemente una tardía y lamentable fidelidad a los injustificables socialismos reales.

 

Julio Isamit, Presidente ChileSiempre.

 

 

FOTO: PRENSA PRESIDENCIA.

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