Sebastián Piñera ha oficializado finalmente su candidatura a la Presidencia de la República. Inmediatamente después de su primer discurso como tal, recibió sendas embestidas desde el oficialismo, que recurrió a todo tipo de argumentos en su contra, algunos destinados solamente a intentar desprestigiarlo como persona y otros atribuyéndole falsedades. Pero lo cierto es que ninguno tuvo como ingrediente ideas propias que rebatieran las vertidas por el ex Presidente.

Un buen ejemplo de eso fue lo manifestado por Alejandro Guillier en Atacama, cuando aseveró que Piñera eliminaría la gratuidad en la educación, con el mezquino fin de llevarse dichos fondos para seguir haciendo negocios. Otra ocasión ha sido el intento de llevarlo a los tribunales a través de querellas, incluso antes de que Piñera oficializara su candidatura, sabiendo de antemano que las mismas no tienen destino alguno por lo absurdo de sus planteamientos. Pero el fin es otro: generar en la ciudadanía la percepción de que el ex Presidente es capaz de cualquier cosa, incluso postergar los intereses del país en pos de su propio beneficio.

¿Qué nos espera entonces en los próximos meses? Cuando la desesperación cunde entre los partidarios de la Nueva Mayoría porque ven amenazada su permanencia en el poder, es probable que terminemos inmersos en una campaña tan sucia como la ocurrida recientemente en EEUU. ¿Cómo impedir que algo semejante ocurra? ¿Cómo combatir a quienes intenten recurrir a la generación de noticias falsas o a hechos alternativos, como eufemísticamente se denomina hoy a la mentira? ¿Cómo rebatir a esos candidatos que tergiversen la verdad sobre los dichos e ideas de un adversario? ¿Cómo imposibilitar que vivamos una campaña donde la pos-verdad penetre en el imaginario público?

Es aquí donde la prensa juega un rol fundamental. Sólo con un periodismo de alto nivel, que exponga abiertamente a quienes pretendan introducir hechos falsos, tergiversen la verdad o recurran a la mentira para ganar adherentes, podremos aspirar a una campaña limpia, basada en la discusión de ideas y en la verdad, poniendo el interés de Chile por encima de todas las cosas.

Los norteamericanos ya reaccionaron contra la pos-verdad, incrementándose exponencialmente hoy las subscripciones y donaciones hacia aquellos medios que ejercen un periodismo serio, que chequean la veracidad de los dichos y hechos con rigor, y que no vacilan en exponer con argumentos demostrables a quienes mienten, no importando si fuera el propio Presidente.

Si queremos defender nuestra democracia, apoyemos un periodismo serio. Por el bien de Chile y su futuro.

 

Jaime Jankelevich, consultor de empresas

 

 

FOTO: PABLO OVALLE ISASMENDI/AGENCIAUNO

 

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