Hace unos días David Solomon, CEO de Golman Sachs señaló que se rehusarían a trabajar en la salida a bolsa de las empresas que no demostraran diversidad en sus directorios. Al menos un integrante debía cumplir este requisito, el que de preferencia debía ser mujer. Una buena noticia, si observamos que la representatividad femenina sigue siendo minoritaria en estos cargos.

Sin embargo, la diversidad en la dirección empresarial no se puede restringir a una cuestión de sexo. Tiene que ver con visiones del mundo, culturas, enfoques distintos y una cooperación interdisciplinaria que enriquezca el análisis dando cuenta del mundo interno y externo de la compañía.

Varios directivos se dicen sorprendidos con el estallido social y el clima de descontento mundial respecto al modelo capitalista de progreso. ¿No será que faltó en sus reuniones un complemento humanista a la perspectiva técnica?

La incorporación de la mirada humanista en la empresa es urgente. A fines del año 2019, un artículo en el diario El País señaló que las habilidades profesionales más demandadas en el 2020 son trabajar en equipo, resolver conflictos y tener capacidad de liderazgo. A éstas se suman la creatividad, innovación, inteligencia emocional, capacidad comunicativa, multigeneracional y multidisciplinaria. Una visión estratégica en entornos cambiantes que impulsen una cultura que atraiga y retenga talentos adaptativos alineados con los objetivos de la compañía, puede ser provista con la inclusión de estas disciplinas que no están reñidas con la productividad, como erróneamente a veces se cree.

En un mundo donde ciertos empleos desaparecen o son reemplazados por máquinas; en el que quizás los estudiantes que ingresen a la educación superior -dentro de unas semanas- cuando egresen en solo cuatro años, seguramente trabajarán en empleos que aún ni siquiera se han inventado o ellos mismos deberán crear los propios, la multidisciplinariedad y el desarrollo de habilidades blandas será fundamental.

Quienes tengan estas ventajas serán más productivos y alcanzarán mayores cuotas de mercado, concluía la nota del diario español, en sintonía con una serie de estudios recientes en la misma dirección. En la prestigiosa Harvard Business Review, Matt Plummer –fundador de Zavane- profundiza el análisis resaltando que será el Pensamiento Crítico la habilidad más demandada para los puestos de trabajo. En su estudio, el 60% de los gerentes de empresas afirman que ésta es la principal carencia de los nuevos profesionales. Wall Street Journal afirmó que los graduados promedio de las mejores universidades norteamericanas muestran escasas mejoras en pensamiento crítico a lo largo de sus estudios; mientras que la Society for Human Resource Management indicó que un 75% de las empresas norteamericanas reconocieron tener problemas para reclutar a los candidatos adecuados por falta de habilidades como el “critical thinking”. Finalmente, The Global Competitiveness Report del World Economic Forum, considera que “la enseñanza del pensamiento crítico” es “un elemento para evaluar que tan preparado está un país para el futuro del trabajo”.

Definiciones de pensamiento crítico hay muchas, pero básicamente es una capacidad de analizar objetivamente la información, evaluar datos, hechos, fuentes, priorizar lo relevante y descartar lo menos útil para dar una conclusión basada a evidencia, libre de juicios y prejuicios. Que lejos –esto último- de la realidad que estamos viviendo. Y si bien, en su desarrollo la experiencia es importante, hay consenso en que se aprende y es enseñado fundamentalmente desde las humanidades.

Helen Lee Bouygues, fundadora del Reboot Foundation –institución con sede en Paris que promueve el pensamiento crítico- afirmó que la carencia de esta habilidad es la principal raíz de los problemas organizacionales en las compañías. Dice: “muchos líderes empresariales no están razonando los temas urgentes ni toman el tiempo para evaluar un asunto desde todos los ángulos”.

Una mayor diversidad en la composición de los directorios requiere no solo la incorporación de mujeres, sino de miradas distintas, interdisciplinarias, en donde las humanidades y las ciencias sociales acompañen a la técnica y la ciencia exacta. ¿Estarán los directorios de las empresas dispuestos a incluirlas? ¿A tomárselas en serio e ir más allá que una cuestión puramente “de cultura general”?

Cuando escucho que “Chile cambio” tengo dudas. Más que manifestaciones de deseos, expresiones de opiniones o concesiones a partir de determinadas voluntades, los cambios sociales como los esperados implican giros profundos. Es simplista reducirlo a un cambio institucional –muchas veces estos no bastan-; sino que fundamentalmente han de ser culturales.

La diversidad interdisciplinaria en la dirección de una empresa es una de ellas. Dar el paso, no solamente la hará más eficiente en la satisfacción de necesidades en las que tiene competencias, sino que por sobre todo, le permitirá cumplir su misión fundamental: estar al servicio de las personas, tanto de los clientes, sus colaboradores como de los accionistas.