El 2021 comienza con noticias esperanzadoras e incógnitas sobre el futuro de Chile. La esperanza es que después de ocho meses de caídas, el Imacec alcanzó 0,3%. Es cierto que falta mucho, pero tal como señaló el Banco Central, el alza se debió a la actividad comercial, especialmente al impulso del comercio minorista debido a la demanda de los consumidores, que mueven la economía.

La otra buena noticia son los avances de la vacuna contra el Covid-19 y el inicio de la campaña de vacunación, que se espera alcance al 80% de la población para el segundo semestre de este año. Esto ha puesto una cuota de esperanza a la humanidad, tal como ocurrió en época pasadas cuando en 1897 Felix Hoffman descubrió el ácido acetilsalicílico, más conocido como “aspirina”, o en 1928 Alexander Fleming lo hizo con la penicilina.

Si sumamos la aceleración en los avances científicos y tecnológicos, como la posibilidad de comunicarnos virtualmente gracias al acceso en la conectividad; los avances en la carrera espacial; las capacidades de la nanotecnología y un largo etcétera que le dan al ser humano un mayor control de la naturaleza, no queda más que recordar que todos ellos son parte importante del progreso, aunque insuficientes.

El historiador Niall Ferguson, en su libro “La Gran Degeneración. Cómo decaen las instituciones y mueren las economías” (2012), identificó lo que denominó las seis “killer apps” (aplicaciones asesinas) que han permitido progresar a la civilización occidental: 1) la competencia económica, 2) la revolución científica, 3) los derechos de propiedad, 4) la medicina moderna, 5) la sociedad del consumo y 6) la ética del trabajo. Al igual que lo que hacemos con nuestro celulares, las apps aumentan el rendimiento, pero si no las actualizamos o incluso las desinstalamos, nuestros dispositivos andarán más lento o sencillamente se volverán obsoletos. Las incógnitas sobre el futuro están aquí: ¿actualizaremos la sociedad del consumo y la competencia económica o seguiremos con un discurso “anticapitalista”? En materia de derechos de propiedad, el fantasma de la expropiación de los fondos de pensiones sencillamente podría dejarnos obsoletos, mientras que aún está pendiente actualizar –sino instalar- la ética del trabajo debilitada por ciertos comportamientos inescrupulosos.

El economista e inspirador del “milagro alemán” de postguerra, Wilhelm Röpke, afirmaba que las cosas auténticamente decisivas son las que están “más allá de la oferta y la demanda”. Dependen del sentido, dignidad y valores. Sin embargo, agregó, es el sistema económico liberal el que “utiliza y libera la fuerza extraordinaria que subyace en el impulso de autoafirmación del individuo”; el que desarrolla sus capacidades, permite innovar, bajar costos y democratizar el acceso a bienes y servicios a millones de personas. Es este el que en tan poco tiempo permitió se inventara una vacuna para combatir esta pandemia y regresarnos a esa libertad perdida. En sus palabras: “Tenemos todas las razones para desconfiar del moralismo de quienes condenan la economía libre, porque consideran moralmente reprobable el anhelo del individuo por afirmarse y prosperar mediante su rendimiento productivo y prefieren un sistema económico que favorece en cambio el poder del Estado”.

La pregunta para el lector es: ¿en este 2021, volveremos a creer en el individuo y actualizaremos las apps del progreso? ¿O las continuaremos desinstalando, camino a la obsolescencia? No vaya a ser que perdamos la oportunidad de ser una sociedad desarrollada y, de paso, convirtamos a Chile en el tercer caso de desarrollo frustrado latinoamericano.

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