Angel Soto: Bienestar para todos
Algunos caricaturizan estas ideas como nostalgias “ochenteras” o “noventeras”, pero ¿acaso no es la búsqueda de la libertad y de la autorealización lo que permite el bienestar individual y colectivo?
Inscritos los candidatos para las cuatro elecciones que tendremos en abril, a los que se sumaran las de parlamentarios y Presidente de la República en noviembre de este año, la pregunta es ¿cómo conseguirán el “bienestar para todos”? ¿Creando riqueza o repartiendo lo poco que queda? ¿Diciéndonos con cuántas personas me puedo juntar, qué comer y a que hora puedo hacer deporte, o confiando en mi libertad y responsabilidad?
El concepto de “bienestar para todos” lo tomé del libro escrito por Ludwig Erhard, ministro de Economía y luego Canciller alemán entre 1966 y 1969, responsable de aplicar las medidas del denominado “milagro alemán” que sentaron en corto tiempo las bases de una de las principales economías desarrolladas del mundo. Lo cierto es que de “milagro” no tiene nada, pues lo obrado correspondió a decisiones terrenales que tienen una explicación conocida, racional y no operan en el ámbito de lo sobrenatural. ¿Qué fue lo que hizo Alemania?
Lo primero, y no por eso más obvio, fue confiar en las personas. Creer en que fruto de su esfuerzo personal, creatividad y capacidad individual se puede salir adelante. Eso significó asumir la iniciativa privada poniendo el foco en el mercado y la competencia como motores del progreso. Aunque no por eso se excluyó el rol del Estado.
En esa decisión, Erhard asumió una posición políticamente incorrecta y contrapuesta al mainstream académico y de los medios de comunicación. Enfrentó a la oposición y sufrió la incomprensión de los partidos políticos, los sindicatos y un sector importante del empresariado. Pero la historia le dio la razón.
La economía social de mercado demuestra que el buen funcionamiento económico descansa sobre dos pilares fundamentales: la competencia y la estabilidad monetaria. La primera, a corto plazo puede resultar molesta, pero a la larga aumenta la productividad, permite la innovación y crea los nuevos puestos de trabajo necesarios. Mientras que la segunda controla el flagelo de la inflación que tanto daño causa. En tanto que el Estado, lo que debe hacer es asegurar el respeto de las instituciones, los derechos de propiedad, la formación de capital, se ponga el foco en las personas, permita modernizar la estructura productiva e impulse una igualdad de oportunidades, que no significa redistribución ni mucho menos igualdad de resultados.
El bienestar para todos surge de la eficiencia y los incentivos que tiene el individuo para satisfacer sus deseos. Sin prejuicios ni calificaciones. Consiste en respetar la diversidad de preferencias, gustos e intereses de cada individuo y de paso aliviar o dejar a un lado la carga del Estado, permitiéndole focalizarse en quienes más lo necesitan.
Algunos caricaturizan estas ideas como nostalgias “ochenteras” o “noventeras”, pero ¿acaso no es la búsqueda de la libertad y de la autorealización lo que permite el bienestar individual y colectivo?
Para Erhard, el bienestar para todos solo es asequible partiendo de un mercado libre, competitivo y del respeto al mecanismo de precios donde sólo el individuo sabe lo que es bueno para él. No por nada, el ex Canciller alemán afirmó: “El grito no debe ser: ¡Estado, ven en mi ayuda, protégeme, asísteme! Sino: No te metas tú, Estado, en mis asuntos: dame tanta libertad y déjame tanta parte del fruto de mi trabajo que pueda yo mismo organizar mi existencia, mi destino y el de mi familia”.
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