Andrés Montero: ¿Dónde están los líderes?
Cuando el sentido común nos hubiese indicado que todas aquellas “estrellitas” del capítulo anterior se mantendrían a discreta distancia de las decisiones requeridas, verificamos con terror que no solo no se distancian, sino pasan a ser protagonistas de las pantallas con una falta de respeto increíble dada la gravedad de la nueva crisis.
Los tristes momentos que vive nuestro país, que se iniciaron con la asonada delictual del 18 de octubre y que continúan en medio de esta dramática crisis del coronavirus, nos han permitido ser testigos presenciales del comportamiento de parlamentarios, ministros, alcaldes, intelectuales, dirigentes gremiales, dirigentes sindicales, jueces, pastores de las iglesias, periodistas y todos aquellos que tienen contacto con la sociedad de manera masiva. Las primeras reacciones fueron de justificación y de tolerancia con la destrucción provocada en calles, empresas, espacios públicos, supermercados, iglesias y, lo más grave, en el ataque terrorista al Metro de Santiago.
Se afirmaba que Chile despertó. El daño producido por seres enajenados, apoyados de manera torcida por una televisión sesgada, con periodistas y comentaristas en su mayoría de izquierda, muy bien pagados y amigos de la vida burguesa. El gobierno, en esa etapa de 4 meses, jugó a tratar de navegar en mares tormentosos sin un capitán a bordo que diera órdenes. Temores a los jueces mundiales de los derechos humanos, a la ONU, a la prensa, a los comunistas y a los “opinólogos” de siempre, nos hicieron perder mucho tiempo. Bajo extorsión, los políticos -pésimamente evaluados por la ciudadanía- llegaron a acuerdos que nos comprometen a todos y que dejan a Chile a merced de quienes nos han metido en este “zapato chino”. El turismo, las artes, la gastronomía y muchas otras industrian entran en colapso en ese período. Los vándalos destruyen monumentos, atacan regimientos y se burlan de carabineros y de militares, incitados por algunas de estas mismas autoridades. Como ejemplo, hace poco una diputada del PPD de apellido Carvajal, nada menos que vicepresidente de la Cámara de Diputados, se unía a los truhanes saltando y gritando: “el que no salta es paco”. Jueces de distintos rangos, en distintos lugares y en distintas causas liberaban graciosamente a saqueadores, ladrones y delincuentes que arrojaban bombas molotov a la policía. El máximo pastor de la iglesia católica ya tomaba posición decidida a favor del Apruebo en el plebiscito. Una misma postura asumía el Rector de la UC, más de algún dirigente gremial, el Decano de la FEN de la U. de Chile y muchos otros que por respeto a sus representados debieran haber mantenido una neutralidad pública. Los alcaldes-candidatos se han transformado en expertos en seguridad, en medicina, en economía y en semi dioses de sus comunas, asumiendo roles y actitudes incluso más allá de lo legal. Un alcalde comunista se transforma en el Mesías del coronavirus promoviendo una medicina cubana de “probado éxito”. Otro alcalde del Maule -ya en campaña anticipada- decide cerrar la ciudad, infringiendo manifiestamente la legislación vigente. Una alcaldesa de Santiago anuncia en la televisión la primera víctima en su comuna, otro campeoncito ordena el cierre de los malls y uno más ambicioso aun, desafía a la autoridad sanitaria.
De los parlamentarios podríamos escribir una columna muy extensa. Algunos elegidos con menos del 2%, gracias a la pésima ley electoral que nos rige, dictan cátedra y se transforman en “referentes” en diversas materias, de las cuales sencillamente no entienden. Para ser preciso, no pocos son ignorantes de lo que opinan y de lo que legislan. Hay diversos ejemplos en materias laborales, tributarias, de derechos humanos, de seguridad pública, etc. Algunos “dirigentes” elegidos por nadie son expertos en AFP, en No + TAG, en temas migratorios y en DDHH.
En este terrible escenario se deja caer violentamente el coronavirus, lo que da inicio a una nueva etapa que será dolorosa y extensa. Cuando el sentido común nos hubiese indicado que todas aquellas “estrellitas” del capítulo anterior se mantendrían a discreta distancia de las decisiones requeridas, verificamos con terror que no solo no se distancian, sino pasan a ser protagonistas de las pantallas con una falta de respeto increíble dada la gravedad de la nueva crisis. En medio de la tragedia, el Congreso destina horas valiosas para “legislar” sobre la nueva fecha del plebiscito, como si fuese un tema relevante en estos momentos.
El sentido común nos indica que del plebiscito se debería hablar más adelante cuando pase la pandemia que es sinónimo de muertes. Además, debemos considerar que su costo de implementación es millonario, en momentos de recursos fiscales en descenso. La pregunta que nos hacemos hoy es: ¿Dónde están los líderes? El Chile de hoy y del futuro demandan líderes que piensen en grande, con amplitud, con sentido de país y no pensando en las próximas elecciones o en lo que digan los anarquistas destructores que deberían estar presos. Se requieren dirigentes que no se contagien con el lenguaje de moda, que respeten la historia de Chile, a nuestros héroes, a nuestra única bandera nacional y que sean defensores del trabajo, del estudio y de la austeridad y las buenas costumbres. No es posible que sigamos pagando todos los meses a los exonerados falsos, para dejar contenta a la izquierda marxista. Tampoco se le deben entregar en este momento recursos a los artistas, cuando hay necesidades más urgentes que tienen que ver con salvar vidas. El ser de izquierda no les da licencia para exprimir al fisco, en un año en que el país decrecerá definitivamente. La conclusión hasta la fecha, tras 6 meses de tragedia interna, es que no se avizoran muchos líderes que digan las cosas por su nombre, que piensen en Chile, que entiendan las cosas y que estén dispuestos a trabajar de manera transparente con valentía y sin temor a pagar costos en la siguiente elección. Hay jóvenes con potencial, pero estos no le deben tener temor a quienes llevan 6 meses tratando de destruir por la fuerza, la Constitución que nos rige.
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