Tras 130 kilómetros recorriendo a caballo una parte de la Isla de Chiloé, percibo diversos riesgos que afectan crecientemente a la preciosa isla grande y su archipiélago. Tras la pandemia, y producto, entre otros factores, de la infinidad de bonos entregados por el gobierno a muchas familias, se ha producido un boom de parcelaciones en la isla, seguido de miles y miles de nuevas construcciones. Todo lo anterior va acompañado de transacciones de terrenos sin títulos en regla y la utilización del término “parcelas agrícolas”, cuando en realidad son segundas o terceras viviendas las que ahí se están construyendo.

Lo más grave es que cada nuevo “propietario” se cree con el derecho de talar bosque nativo de manera irresponsable, para ubicar su vivienda en un lugar de su agrado. He sido testigo presencial, en la última semana, de decenas de lugares en donde no se respeta la normativa y se tala ilegalmente. A lo anterior le debemos agregar la tala indiscriminada para leña. El bosque nativo resiste una tala dirigida y responsable, pero no una tala rasa.

Junto con ello hay un aumento exponencial de la basura al costado de los caminos principales y secundarios. Debemos agregar el cambio climático, que sumado a la deforestación, están haciendo estragos en las islas. Hay islas a las que se debe llevar agua potable en transbordadores y, a pesar de esto, se sigue talando y se sigue parcelando. Los nuevos propietarios, “exigen” agua, también que les recojan la basura.

Pasando a temas más sofisticados, el panorama de las viviendas e iglesias históricas es aterrador. El gobierno (los gobiernos) subsidian para nuevas viviendas. Los receptores del subsidio hacen una casa nueva de zinc, al lado de la antigua que era de madera y con tejuelas. En vez de ayudar a reparar o refaccionar la antigua, se regala dinero para una nueva casa, normalmente más chica y mucho más fea. No hay respeto por la arquitectura chilota. Con las iglesias, el panorama es mucho peor. Se han protegido a las iglesias históricas más relevantes, pero se ha dejado en el olvido a centenares de pequeñas iglesias de madera, las que poco a poco se caen y se destruyen. Dentro de los terrenos pequeños adyacentes a las iglesias vi caballos, corderos, chanchos, gallinas, etc.

He dejado el tema del puente Chacao para el final. Pienso que esta mole de costo millonario fue una pésima idea. Algunos chilotes me argumentaron que era bueno, pues asi podían llevar más rápido los enfermos a Puerto Montt. La solución era mejores hospitales en la isla para no tener que ir a Puerto Montt. Los transbordadores son rápidos y eficientes, operan bien y además le daban a la isla un carácter que ya no tendrá nunca más. En Chiloé falta conectividad marítima entre islas, falta mejor salud, faltan escuelas de calidad y falta más competencia en muchos rubros. Compré diversas cosas en pueblos pequeños, a precios exorbitantes. También la isla se ha llenado de subsidios absurdos, mal otorgados y no controlados. Cargaderos de animales e invernaderos abandonados y plazas de juegos infantiles mal ubicadas y sin uso. Veredas eternas en lugares en donde no pasa nadie. También luminarias con paneles solares gigantes, afectando la estética.

Chiloé y sus islas son maravillosas. De no mediar una urgente reacción de autoridades nacionales, regionales y locales, empresarios salmoneros y habitantes de las islas, en poco tiempo más tendremos solo el recuerdo de lo que es ese maravilloso lugar de Chile único e irreproducible.

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