En los casi 20 años que ha gobernado el chavismo en Venezuela, pocos han sido los líderes latinoamericanos que han abiertamente criticado al gobierno de Nicolás Maduro de forma tan enérgica como lo hizo el recién dimitido Pedro Pablo Kuczynski (PPK) durante sus 19 meses al frente del Perú. Sin menospreciar el rol que también jugó l colombiano Álvaro Uribe, quién en reiteradas ocasiones denunció las arremetidas del chavismo contra la democracia y los derechos humanos, y más recientemente el actual secretario general de la OEA, Luis Almagro, escasas han sido las voces en Sudamérica activamente denunciando el deterioro de la democracia en Venezuela.

A la fecha, Kuczynski ha sido el único presidente de la región sudamericana que ha otorgado una visa especial para venezolanos entrando a Perú, y catalogó de no bienvenida la visita de Maduro a la Cumbre de las Américas, por lo que, ante su ausencia, consecuencia de su renuncia vale la pena preguntarse cómo otros gobernantes de nuestra región abordarán el conflicto venezolano de ahora en adelante

Para la región ha sido difícil adoptar una posición consolidada con respecto al tema de Venezuela. En gran medida, porque el chavismo logró liderar por muchos años el espectro regional con su proyecto del socialismo del siglo XXI, pero adicionalmente porque la erosión de las bases de la democracia en Venezuela sucedió de forma muy progresiva y lenta, complejizando su análisis.

Ciertamente, en muchas ocasiones, el debate sobre el tema venezolano ha sido usado por políticos con agendas particulares para fortalecer sus discursos locales. Al propio PPK se le acusó de haber usado la crisis de Venezuela como bandera de sus políticas pro mercado. No obstante, ¿qué tan reprochable es eso? Porque aun sin acusar de indiferentes a muchos de los líderes de la región que se han abocado a la causa venezolana durante muchos años, lo cierto es que el silencio sobre sus peores aspectos ha primado, en muchos casos, por sobre la voz de denuncia. De hecho, la postura crítica de EE. UU. y Canadá contra el chavismo ha contrastado con la relativa complacencia latinoamericana, donde voces como la de PPK han sido la excepción.

Mientras tanto, la crisis social venezolana sigue empeorando. Según una reciente encuesta publicada por el Centro de Estudios de la Universidad Católica Andrés Bello, en Venezuela,  9 de cada 10 de los consultados afirmó que su ingreso no era suficiente para alimentar su hogar, y por lo menos 63% indicó que ha tenido que reducir su número de comidas al día por ello. De hecho, 6 de cada 10 de los encuestados indicaron que habían perdido al menos 11,4 Kg de peso durante el 2017, dada su incapacidad para pagar o conseguir alimentos, debido a los altos niveles de escasez en el país. Eso explica que sólo en el segundo semestre de 2017 más de medio millón de venezolanos cruzaran la frontera hacia Colombia en busca de nuevas oportunidades. Chile también recibió a decenas de miles, convirtiéndose en el tercer destino más relevante en la región.

Un discurso homogéneo en la región no es solamente moralmente necesario, es a su vez fundamental para poder encontrar soluciones en el mediano plazo dentro del multilateralismo regional a la grave crisis. De perpetuarse la actual situación, Venezuela llegaría a alcanzar un 13,000% de inflación para el final del 2018, lo que, entre muchas otras variables, potenciaría la intención de migración a los países de la región; situación que por su magnitud no tendría precedente.

De cara a la Cumbre de Las Américas en abril próximo que reunirá a los líderes de la región -a pesar de la dimisión de PPK, precisamente en Perú-, cabe preguntarse si entre el resto de los líderes de la región alguno está preparado para asumir el espacio que deja vacante PPK como crítico del gobierno venezolano.

Chile sin duda tiene una buena oportunidad de jugar un activo rol de liderazgo. El Presidente Sebastián Piñera se ha manifestado en contra del gobierno de Nicolás Maduro, y ha expresado toda su voluntad de ofrecer solidaridad a los ciudadanos venezolanos, por un compromiso histórico y democrático entre los pueblos de ambas naciones. Sin embargo, sigue siendo un gran desafío, uno que vale la pena preguntarse si Cancillería y nuestra diplomacia están dispuestos a asumir en su totalidad. Ojalá que sí.

 

Claudia González, economista (Universidad Católica Andrés Bello) y cientista política (PUC)

 

 

FOTO: DAVID VON BLOHN/ AGENCIAUNO

 

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