Cuando comenzaba la discusión y tramitación de un posible “sexto retiro” de fondos previsionales, la UDI sorprendió a todo el mundo con la decisión de dejar a sus parlamentarios “en libertad de acción” para votar a favor o en contra de la iniciativa. Lo sorpresivo de la noticia no es la voluntad de ese partido de permitir a sus parlamentarios hacer lo que se les venga en gana, sino que, con ello, abrió la posibilidad de que ese retiro pueda llegar a tener lugar.

Cosa rara, sin duda, que la UDI, que hasta ahora había tenido una actitud rigurosa frente al tema, de pronto parezca haber cambiado para rendirse al reclamo populista de destruir el sistema de AFP por vía de la extinción de sus depósitos. Las hipótesis que tratan de explicar este curioso comportamiento abundan.

El mismo día que se supo la noticia, un diario de la capital recogía las palabras de un anónimo dirigente del partido que afirmaba algo así como “ahora la situación no es tan crítica, ya que en la actualidad es el Gobierno el responsable de ordenar a sus bancadas para que voten en contra”. Es decir, ahora podemos darnos el gusto de ser populistas porque el peso de la responsabilidad de rechazar esa barbaridad recae en el Gobierno.

Otra hipótesis tendió a cobrar vigencia luego de que los partidos agrupados en “Chile Vamos” promovieran, primero, y lograran la aprobación, luego, de una interpelación a la ministra Tohá por parte del Cámara de Diputas y Diputados. Para la interpelación, que correrá a cargo no de un diputado de la UDI sino del RN Andrés Longton, expusieron doce razones con las que inculpan a la ministra de ser la autora o la responsable de todos los problemas nacionales, desde el crimen organizado a los incendios forestales, pasando por nombramientos de personal de su cartera que, al parecer, no han sido del gusto de los reclamantes.

La hipótesis sostiene que estos partidos han perdido el juicio y decidido arremeter contra todo lo que se mueva en el Gobierno, hasta que el país se torne ingobernable y todo termine en un momento apocalíptico. Por ello estarían por el sexto retiro, la interpelación de ministros y un largo etcétera que usted puede imaginar.

Yo tengo otra hipótesis. Así como el Gobierno -la izquierda, en realidad- tiene dos almas, también la oposición -la derecha, en realidad- tiene dos almas. Y así como el Gobierno, si quiere avanzar dos pasos en la dirección de los consensos, debe retroceder uno para no provocar las iras o el abandono de su ala extrema, también Chile Vamos debe aceptar retroceder un paso hacia la intransigencia o el populismo si quiere avanzar dos en acuerdos con el Gobierno.

El “cuco” del Gobierno es el Partido Comunista y el Frente Amplio, el “cuco” de Chile Vamos se llama Republicanos. Desde hace meses se anuncia el crecimiento de ese partido y así lo proclaman las encuestas, pero, sobre todo, se afirma que ese crecimiento se logrará gracias a la migración de electores de la UDI. De ahí, entonces, que cada cierto tiempo los partidos de Chile Vamos, pero principalmente la UDI, deban mostrar musculatura derechista adoptando poses de populismo de derecha o de reciedumbre frente al Gobierno. Y creen que deben hacerlo aunque les resulte incómodo y hasta desagradable a dirigentes tan sensatos y conciliadores como Javier Macaya o como el diputado Evópoli Francisco Undurraga quien, mientras algunos de sus colegas hacían oír fanfarrias y desplegaban pancartas para anunciar la interpelación a la ministra, comentó, quitándole filo a la cosa: “Nosotros veníamos estudiando, tal como las informaciones de prensa señalaron… la posibilidad de convocar a la ministra del Interior para que nos explique sobre diversos temas”.

Pues bien, todo ese despliegue de ferocidad derechista es inútil. La migración de votos desde la UDI, pero también desde RN, hacia Republicanos, sólo se detendrá naturalmente cuando el último elector de derecha “dura”, haya migrado. Y, así, sin que varíe la votación de la derecha (alrededor de un 45% desde la recuperación de la democracia), se habrá producido un reacomodo interno en el cual no sería de extrañar que Republicanos se termine apropiando de alrededor de la mitad de esos votos.

Eso no se podrá verificar en la próxima encuesta nacional sobre partidos que, con el nombre de “Elección Consejo Constitucional 2023”, tendrá lugar en una semana más. Ello porque la ausencia de un centro aún no constituido con la excepción del Partido de la Gente deja a algo más de un 20% de votación de centro que se distribuirá entre el PDG y los candidatos del gobierno y la oposición.

En esas condiciones lo más probable es que todos los partidos oficialistas juntos alcancen algo parecido a lo que obtuvieron en el plebiscito de salida del 4-S (38%), que los partidos de oposición se lleven entre un 50 y un 55% de los votos y el Partido de la Gente se quede con el resto.

¿Que por qué estoy tan seguro? Porque en Chile no han cambiado muchas cosas desde el 4-S y la votación del domingo 7 va a ser exclusivamente sobre preferencias electorales partidarias ¿o alguien ha escuchado a algún candidato hacer campaña proclamando los importantes aportes que hará a la nueva Constitución que, por cierto, ya está siendo elaborada por la Comisión Experta?

Así las cosas, sólo cabe preguntarse ¿por qué la UDI y el resto de los partidos de Chile Vamos se toman tantos trabajos en actuar en contra de su naturaleza? Y todo para tratar de impedir lo imposible: que el electorado de derecha “dura” se vaya con un partido de derecha “dura”.

¿No será mejor dar lugar a un momento de sinceridad y permitir que las cosas se presenten ante los electores en toda su realidad? ¿Que las dos “almas” de la derecha se manifiesten tal cual son? ¿Que la derecha extrema se manifieste con toda crudeza, pero que permita a la derecha liberal y democrática expresarse también con naturalidad?

Lo cierto es que esa derecha democrática y abierta al diálogo no tiene por qué hacerle guiños a aquella otra derecha que despliega carteles de odio al paso del Presidente por las ciudades que visita (la última ocasión fue Puerto Montt, que el pasado jueves amaneció tapizada de insultos).

“Es que así perdemos fuerza frente a nuestro adversario natural, la izquierda”, puede replicar un derechista democrático. Mi respuesta es: no se preocupen. Las cosas están por cambiar. Dentro de poco el centro se poblará de partidos serios y competentes (Amarillos ya está por entrar al escenario y Demócratas no tarda). Miren en esa dirección. El futuro de Chile no se construirá en un ambiente polarizado como el que tenemos ahora; se alcanzará sólo si una potente coalición de partidos democráticos y reformistas logra consolidarse.

Y en esa coalición pueden tener cabida muchos. Incluso los partidos de la izquierda democrática si también son capaces de sincerarse. Así, finalmente, se terminaría de aislar a los extremos, a diestra y siniestra, y tendríamos la certeza de gobiernos estables, democráticos y progresistas.

Economista y escritor. Exsubsecretario de Economía y exembajador de Chile

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