El 4 de septiembre del año pasado cayó en domingo. Y ese día fuimos a votar el proyecto de Constitución que se nos había ofrecido en plebiscito. El desenlace de esa votación es conocido, sólo quiero recordar, porque viene al caso, que esa mañana, como todos los domingos, me comuniqué con ustedes a través de estas páginas. Y me atreví, desconociendo a esa hora el resultado del plebiscito, a usar las palabras de W.B. Yeats, para vaticinar que ese día “una belleza terrible”, nacería.
Uno de los elementos de esa nueva realidad, escribí, iba a estar determinado por el hecho que el Presidente Boric ya no podría seguir manteniendo la equidistancia entre las dos coaliciones que sostienen su gobierno. Pero el cambio mayor, sugerí, iba a ser el que afectaría al sistema de partidos. Llegué a asegurar que a partir del día siguiente comenzaríamos a sentir cómo se moverían capas tectónicas de la sociedad y nuevos continentes y nuevas cordilleras harían aparición en el paisaje político.
Hoy, 7 de mayo, estamos convocados nuevamente a las urnas. No ha pasado mucho tiempo. Algo más de medio año. Sin embargo, es de notar como lo principal a elucidar en este nuevo acto electoral, es la constatación de cuán vasto ha sido ese remezón telúrico para aquellos que se han visto afectados por él; cuán “terrible” ha sido esa belleza nueva, para aquellos que están siendo deslumbrados por ella.
La montaña que más ha dado que hablar es Republicanos. No es una presencia nueva, claro, pero sí es novedoso el tamaño que ha adquirido en los meses recientes y el pánico que ese tamaño está provocando. En Chile Vamos saben que ese crecimiento no puede ser sino a costa de ellos y en particular de la UDI. Alguien debe decirles que no deben preocuparse tanto, que el volumen de votos de la derecha en total no ha de disminuir de aquel que han mantenido, con pequeñas alzas y bajas, desde el plebiscito de 1988, esto es alrededor de un 45% (naturalmente este domingo la suma de Chile Vamos y Republicanos dará más, pero ello se deberá a la ausencia de partidos de centro -el PDG nunca dejará de ser una incógnita- en la boleta).
Cosa distinta, claro, es qué va a pasar dentro de ese porcentaje. Y lo que va a ocurrir es que, por lo menos la mitad de él se va a ir a esa reluciente y nueva montaña que tanto espacio parece ocupar en el horizonte. ¿Por qué ha de crecer así Republicanos? Porque nadie en Chile tiene razones serias para no suponer que, por lo menos la mitad de las chilenas y chilenos que sienten, son o creen ser de derecha, lo son de la derecha más dura. Son los nostálgicos de la dictadura, pero no del liberalismo de la dictadura, sino de su mano dura. De las decisiones adoptadas y comunicadas sin miramientos ni cortesías. Y sobre todo del “aquí mando yo”, en un mundo en el que el diálogo, la negociación y la búsqueda de consensos con los que piensan diferente, no existen.
Como el deslumbramiento que produce una belleza “terrible” al nacer, puede provocar cegueras, mareos y un impulso a veces irrefrenable a cometer desvaríos, algún partido de Chile Vamos -y aquí todos miran a la UDI- pueden sentirse tentados de tratar de competir con Republicanos en aquello de rugir y sacar las uñas. De mostrarse intransigentes e intolerantes, esto es, para decirlo en breve, no democráticos.
La recomendación es “no lo hagan”. La suerte ya está echada y ustedes, por más que rujan y busquen uñas que sacar a relucir, nunca podrán competir con Republicanos en aquello de mostrarse intolerantes e intransigentes. Hagan ustedes lo que hagan, ellos siempre harán un poquito más. Y la explicación es que ustedes tienen límites, son demócratas, y ellos no. Dejen más bien que todos aquellos que se sienten cómodos en ese mundo de intolerancia, migren hacia donde deben migrar y ustedes y sus partidos, por fin, puedan sentirse libres de mostrar todo el talante democrático y negociador que algunos de sus dirigentes ya están mostrando.
Y no se crea que esto de deslumbrarse y caer en desvaríos es un riesgo sólo para la derecha. Si no, miren nada más hacia el Partido Socialista que, sin venir a cuento, inexplicablemente una tarde cualquiera de verano decidió abandonar a quienes habían sido sus leales socios, aquellos con los que con justicia se ganó el calificativo de “socialismo democrático”. Sus socios se quedaron defendiendo heroicamente ese bastión, mientras ellos cruzaban el pasillo y se aliaban con quienes representan lo contrario en el mundo de la izquierda: con el Partido Comunista y con el Frente Amplio. Hasta un nombre se dieron: Unidad para Chile.
¿Por qué lo hicieron? Nadie lo sabe, porque no se dieron el trabajo de explicarlo. La cuestión es que, con ello, se compraron un problema de tamaño equivalente al que sufren en el otro lado los partidos de derecha. Si, en su nuevo domicilio, obtienen menos o más o menos los mismos votos que el Partido Comunista -por descontado que obtendrán menos votos que el Frente Amplio-, no sólo no habrán ganado una mayor preferencia electoral, sino que la habrán disminuido, al tiempo que debilitaban a su coalición original: el Socialismo Democrático.
Y no sólo eso: habrán dotado al PC de todas las credenciales que lo facultarán para golpear la puerta del Presidente Boric y exigirle que rectifique el viraje político que ha venido haciendo hasta ahora. Ese viraje que ha terminado por entregar, en la práctica, la conducción del Gobierno (Interior, RR.EE, Defensa, Hacienda y Segpres) al Socialismo Democrático. Es decir, le habrán creado nuevos problemas al Presidente que apoyan, se habrán debilitado electoralmente y habrán debilitado a la corriente política y a los compañeros de ruta que le daban identidad. Una demostración de manual de la “no política”.
Pero no hay que desalentarse. Sólo son las confusiones propias de un gran movimiento telúrico. Del momento en que nace “una belleza terrible”. Confiemos en que, cuando las capas tectónicas se hayan asentado, cada oveja vuelva con su pareja y la política vuelva a tener sensatez: que los extremos sean aislados y vuelvan a dar gobernabilidad al país quienes tienen la obligación de hacerlo.