La Primera Guerra Mundial fue terrible y seguramente muy pocos imaginaron en 1914 -cuando estalló el conflicto- las características y consecuencias que tendría sobre la vida de Europa. Los resultados fueron extremos y amargos: millones de muertos y heridos en el frente de batalla; destrucción material; problemas políticos y sociales de envergadura. Las universidades, centros de formación y conocimiento, se transformaron en abastecedores de ejércitos y vieron desaparecer a muchos de sus jóvenes en el frente. La antigua y culta Europa comenzaba cuatro años llenos de violencia y destrucción.

 

Como resultado histórico de más largo alcance, sin duda resulta impresionante el fin del Imperio Austro-Húngaro, algo que resultaba imprevisible tiempo antes. Lo mismo ocurrió con la legendaria monarquía de los zares en Rusia, que en tres años de pésima conducción en la guerra logró preparar su propio término. Esto último, adicionalmente, abrió paso al advenimiento del primer régimen comunista de la historia: la Unión Soviética, liderada por Lenin, tras el éxito de la Revolución de Octubre en 1917. En solo tres años la historia del siglo XX experimentaba un cambio radical.

 

Se podrían enumerar largamente las consecuencias económicas y sociales, políticas y humanas de la Primera Guerra Mundial. Felizmente existe una abundante y valiosa bibliografía histórica al respecto que nos permite analizar el conflicto desde las más diversas perspectivas. Sin embargo, podemos realizar brevemente algunas consideraciones de fondo sobre el significado histórico de la guerra de 1914.

 

Cuando muchos jóvenes partieron a las trincheras, en una mezcla de deber y patriotismo, lo hicieron bajo la promesa de que nunca más habría guerras. Sin duda se trataba de un objetivo loable y que, quizás, algunos creían sinceramente. Los resultados no acompañaron esa aspiración: Europa no solo sufrió una guerra dramática, sino que apenas un par de décadas después se vería sacudida nuevamente por un conflicto similar, la Segunda Guerra Mundial. El nuevo conflicto surgió, al menos parcialmente, por una clausura defectuosa de la guerra de 1914, con el Tratado de Versalles. La historia mostraba una de sus paradojas: se había aprendido muy poco de ella.

 

Emmanuel Macron y Angela Merkel, quienes apreciaron especialmente “el valor de la reconciliación franco-alemana para Europa y para la paz”.

 

Un segundo aspecto interesante de la posguerra fue la crisis del liberalismo. La muerte de algunos imperios podría haber significado el auge de las democracias liberales, pero la situación se dio al revés: a la victoria del comunismo en Rusia se sumó posteriormente el advenimiento del fascismo en Italia en la década de 1920 y del nacionalsocialismo en Alemania en los años 30. En algún momento sus tres poderosos líderes -Stalin, Mussolini y Hitler- parecían anunciar el futuro de la humanidad, con sus banderas, marchas, victorias y determinación. El totalitarismo mostraba todo su esplendor sobre pueblos que sufrían las duras máquinas de represión, control total de la política y la vida social, ausencia de las libertades más elementales.

 

No podemos dejar de mencionar una fascinante consecuencia de la gran guerra en el plano de la cultura. Con el paso de los años comenzaron a aparecer numerosas publicaciones referidas a la guerra, la vida en el frente de batalla, en forma de memorias, novelas e incluso poesía. Algunas de ellas pasaron a ser obras clásicas anti belicistas, como Sin novedad en el frente, de Eric Maria Remarque. No podemos olvidar que la mitología de J. R. R. Tolkien nació precisamente en el contexto que rodeó la batalla del Somme, en medio del lamento por la muerte de sus grandes amigos en la guerra. La historia que precede al conflicto que cambió a Europa para siempre es el foco del libro de memorias de Stephan Zweig, El mundo de ayer, una pincelada maestra de un modo de ser que se rompió con la gran guerra.

 

Se ha cumplido este 11 de noviembre de 2018 el primer Centenario desde el armisticio que marcó el final de la Primera Guerra Mundial. Esto llevó a líderes de las más diversas naciones a reunirse en París, frente al Arco del Triunfo, para conmemorar el acontecimiento. Entre ellos estaban simbólicamente Emmanuel Macron y Angela Merkel, quienes apreciaron especialmente “el valor de la reconciliación franco-alemana para Europa y para la paz”. En la misma línea se manifestaron los demás jefes de Estado. Después de todo, el siglo XX tiene el triste récord de ser el más sangriento y terrible de la historia, con dos guerras mundiales y con regímenes totalitarios que cambiaron para siempre la forma de entender la política. Quizá por lo mismo el desafío del siglo XXI no es simplemente mantener la paz, sino que procurar una auténtica unión y una mejor vida en sociedad. Es la mejor manera de celebrar la paz.