No queda nada y puede haber muchas sorpresas en la elección el próximo domingo de los 50 consejeros que redactarán el nuevo texto constitucional a partir de la propuesta de la Comisión Experta.

¿Será la primera vez que ganará la derecha una elección que no sea la presidencial?

Los aprontes apuntan a que el péndulo se mueve en esa dirección, vaivén que no es bueno para la estabilidad institucional porque puede anticipar otro movimiento en el sentido contrario, es decir, traer al “octubrismo” de vuelta.

Los resultados estarán marcados por el voto obligatorio en lo formal, pero también por el acuciante problema de seguridad que recorre todo Chile y que castigará a la coalición gobernante por su responsabilidad en la actual crisis y por su actual incapacidad de manejo. 

En suma, un plebiscito a este Gobierno que se jugará por el tema seguridad, donde la mayor credibilidad para combatir la delincuencia, la migración ilegal y el terrorismo en el sur (no le dicen violencia rural), la ha conquistado José Antonio Kast.

Es claro que La Moneda apuesta a que voten los menos posibles, creyendo que eso evitará la aplastante derrota del plebiscito que fue de la mano con la irrupción de millones de nuevos votantes. Por eso no ha llamado la atención la falta de campaña e información sobre los próximos comicios, donde han brillado por su ausencia los ministros recorriendo Chile o grabando videos y el Presidente, con cara de triunfador, firmando borradores constitucionales que hoy están en el tacho de basura.

Pero con el voto obligatorio, de todas formas, debiéramos esperar que esta fuera la segunda elección más votada, aunque con un voto válido muy inferior al plebiscito. Se trata de un sufragio más complejo, no de un sí o un no, y los sondeos revelan que las personas no están “ni ahí”, a pesar de que mayoritariamente creen que es necesario tener una nueva Constitución.

Si efectivamente gana la derecha el domingo 7, no será porque crezcan los tres partidos tradicionales de la Alianza por Chile (RN, UDI y Evópoli), sino que por la facción Republicana que, según distintos pronósticos, convertiría al conglomerado de José Antonio Kast en el más votado de Chile y en el con mayor número de consejeros. Y el Partido de la Gente se consolidaría con uno o dos consejeros que han hecho campaña en contra del Gobierno. 

Ese resultado necesariamente endurecerá a la oposición, porque es claro que Republicanos ha levantado como un valor el no negociar con la izquierda. El punto es si esa política se impondrá en el Consejo Constitucional si la derecha alcanza o se empina al 60% de los consejeros o, dicho de otra forma, si el oficialismo no alcanza los 21 miembros que requiere para impedir que la oposición escriba el nuevo texto sin mirarle las caras. O sea, que se repita la aplanadora que operó en el anterior proceso constituyente, pero con el signo contrario.

Sería pésimo para Chile, sin duda, porque si la nueva Carta Fundamental no le permite a la gran mayoría del país (más cercana al 80 que al 60%) identificarse con ella, el problema seguirá abierto y eso significa que continuará siendo instrumentalizado por la izquierda revolucionaria, la que más adelante buscará cómo quitarle legitimidad.

Tampoco será una buena noticia que se confirmen los vaticinios que aseguran que Apruebo Dignidad  (PC+Frente Amplio) más el PS y el PL, que van en la lista del Gobierno, será más votado que el Socialismo Democrático. Y que el Partido Comunista, en forma inédita,  sumaría más preferencias que todos los otros partidos de izquierda. Es decir, obtendría la hegemonía en la izquierda, democrática o no.

Ese crecimiento del polo de la ultraizquierda no solo complicará los acuerdos en el Consejo y la moderación del resultado final, sino que dificultará los futuros pasos del Presidente Boric para enfrentar los problemas desde una óptica socialdemócrata y no revolucionaria. Es decir, menos Tohá y Marcel y más Vallejo, Jackson y Orellana.

El resultado del domingo irá sin duda más allá del grupo que redactará la nueva Constitución, determinando también la dirección que asumirá Boric para enfrentar los largos tres años que le quedan. Si continuará zigzagueando entre el “ultrismo” y el Socialismo Democrático, o se resolverá a pagar los costos con parte de sus aliados para enfrentar los problemas reales de Chile, partiendo por el de la seguridad.

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