Mañana se cumplen 50 años de la intervención militar que puso término a la Unidad Popular. El gobierno, para conmemorar la fecha, intentó establecer una verdad oficial, cuando sin duda alguna, las visiones de lo ocurrido en esa época difieren ampliamente no sólo a nivel político, sino que también en vastos sectores de la sociedad y particularmente entre quienes vivieron y sufrieron lo ocurrido durante los 1000 días del gobierno de Salvador Allende, tornando imposible que exista un consenso sobre las causas del 11 de septiembre de 1973.
Sin entrar a analizar lo que fue la época de la UP, de la que fui testigo, siempre he considerado que el peor daño que le infringió a Chile el gobierno de Allende fue la polarización del país a niveles irreconciliables. Lo considero así pues retornó la democracia, el país creció, surgieron nuevos partidos políticos, pero el lenguaje confrontacional y la división entre buenos y malos chilenos la volvieron a reeditar.
Y si Boric no fue exitoso en lograr que todos los partidos concurrieran a su llamado a firmar un acuerdo de nunca más, no fue porque Chile Vamos y los Republicanos estén en contra de que hay que cuidar la democracia y los DD.HH, sino porque el Presidente enrareció el clima político con declaraciones muy desacertadas que en nada ayudaron a crear un ambiente propicio para llegar a dicho acuerdo. Además, es difícil tener seguridad de que lo que dice un día no será diferente al día siguiente, como nos tiene acostumbrados.
El Presidente se ha explayado en los medios acerca de la importancia y la necesidad de respetar la democracia, pero hace tan solo cuatro años, su sector intentó derrocar al Presidente Piñera e incluso declararon que el gobierno estaba frente a un parlamentarismo de facto; es decir, que el Congreso era el que tenía el poder para gobernar. Entonces, ¿cómo creer indubitablemente en ese discurso, cuando hace tan poco actuaron de esa manera contra el gobierno democrático y hasta hoy no hacen un mea culpa?
Sin ir más lejos, hacen difícil creer en el mensaje de respeto a la democracia, cuando la izquierda en el Consejo Constitucional decidió el jueves pasado de manera abrupta y poco dialogante, exigirle a Chile Vamos y Republicanos el retiro unilateral de 15 temas ya aprobados en materias como seguridad, terrorismo, narcotráfico, migración, deberes fundamentales del Estado, concesiones, objeción de conciencia, entre otros, como “requisito de admisibilidad” para continuar las negociaciones.
O sea, la democracia se respeta siempre y cuando lo que se apruebe sea lo que la izquierda quiere; si no es así, entonces, se tira el mantel y no hay acuerdo nomás. ¿Es eso solucionar los problemas con más democracia? ¿Es eso respetar la voluntad popular que optó por elegir democráticamente a quienes hoy tienen la mayoría en el Consejo? ¿Y así dicen que la derecha quiere pasar máquina y es la responsable del fracaso en las negociaciones?
Lo mismo pasa con el tema DD.HH. Sin duda que se deben respetar en forma irrestricta y que sus violaciones se deben condenar sin tapujos. No obstante, es lamentable la utilización política de la izquierda en este sensible tema. Baste un ejemplo de ello: la manera en que sacaron a Sergio Micco del INDH, por no aceptar la pretendida acusación contra el gobierno de Piñera de que se habían cometido violaciones sistemáticas de estos derechos, cuando ni la CPI aceptó abrir una investigación al respecto.
Nada diferente lo que hacen los Presidentes de México, Brasil (si es que viene), Argentina y Colombia firmando el Compromiso de Santiago cuando avalan a Maduro, Ortega y ninguno de ellos, incluyendo a Boric, condenan la dictadura cubana por las violaciones sistemáticas a los DD.HH. de sus ciudadanos.
Finalmente, con una economía con 0% de crecimiento, creo que es hora ya de dejar atrás un pasado que no se puede cambiar y nos dediquemos todos a trabajar firmemente por la unidad del país y su futuro. Chile no aguanta más divisiones ni confrontaciones entre políticos. Es hora de cerrar el tema Constitucional y de una vez por todas, que el Gobierno se dedique a gobernar y a tratar de sacar al país del estancamiento en que hoy lo tiene sumido.