El sistema de transporte en la Región Metropolitana se ha visto marcado por una constante planificación. Es así como el conocido Transantiago ha significado una inversión de más de 5 mil millones de dólares en subsidio, equivalente a diez hospitales. En su reemplazo, el plan Tercer Milenio equivale a más de 7 mil millones de dólares.

 

Esta situación es razonable, si consideramos que la Región Metropolitana concentra la mayor cantidad de población del país y 2 millones 500 mil personas usan diariamente la movilización pública que ofrece. Sin embargo, esta realidad se contrasta con el desarrollo del transporte en las regiones, que se han mantenido en un segundo plano, teniendo que convertirse en espectadores televisivos del aumento en la calidad del transporte –y de vida- de los capitalinos.

 

Tomemos como ejemplo el sistema de trolebuses de Valparaíso. Operando desde el año 1952, su existencia no se justifica necesariamente por su demanda, sino por su valor patrimonial. Son la segunda red más antigua en Sudamérica, monumento nacional y uno de los íconos de la región de Valparaíso. Sin embargo, este sistema de transporte no se ha visto exento de contratiempos en su financiamiento. Para continuar otorgando el servicio, Trolebuses Chile S.A remató 17 trolebuses, dinero que permitió su vigencia.

 

No obstante, esta estrategia no impidió que el financiamiento volviera a un punto crítico. La declaración de cierre de funciones por ausencia de inversión pública y la consecuente respuesta del Ministerio de Transportes, aunque necesaria, advierte que la subsistencia de un bien que no es solo económico, sino patrimonial, termina dependiendo discrecionalmente del nivel central. Ante ello, cabe preguntarnos si es posible un modelo sostenible y autónomo, no solo para los trolebuses, sino para el transporte regional en general.

 

El transporte es un problema público que es cada vez más relevante para las personas. En la región de Valparaíso, las percepciones sobre el transporte disponible han ido decayendo año tras año. Acorde a la encuesta de Calidad de Vida de Fundación P!ensa (2017), solo un 27% evalúa positivamente la frecuencia y calidad del transporte de su ciudad. Además, un 46% de las personas perciben se ven afectadas diariamente por la congestión vehicular. Es así como las personas deben vivir con una oferta de micros con una infraestructura deficiente, con recorridos mínimamente planificados, sin tiempos concretos y pagando un costo que no se ve reflejado en los buses, son parte de la realidad urbana en la región de Valparaíso

 

Para enfrentar este desafío, la integración es fundamental. Coordinar todos los modos de movilidad de los trolebuses, el metro, las micros y los ascensores, a través de rutas y tiempos de espera fijos, puede ser un gran beneficio. Si a ello le sumamos tarifas complementarias entre todos los servicios de transporte, la ventaja no solo iría para los usuarios, sino para el transporte en sí. Esto debido a que promueve la atracción de pasajeros, aumenta la demanda por el servicio y, en conjunto, fomenta la eficiencia y calidad del transporte público regional. De lo contrario, seguiremos viviendo bajo una realidad en la subsistencia del transporte patrimonial dependerá del apoyo estatal.

 

FOTO:YVO SALINAS/AGENCIAUNO