El 23 de enero los venezolanos conmemoramos el retorno a la democracia de 1958, cuando, después de seis años de dictadura, el militar que había gobernado huyó en la madrugada, privado de todo apoyo militar en medio de una rebelión en su contra. Esa historia de hace 61 años atrás es hasta la fecha una fuente de inspiración, pero también, cómo negarlo, un profundo deseo que desde hace años cultivamos los venezolanos en la esperanza del fin del gobierno de Nicolás Maduro.

El escenario político de 1958 y la batalla que libraron nuestros demócratas de la época son muy distintos a la batalla que hoy libra el pueblo venezolano en contra de la dictadura de Nicolás Maduro. No porque unas dictaduras sean mejores que otras, comparación inconcebible e inadmisible; pero no podemos desconocer que la actual ha tenido consecuencias de proporciones mucho mayores.

Hoy 23 de enero de 2019, los venezolanos, y los demócratas, conmemoraremos el recuerdo del rescate de la democracia, pero también celebraremos el comienzo de un nuevo episodio en la lucha por el retorno a ella. Por primera vez en muchos años, la oposición venezolana ha logrado consolidar su lucha en torno a un escenario único de ilegitimidad del régimen de Nicolás Maduro y ha logrado trazar una ruta clara que, legítimamente, aspira a consolidar un gobierno de transición que restaure el orden democrático, y sobre todo el estado de Derecho.

Las escenas de insurrección del día lunes, seguidas de las manifestaciones de gente en la calle, que no son más que la expresión de un país que se cansó de pasar hambre.

El pasado 10 de enero marcó el quiebre de la ya débil y cuestionada legitimidad de Nicolás Maduro. La denuncia de la oposición sobre la usurpación de poder que está llevando a cabo y la exigencia de reconocimiento de la Asamblea Nacional y su presidente Juan Guaidó como única institución legítima para la conducción del país es la carta más sólida que se ha jugado en años, y la unidad con la que se ha planteado es, a su vez, muestra de la madurez política que la oposición ha logrado alcanzar. Si bien queda mucho camino por recorrer, y existen todavía infinidad de escenarios que no terminan en el deseado rescate de la democracia para el pueblo venezolano, la fortaleza con la que se ha expresado Guaidó, la claridad en su mensaje, y la humildad con la que ha liderado estos difíciles días de confusión política, constitucional y social pareciera abrir una pequeña ventana de esperanza. Asimismo, las escenas de insurrección del día lunes, seguidas de las manifestaciones de gente en la calle, que no son más que la expresión de un país que se cansó de pasar hambre y perdió el interés en creer en una narrativa que no le solucionó los problemas y le robó el futuro, condenando a su gente al exilio, son muestra de que esa luz que vemos puede ser el final del túnel.

Hoy será un día importante. El llamado de Juan Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional, quien es el ente encargado de la dirección del país, de acuerdo a lo que establece la Constitución venezolana en sus artículos 213, 333 y 350, es que todos los demócratas del mundo se unan a la petición para la restitución de la democracia: 1. Cese de usurpación, 2. Gobierno de transición, 3. Elecciones libres.

Por eso, todos aquellos creyentes en la democracia en el mundo, no solo venezolanos, hoy debemos alzar nuestra voz y acompañar a Venezuela en la lucha que comienza a librar hoy por el rescate de su democracia. Hoy más que nunca, Venezuela necesita a la comunidad internacional de su lado, pero no sólo a gobernantes, sino a ciudadanos que nos han recibido en sus países y han sido testigos de lo que el chavismo nos ha robado. Hoy, es un día para alzar la voz y decirle a Venezuela, falta poco, estamos con ustedes.

 

FOTO:SEBASTIAN BROGCA/AGENCIAUNO