La revista Rolling Stones publicó un artículo donde denuncia que el 10% de los músicos de Spotify concentra el 99,4% de las descargas y que eso genera una injusta desigualdad de ingresos. En un mundo perfecto -reflexiona la revista- el 1% de los músicos menos conocido debiera concentrar el 1% de las descargas. ¿Pero es eso justo? ¿No será más bien que hacer buena música no la hace cualquiera y que el talento es escaso, por eso pocos músicos son los elegidos por los millones de usuarios de Spotify y que eso justifica que sean mejor remunerados?

Este fenómeno de pocos haciendo mucho es lo que se conoce como la Ley de Pareto (por el economista italiano Vilfredo Pareto) o la regla del 20/80. No es por supuesto una regla científica, sino más bien una constatación de un fenómeno que se da en la realidad. El 20% de los clientes de una empresa generarán el 80% de la facturación. El 20% de los jugadores de un equipo de futbol hará el 80% de los goles; el 80% de la riqueza del mundo la genera el 20% de las personas (y no tengo los números, pero me sospecho que el 20% de los chilenos explica el 80% de la recaudación impositiva).

Este concepto fue refinado posteriormente en lo que se conoce como la ley de Price. Esta ley establece que en toda organización la raíz cuadrada del número total de personas será responsable del 50% del trabajo producido. Así, en una empresa de 25 personas 5 harán la mitad del trabajo. Las empresas de ventas masivas lo saben, pocos vendedores serán muy efectivos y serán responsables de más del 50% de las ventas y por eso ganarán más.

Entre los funcionarios públicos no se mide, pero los jefes me sospecho que saben que unos pocos hacen la pega de muchos para que el todo funcione. Esa ley fue enunciada, por el físico e historiador de la ciencia inglés Derek Price a partir de detectar que en el trabajo académico muy pocos profesores eran responsables de la gran mayoría de las publicaciones (papers).

Esta disparidad de resultado es fruto del esfuerzo, del talento, del conocimiento de la suerte o de combinaciones de ellas. ¿Se ha dado cuenta que un goleador siempre está bien ubicado en la cancha? Si sólo fuera una vez que agarrara el rebote sería suerte, pero cuando es consistente en hacerlo tiene que ver con el talento. En los naipes se nota, los buenos jugadores de póker ganan más veces que los malos. Uno malo puede tener un golpe de suerte y ganar, pero si se juegan varios partidos el mejor terminará imponiéndose.

Así, en toda empresa exitosa, lo más importante es identificar a esos 5 de los 25 que son los más productivos y retenerlos, premiarlos y motivarlos. Para los 20 restantes siempre hay esperanza, porque deben encontrar el trabajo que los motive y donde su talento lo haga formar parte de los 5 más productivos.

Nadie de nosotros es bueno o malo para todo. Scott Adams, el dibujante de la tira cómica “Dilbert” en su libro “How to fail big at almost everything and still win big” (como fracasar en casi todo y sin embargo igual ganar en grande) recomienda a los jóvenes que no se dediquen a lo que más les gusta sino hacer aquello en que son buenos y eso busquen cómo rentabilizarlo.

Las organizaciones exitosas no se ofenden ni luchan contra esta realidad, sino que la reconocen y tratan de aprovechar sus ventajas. Esto se logra, premiando a los pocos productivos no castigándolos; abriendo oportunidades para que los muchos puedan llegar a ser parte de los pocos, sea aprendiendo y mejorando en una misma organización o cambiándose a otra donde sus habilidades y talentos sean más productivos. Lo que desarrolla a los países es que muchos estén esforzándose por surgir. Cuando no existe premio ni reconocimiento para los pocos que logran tener éxito, se acaba el esfuerzo de los muchos y todos pierden.

En Chile desde que una generación construyó una plataforma política sobre temas que no entendía, hemos estado caminando como gallina sin cabeza, sacando de los patines a los buenos alumnos en vez de mejorando a los demás (el caso del Liceo Augusto D’Halmar es de texto), exigiendo igual paga a igual pega, en vez de igual paga a igual productividad; explotando a las empresas instaladas en vez de promover que nuevas se instalen, etc.

Ojalá que este Gobierno en vez de seguir cambiando ministros cambie de ideas. Eso necesitamos para volver a progresar.

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