Señor Director:

¿Qué tan bien evaluada está la ciudadanía? Resulta fácil empatizar con las marchas, son muchos los asuntos en cuestión y no cuesta demasiado encontrar alguno del cual se padezca o que nos haya afectado en algún momento. Sin embargo, en este contexto de profundo descontento colectivo, vale también la pena preguntarse por nuestras propias actitudes, acciones y actos. Las respuestas no nos serán tan fáciles cómo lo fue empatizar con alguna de las demandas ciudadanas, pero parece justo también buscar en nosotros mismos, de qué forma, en nuestra vida cotidiana, obramos y replicamos las mismas injusticias que reclama el colectivo. Es un ejercicio un poco más incómodo que el caceroleo y la protesta, pero es buen complemento y contribuye en igual o mayor medida en la construcción de país mejor.

No se entiende el hecho de que ahora todo el país despierta, se ilumina y ve cosas que nunca había visto o no se había dado cuenta, es un tanto hipócrita explicarlo de esa forma. El país tiene cosas buenas y malas, sin duda hay quienes han contribuido más que otros a las unas y a las otras, hay también a quienes les ha tocado más de las buenas que de las malas, la gran mayoría recibe de ambas y hay otros que nunca les ha tocado una buena. Cuesta entender que lo anterior sea novedad para alguien, porque todos hemos participado de esto. Todos tenemos grados de responsabilidad, de lo bueno y de lo malo, algunos dirán que es más lo malo que lo bueno, yo creo que es más lo bueno, pero esa es otra discusión.

No pretendo con esto que se diluyan las responsabilidades, ni restarle importancia a ciertas demandas que parecen legítimas e incluso algunas urgentes, pero es necesario también mirar las cosas desde otros puntos de vista, a ver si esto contribuye en algo a mejorar el panorama. Llevamos semanas dándole duro a los políticos y a todas las instituciones en general, distintas organizaciones civiles tratan de aprovechar la oportunidad de imponer su propia agenda, abundan los periodistas incendiarios que minimizan la violencia y en las encuestas no aparece nadie bien evaluado; ni siquiera los extremos, como era de esperar, han sido capaces de capitalizar lo ocurrido. Quizás si en la próxima encuesta se preguntara por la evaluación de la ciudadanía a sí misma, aparecería con un 100% de aprobación; llama la atención la facilidad para apuntar culpables y la falta de autocrítica.

Sin embargo, en los hechos, lo que se ve a diario es gente tirando mugre al suelo, colándose en la fila, clasismo, bocinazos, indiferencia, falta de empatía y una larga lista de cosas que nos faltan para ser dueños de la dignidad y el respeto que con tanta fuerza se está demandando como país. ¿Que tan buenos ciudadanos hemos sido? El índice Better for Life de la OECD, que es donde ponemos la vara a la hora de pedir derechos, nos sitúa en el último lugar en Compromiso Cívico, últimos también en Participación Electoral, nuestro mejor desempeño es en la Participación de los Interesados en la Elaboración de Regulaciones, estamos en el lugar 38 entre 40 países. En la medida que nuestras actitudes individuales se sigan distanciando de las demandas colectivas, cualquier cambio será letra muerta.