El estallido de octubre y luego la pandemia del coronavirus ha provocado que se instale la idea de implementar un Estado de Bienestar en Chile, que busca otorgarle más poder al Estado para hacerse cargo y asumir la responsabilidad de un gran número de servicios públicos, como pueden ser la educación o bien el sistema sanitario. Así, desde la oposición se han impulsado iniciativas o han surgido ideas para ponerle fin a la privatización y excluir al sistema privado, como queda en evidencia con el proyecto que busca nacionalizar los fondos previsionales. Esto, ad portas del plebiscito de octubre, que probablemente abrirá las puertas a un proceso constituyente.

Sobre esto conversó el ex ministro Mauricio Rojas en el programa «Mirada Líbero en Agricultura».

-Mauricio, usted impartirá en agosto un taller en El Líbero en el que profundizará sobre el Estado de Bienestar, en el que va explicar qué es, cuáles son sus orígenes, su historia y también su gran crisis en la década de los 80 y los 90, y sus reformas liberales actuales. Esto es bien interesante justamente en el contexto actual chileno, en el que se está discutiendo sobre si adoptar un sistema así en el país…

-La idea es justamente ver este llamado Estado de Bienestar que hoy se presenta en Chile especialmente como una especie de solución de todos los problemas. Lo que vamos a hacer es estudiar su historia y ver que lo que puede parecer a simple vista como una solución mágica puede tener también tremendos problemas, y que hay que saber implementar un tipo de bienestar público sin que eso destruya las fuentes del crecimiento y el bienestar de la gente. Porque eso es lo que ha pasado en Europa.

-¿Qué es el Estado de Bienestar y cuáles son sus orígenes?

-El Estado de Bienestar es un intento de los estados europeos, partiendo en Alemania. Es bien interesante su origen, porque el Estado de Bienestar no es hijo de la izquierda, sino que de la derecha conservadora de un gran político alemán, Otto von Bismarck, que es el hombre clave además en la unificación de Alemania. Este personaje en los años 80, 1880, ve con gran preocupación el surgimiento de los movimientos revolucionarios que se afirmaban en las nuevas clases obreras que no tenían la protección tradicional de la sociedad campesina. Entonces este hombre empezó a elaborar cómo podemos darle a esta nueva clase que está surgiendo en las ciudades una seguridad básica, y eso fue lo que él realizó con la legislación de los años 80 en Alemania, y ese es el origen del Estado de Bienestar.

-¿Esta idea del Estado como el responsable del bienestar social y económico se extendió en toda Europa…?

-Sí, después este Estado de Bienestar se va a ir extendiendo al resto de Europa. Y fundamentalmente después de la II Guerra Mundial comienza a expandirse de una manera realmente extraordinaria. Vamos a analizar en concreto el caso de Suecia, que es uno de los modelos más conocidos de Estado de Bienestar, donde la expansión prácticamente se duplica al tamaño del Estado en 20 años, la tributación pasa del 50%, y ahí se comienza a ver que esta famosa solución, que parecía fantástica, comienza a tener problemas graves que conducen a una tremenda crisis en Suecia y a una serie de reformas que se inician a partir de los años 90 para poder solucionar los problemas creados por el Estado de Bienestar.

-El exceso de estatismo y regulación durante la segunda mitad del siglo XX fue lo que llevaron al Estado de Bienestar a esta profunda crisis. ¿Qué fue lo que sucedió y cuáles son estas reformas liberales que se dieron después para intentar corregir esta crisis?

-Hay dos problemas básicos. Primero, está la sobre expansión, cuando ya los impuestos pasan del 50%, cuando el gasto público pasa de 60%, en Suecia llegó a más del 70%, o sea siete de cada diez pesos o corona sueca pasaban por el Estado. Cuando eso se produce tienes una carga tributaria sobre la población que comienza a desincentivar el trabajo, y además las finanzas públicas se hacen tremendamente vulnerables. Por ejemplo, cualquier cosa que debilita el nivel de empleo va a redundar en una explosión de gasto público porque el Estado ha asumido grandes responsabilidades respecto de, por ejemplo, el seguro de desempleo. Eso pasó en Suecia, fue una cosa tremenda. Llegamos a un déficit público en los años 90 de más del 10%. Alguien dijo que Suecia se había convertido en una república bananera entonces, y otro le replicó que era una república bananera, pero sin bananas, porque el clima no lo permite. Y ese es un aspecto. El gran Estado de Bienestar clásico se basó en grandes monopolios públicos, monopolio de la educación, de la salud, y una serie de otros monopolios, los transportes, correos, las farmacias, en fin, una multitud de monopolios públicos, y todo monopolio trae una ineficiencia, porque está ausente la competencia, entonces no tiene ninguna necesidad de producir de manera eficiente. Y ese fue otro problema muy importante… Para decirlo muy breve: sobre expansión, demasiado gasto, demasiados impuestos y monopolios. Esos dos elementos estrangularon la economía Sueca, y este gran Estado quebró en buenas cuentas a comienzos de los años 90.

-¿Qué está pasando en el mundo y específicamente en Chile con la discusión para implementar el Estado de Bienestar, de darle más poder al Estado, por ejemplo, en el tema de las pensiones con el sistema de reparto, o también  tras la pandemia, con la idea de que sea el Estado el que maneje la red hospitalaria tanto pública como privada? ¿Porqué ha tomado vuelo esta idea?, ¿y cuáles los problemas de implementar el Estado de Bienestar en Chile, qué consecuencias se generarían…?

-El vuelo que ha tomado es producto de una izquierda muy tradicional, muy lejana de la socialdemocracia sueca, que es moderna, avanzada, que predica que el Estado es la solución de todas las cosas, y también la gente quiere tener soluciones básicas. ¿A quién no le gustaría tener un gran papá. un papá Estado que te diera todo aquello que tú deseas?. Sería muy interesante entender cómo países como Suecia, regidos por la socialdemocracia, tuvieron que desandar el camino y disminuir el tamaño del Estado, y sobre todo, eliminar los monopolios públicos. Por ejemplo en la educación. En Chile tenemos una prohibición del lucro en la educación primaria, o media, universitaria. Eso fuere introducido en Suecia. Se le dio a la gente vouchers de educación, para que eligiera libremente la escuela, se permitió la entrada de empresarios y empresas para producir, crear escuelas, producir salud, producir todo esto. Y eso le dio una dinamización al Estado de Bienestar que  estaba prácticamente muriendo, porque había estrangulado la capacidad creativa de la sociedad. Así que los modernos Estados de Bienestar como el de Suecia o los Nórdicos hoy van al revés de lo que se dice en Chile. Van desandando el camino hacia la estatización, tratando de combinar un alto nivel de participación del Estado con un alto nivel de participación del empresariado y la libertad de elección de las personas. Es decir, hoy tenemos un modelo de Estado de Bienestar que es mucho más liberal de lo que había hace 20 o 30 años, y mucho más liberal de lo que se imagina la gente de izquierda en Chile.

En Chile tenemos un pensamiento de izquierda muy anticuado, realmente anacrónico. Es algo que había en Europa hace 30 o 40 años, pero que justamente trajo problemas

-¿Mauricio, y cree entonces que al contrario de los que abogan por un Estado de Bienestar, esta crisis arrojó la necesidad de impulsar un sector privado más activo, por ejemplo, con el tema de la administración de la red hospitalaria, o en la generación de una vacuna?

-Por supuesto, la solución encontrada acá en el norte de Europa es la colaboración público privada, y no el antagonismo, que es lo que se predica en Chile. En Chile se predica la exclusión, por ejemplo, del sector privado en la educación o en la prestación de servicios de salud, etc. Ese es un pésimo camino, porque lleva al monopolio público. Lo que aquí en Suecia se ha pretendido y se ha hecho con mucho éxito además es justamente abrirse al sector privado, dejarlo entrar en la producción de estos bienes en las mismas condiciones que los productores públicos y dejar que la gente elija. O sea, se le ha dado la confianza al ciudadano de ser él, y no el Estado el que decide finalmente si mi escuela va a ser de una empresa, o del Estado, o de la comuna. Si la clínica a la que voy va a ser privada, con fines de lucro o no. Todo eso hoy va a estar en manos del ciudadano.

De hecho aquí donde yo vivo -en Suecia- yo ya ni siquiera me pregunto si la clínica a la que voy a ir es privada o pública, cuestan lo mismo, están regidas por la misma legislación, y por lo tanto, que la que me brinda mejores servicios es la que yo voy a elegir, independientemente de si eso le da un gran beneficio a un empresario en particular. Esas cosas son las que tendríamos que introducir en Chile, porque en Chile tenemos un pensamiento de izquierda muy anticuado, realmente anacrónico. Es algo que había en Europa hace 30 o 40 años pero que justamente condujo a los problemas, no solo en Suecia, igualmente en Alemania o en Dinamarca, en fin, en los estados más avanzados, y eso es lo que en Chile se pretende volver a recrear. La verdad es que somos muy tontos podríamos decir, porque en vez de pensar en implantar los modelos que hoy están apuntando hacia el futuro, miramos hacia el pasado y tratamos de volver a constituir un tipo de Estado de Bienestar que en Europa fracasó rotundamente.

-Sobre la pandemia, usted está actualmente en Suecia, que se ha caracterizado por implementar un modelo sin cuarentena obligatoria, que le dio plena libertad a la personas para elegir y decidir si querían quedarse en sus casas, salir a la calle o de qué modo cuidarse, es decir, un modelo que se caracteriza por el poco control del Estado en ese sentido… ¿Qué le parece el modelo Sueco para encarar el coronavirus y qué resultados ha tenido?

-Tiene una parte encantadora, yo puedo salir ahora a la calle sin mascarilla, puedo ir a comprar, tomar mi bicicleta, ir a pasear, puedo irme a la playa, en fin, todas esas cosas. Ahora, los resultados en términos de mortalidad especialmente no son nada de buenos, especialmente comparando con el entorno, que es lo que hay que hacer. Si uno compara con el país hermano de Suecia, que es Noruega, que está acá al ladito, con el cual siempre se comparan los suecos, la tasa de mortalidad Sueca es 11 veces mayor que la tasa de mortalidad Noruega, donde sí se aplicaron fuertes restricciones, donde hubo una reacción muy potente que implicó cuarentenas y todavía hay bastantes restricciones. Por lo tanto, lo que el Estado Sueco decidió, porque no lo decidió la población, lo decidió el Estado y la población siguió al Estado Sueco, fue un modelo que apuntaba a dejar a que se difundiera la enfermedad para obtener eso que se llama la inmunidad colectiva y además, proteger a la economía. La verdad es que parece que la inmunidad colectiva cuesta mucho lograrla, el precio es muy alto en vidas humanas, y si bien puede que haya un impacto económico un poco menor, también la economía Sueca ha sufrido muchísimo, de hecho cae más que la economía Noruega o la de Dinamarca, que son los vecinos directos. Por lo tanto, este modelo, que ojalá hubiese funcionado, lamentablemente parece no haberlo hecho bien. Y eso depende mucho de cómo el Estado actuó. La señal que dio el Estado es que no importaba que se difundiera la enfermedad. De hecho por ejemplo, hijos de padres que tenían el virus podían seguir yendo a la escuela hasta que los niños no manifestaran los síntomas del virus. A esa situación se llegó acá, con la idea de que no importaba que se difundiera la enfermedad, se hicieron muy pocos tests además, al comienzo. O sea una política que al final terminó costando demasiadas vidas humanas.

-¿Usted cree que fue un error entonces? ¿Le parece adecuado o no que sean las personas las que decidan finalmente si deben salir de sus casas, hacer cuarentena, o de qué forma cuidarse?

-Eso me parece muy bien, lo que pasa es que las personas en Suecia hacen lo que el Estado les dice, acá hay una gran confianza en el Estado. Si acá el Estado hubiese dicho «pónganse mascarillas desde el día 1» todos andarían con mascarillas. Todavía no se usan las mascarillas, porque el Estado Sueco con sus técnicos decidió, casi único en el mundo, que no tenía ningún beneficio usar mascarillas. A ese nivel, cuando hoy nadie discute eso… Por lo tanto cuando se dice y se cree que en Suecia lo que ha imperado es la libertad de la gente, la verdad que lo que ha imperado es una forma de seguir al Estado en sus errores, y en sus cosas buenas. Parece que en Suecia es mejor equivocarse juntos que tener la razón separados, acá se sigue al Estado en esta forma, y lo increíble es que, a pesar de los resultados muy malos que hay en términos de mortalidad, prácticamente no se discute el tema, sino que se sigue adelante con esta política, que como te digo ni siquiera todavía la mascarilla es una recomendación del Estado, para qué hablar de cuarentenas y cosas así. Tanto es así que hoy Suecia en el contexto europeo es una especie de estado paria, todos lo miran con sospecha, los vecinos ni siquiera dejan entrar a los suecos para ir a visitarlos, los noruegos, los daneses, así que ha sido un tema bien complicado. El ejemplo que es muy bueno es el de Uruguay, que lo hizo muy bien, pero el Estado se tomó en serio desde el comienzo el asunto, transmitiendo a la población la idea de que esto era muy muy en serio y peligroso. Eso no se hizo en Suecia lamentablemente, y creo que ahí está una de las raíces de los problemas que hemos tenido.

*Mauricio Rojas impartirá un taller en El Líbero en donde profundizará sobre el «Estado de Bienestar: pasado y presente».