Ya Dan Brown lo había planteado, no sin escándalo: la mujer al lado derecho de Jesús en la última cena era María Magdalena. Ahora, una película retoma el tema y, dejando atrás la desmentida historia de la devota ex prostituta (versión del papa Gregorio en el 591), reivindica a este personaje que lavó los pies del Hijo de Dios con perfume y acompañó a María madre en el sufrimiento.

El guión se basa más en la tradición gnóstica que en la versión de los cristianos, es decir en los evangelios apócrifos, incluso al escrito por la propia María Magdalena, del que se conservan algunos fragmentos en griego y en copto: “Me haré oír”, nos dice.

En esta cinta anglo-australiana dirigida por Garth Davis, María (Roony Mara) es una joven del pueblo de Magdala que vive sus días soñando un mundo mejor junto a su familia de sencillos y estrictos pescadores, tejiendo redes con sus hermanas.

Pero ella es distinta… tiene muchas dudas del rol de su existencia y además posee especiales dotes para calmar el dolor de las personas. En una de estas ocasiones, cuando María está conteniendo a una parturienta, coincide con el “curandero” que han llamado para los mismos fines. Así conoce a Jesús (Joaquin Phoenix), llamado “rabino” o “curandero”, y a quien ha admirado desde lejos en la playa por el magnetismo con que le habla a sus seguidores.

Su padre decide casarla con un viudo, María se niega, y luego de que tratan de exorcizarla en una ceremonia nocturna hundiéndola en el mar -para sacarle el supuesto demonio que lleva dentro-, se rebela y se va donde Jesús, desafiando los cánones de la época.

Un Mesías bastante mayor a los 33 años que estamos acostumbrados, generalmente en actitud como de trance, muy callado, firme, pero cercano y hasta risueño, la recibe dándole un lugar especial en el grupo. Esta suerte de atracción es mutua, y es invitada primero a bautizar a las mujeres y a unirse luego a sus apóstoles (entre ellos varios de raza negra). A pesar de que los hombres, especialmente Pedro, se resisten, la incorporan como una más en el duro calvario hacia la crucifixión y a poco andar, lidera. Se convierte en “la apóstol de los apóstoles”, como la llamaría siglos más tarde Juan Pablo II.

Su valiente entendimiento del proceso que vive Jesús respecto a su misión y cómo hará para dar la noticia al mundo del nuevo reino lo vive con profunda convicción desde la particular serenidad, dulzura y bondad femenina. El contraste con lo masculino de los apóstoles es notable: los acechan las dudas e inseguridades y Judas, casi un adolescente.

Desde Caná inician el peregrinaje a Jerusalén, con los conocidos episodios bíblicos sólo como trasfondo implícito; no hay Pilatos, ni juicio, ni azotes. La película sigue el camino de Magdalena, lo que va viendo en paralelo, lo que va sintiendo, siempre conectada espiritualmente con Jesús y cómo ha sido afectada por su mensaje. ¡No por nada es la que primero lo ve resucitado!

Buena reflexión de Semana Santa. En todos los cines. 130 minutos.