Una de las promesas con las que se promocionó el fin del binominal fue terminar con la “injusticia” de que llegaran al Congreso candidatos que sacaban menos votos que otros que quedaban fuera. Esto, porque el sistema permitía a las más altas mayorías “arrastrar” a sus compañeros, aun cuando estos hubiesen obtenido muy pocos sufragios. De ahí que después de cada elección aparecían las “víctimas del binominal” reclamando y los beneficiados se mantenían en silencio.

En razón de ello, se abogaba por un sistema más “justo”, más democrático, más proporcional. Sin embargo, a pocos días del debut del nuevo sistema electoral (D’Hont) ya han salido voces alertando respecto de las distorsiones que produce.

Por ejemplo, candidatos independientes con buenas votaciones que no han sido electos como Fulvio Rossi en el norte, José Manuel Edwards en el sur y Enrique Lee, con primera mayoría en Arica. En el otro lado, candidatos con menos del 2% de los votos que fueron arrastrados por las altísimas votaciones de compañeros de pacto como Francisco Chahuán, Felipe Kast y Gonzalo Fuenzalida. Por el contrario, está el caso de Andrés Velasco, que quedó fuera del Senado por El Maule obteniendo 10,49%, mientras en esa circunscripción salieron electos Álvaro Elizalde y Ximena Rincón con menos votación. Y el más emblemático, Giorgio Jackson, que arrastró a dos candidatos de Revolución Democrática con menos de 2% de los votos.

Pese a los reclamos de las nuevas víctimas, así son las reglas. Sin embargo, cabe preguntarse a quién benefició el nuevo sistema, porque pese a que en la opinión pública ha rondado la sensación de que fue elegido y diseñado por los parlamentarios en ejercicio, en beneficio propio, los niveles de renovación de las cámaras hacen concluir que si así fue, en algún cálculo se equivocaron. El año que viene 59% de los diputados y 78% de los senadores serán nuevos.

Además, de acuerdo a las cifras del Servel, en la nueva configuración del Congreso habrá coaliciones sub-representadas y otras sobre-representadas. Sin embargo, la paradoja es que con el sistema antiguo el Frente Amplio habría elegido ocho en vez de 20 parlamentarios, lo que equivale al 12,5% de los diputados, aun cuando su lista obtuvo el 16,5% de los votos. Es decir, para el Frente Amplio fue un buen cambio, aunque igualmente los dejó sub-representados, como también pasó con la coalición que abarca al PRO y, más notoriamente, con los candidatos independientes.

Ahora bien, al parecer el sistema lo que incentiva son las alianzas, porque los que parecen resultar más “sobre representados” son Chile Vamos (38,66% de votos vs 47,1% de escaños de la Cámara), que fueron en lista única, y la Fuerza de la Mayoría (24,05% vs 27,74%).

En consecuencia, como en todo sistema, hay beneficiados y perjudicados. Sin embargo, al parecer lo que resulta más controvertido es que hayan resultado electos candidatos con votaciones demasiado exiguas. Así, 31 diputados asumirán pese a haber obtenido menos del 5% de los votos.  Por tanto, lo que en el binominal era una excepción (el arrastre), parece haberse convertido en algo mucho más probable con el sistema D’Hont.

La duda que se plantea es si la oferta de terminar con el binominal por ser injusto, poco democrático y poco proporcional fue un error o una estrategia comunicacional que hoy tiene algo confundida a la opinión pública. Ahora bien, en lo que parece que no se equivocaron los partidos es que, a partir de marzo, la desprestigiada institución tendrá más integrantes. Esto es, prácticamente todos los partidos que hoy cuentan con presencia en el Congreso Nacional tendrán más representantes en él, aun cuando hayan bajado proporcionalmente su representación.

 

Carol Bown, abogado

 

 

FOTO: FELIPE LOPEZ/ AGENCIA UNO

 

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