Una mirada rápida a los componentes de la demanda agregada no nos permite observar un despegue el próximo año. El consumo e inversión pública no aportarán al producto como lo observado el último bienio. Después de un gasto público que crecería, según cifras de gobierno, 8,7% este 2015, el próximo año el Presupuesto contempla un aumento de 4,4% y una caída de la inversión. Aunque no vemos con probabilidad cierta que el gobierno pueda ejecutar por completo el ítem de inversión pública este año, en especial por el ritmo de gasto de capital observado hasta septiembre, de todas formas la incidencia del gasto público en 2015 será alta, explicando entre 1,0 a 1,2pp del total de crecimiento del PIB de este año.

El sector externo tiene de dulce y de agraz. Lo dulce viene del depreciado tipo de cambio que enfrentarán los exportadores el próximo año, el cual, aunque presente una leve apreciación hacia finales de 2016, una vez que haya mayor claridad con lo que ocurra con el alza de tasas locales y externas, será en promedio mayor incluso a lo observado este 2015. ¿El agraz? Viene por parte de la demanda externa. Los recientes ajustes a la baja en los precios del cobre reflejan en parte algo que nos acompañará el próximo año, y que se trata de un menor crecimiento de nuestros principales socios comerciales. China, con un crecimiento 2015 que debería cerrar en torno a 6,8%, alcanzará un aumento de la actividad de 6,2% en 2016, y privilegiando una composición más apoyada en consumo que inversión. Para Estados Unidos no vemos un crecimiento distinto al de este año, y Brasil seguirá sintiendo los efectos en actividad que lo han llevado a una recesión este año. En otra palabras, el sector externo no significaría una fuente adicional relevante para al crecimiento al comparar el próximo año con el actual.

¿Y la demanda privada? Aunque esperamos una recuperación en las confianzas de consumidores y empresarios, éstas ya se encuentran en niveles similares a los de la crisis de 2009, por lo que una recuperación no logrará llevarlas a un terreno positivo, ni siquiera neutral. Esto se suma a un deterioro del mercado laboral, el cual, a pesar del bajo desempleo de 6,4% a septiembre, ya evidencia una alta dependencia al empleo público, que no entregará el mismo aporte a la ocupación en 2016. Las condiciones financieras para los hogares debiesen ser más restrictivas, toda vez que el Banco Central continuaría con su proceso de retiro del estímulo monetario.

¿Y la inversión? Aunque la caída observada en la inversión minera en 2014-2015 debería menguar, no es descartable que esta siga contrayéndose en alguna proporción, en un contexto donde los sectores transables no mineros aún no vislumbran una mayor participación dentro del total, y estamos a la espera de observar cómo se ajustará el sector construcción a los cambios impositivos que empiezan a regir desde enero. Por lo tanto, el crecimiento del consumo privado no debiese ser muy distinto al de este año, cercano también a 2,0%, y con una inversión que no caería, pero tampoco tendría un aumento relevante respecto de este 2015.

Si bien es cierto que Chile no es la única economía emergente y/o exportadora de commodities que está pasando por un escenario similar, y eso implica que estamos inmersos en un ciclo externo desfavorable, urge que el factor interno, en vez de restar aún más crecimiento, empiece a apoyar una recuperación a niveles de potencial. Esto va más allá de la discusión de las reformas tributaria, laboral y educacional, también tiene que ver con mejorar la productividad y la competitividad de nuestras industrias y en nuestros mercados. Por ahora, si queremos observar un despegue, habrá que esperar hasta después de 2016 y “cruzar los dedos” para empezar a verlo en 2017.

 

Cristóbal Gamboni, Economista Senior BBVA Research.

 

FOTO: DAVID VON BLOHN/AGENCIAUNO

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